Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > Primera epÃstola de San Pedro > El que quiere amar la vida (60:3:11 - 60:3:22)
Apártese del mal y haga el bien. Busque la paz y sÃgala.
Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oÃdos están atentos a sus oraciones. Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.
¿Quién es aquel que os podrá hacer daño, si sois ávidos por el bien?
Pero aun si llegáis a padecer por causa de la justicia, sois bienaventurados. Por tanto, no seáis atemorizados por temor de ellos ni seáis turbados.
Más bien, santificad en vuestros corazones a Cristo como Señor y estad siempre listos para responder a todo el que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia.
Tened buena conciencia, para que en lo que hablan mal sean avergonzados los que se burlan de vuestra buena manera de vivir en Cristo.
Porque es mejor que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios asà lo quiere, que haciendo el mal.
Porque Cristo también padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espÃritu;
en el cual también fue y predicó a los espÃritus encarcelados
que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando en los dÃas de Noé la paciencia de Dios esperaba, mientras se construÃa el arca. En esta arca fueron salvadas a través del agua pocas personas, es decir, ocho.
El bautismo, que corresponde a esta figura, ahora, mediante la resurrección de Jesucristo, os salva, no por quitar las impurezas de la carne, sino como apelación de una buena conciencia hacia Dios.
Ahora él, habiendo ascendido al cielo, está a la diestra de Dios; y los ángeles, las autoridades y los poderes están sujetos a él.