Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > EpÃstola de San Judas > Falsas doctrinas y falsos maestros (65:1:3 - 65:1:16)
Amados, mientras me esforzaba por escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribir para exhortaros a que contendáis eficazmente por la fe que fue entregada una vez a los santos.
Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antiguo habÃan sido destinados para esta condenación. Ellos son hombres impÃos, que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje y niegan al único Soberano y Señor nuestro, Jesucristo.
Ahora bien, quiero haceros recordar, ya que todo lo habéis sabido, que el Señor, al librar al pueblo una vez de la tierra de Egipto, después destruyó a los que no creyeron.
También a los ángeles que no guardaron su primer estado sino que abandonaron su propia morada, los ha reservado bajo tinieblas en prisiones eternas para el juicio del gran dÃa.
Asimismo, Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas, que de la misma manera fornicaron y fueron tras vicios contra lo natural, son puestas por ejemplo, sufriendo la pena del fuego eterno.
De la misma manera, también estos soñadores mancillan la carne, rechazan toda autoridad y maldicen las potestades superiores.
Pero ni aun el arcángel Miguel, cuando contendÃa disputando con el diablo sobre el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar un juicio de maldición contra él, sino que dijo: “El Señor te reprenda.”
Pero éstos maldicen lo que no conocen; y en lo que por instinto comprenden, se corrompen como animales irracionales.
¡Ay de ellos! Porque han seguido el camino de CaÃn; por recompensa se lanzaron en el error de Balaam y perecieron en la insurrección de Coré.
Estos que participan en vuestras comidas fraternales son manchas, apacentándose a sà mismos sin temor alguno. Son nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos. Son árboles marchitos como en otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados.
Son fieras olas del mar que arrojan la espuma de sus propias abominaciones. Son estrellas errantes para las cuales está reservada para siempre la profunda oscuridad de las tinieblas.
Acerca de los mismos también profetizó Enoc, séptimo después de Adán, diciendo: “He aquÃ, el Señor vino entre sus santos millares
para hacer juicio contra todos y declarar convicta a toda persona respecto a todas sus obras de impiedad que ellos han hecho impÃamente y respecto a todas las duras palabras que los pecadores impÃos han hablado contra él.”
Estos se quejan de todo y todo lo critican, andando según sus propios malos deseos. Su boca habla arrogancias, adulando a las personas para sacar provecho.