Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > Primera epÃstola de San Pablo a los Tesalonicenses > Ministerio de Pablo en Tesalónica (52:2:1 - 52:2:16)
Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, en cuanto a nuestra visita a vosotros, que no fue en vano.
Al contrario, a pesar de que habÃamos padecido antes y habÃamos sido maltratados en Filipos, como sabéis, tuvimos valentÃa en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de grande conflicto.
Pues nuestra exhortación no procedÃa de error ni de motivos impuros, ni fue con engaño.
Más bien, según fuimos aprobados por Dios para ser encomendados con el evangelio, asà hablamos; no como quienes buscan agradar a los hombres, sino a Dios quien examina nuestros corazones.
Porque, como sabéis, nunca usamos palabras lisonjeras ni tampoco palabras como pretexto para la avaricia; Dios es testigo.
Tampoco buscamos gloria de parte de los hombres, ni de vosotros, ni de otros; aunque podrÃamos haberos sido carga como apóstoles de Cristo.
Más bien, entre vosotros fuimos tiernos, como la nodriza que crÃa y cuida a sus propios hijos.
Tanto es nuestro cariño para vosotros que nos parecÃa bien entregaros no sólo el evangelio de Dios sino también nuestras propias vidas, porque habéis llegado a sernos muy amados.
Porque os acordáis, hermanos, de nuestro arduo trabajo y fatiga; que trabajando de dÃa y de noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.
Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente actuamos entre vosotros los creyentes.
En esto, sabéis que fuimos para cada uno de vosotros como el padre para sus propios hijos: Os exhortábamos, os animábamos
y os insistÃamos en que anduvieseis como es digno de Dios, que os llama a su propio reino y gloria.
Por esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oÃsteis de parte nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino como lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en vosotros los que creéis.
Porque vosotros, hermanos, llegasteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues también vosotros habéis padecido las mismas cosas de vuestros propios compatriotas, como ellos de los judÃos.
Estos mataron tanto al Señor Jesús como a los profetas; a nosotros nos han perseguido; no agradan a Dios y se oponen a todos los hombres,
prohibiéndonos hablar a los gentiles a fin de que sean salvos. Asà colman siempre la medida de sus pecados. ¡Pero la ira de Dios viene sobre ellos hasta el extremo!