El mensaje a Filadelfia

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > El mensaje a Filadelfia (66:3:7 - 66:3:13)

“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: El Santo y Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice estas cosas:

Yo conozco tus obras. He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque tienes un poco de poder y has guardado mi palabra y no has negado mi nombre.

He aquí, yo te daré algunos de la sinagoga de Satanás, de los que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten. He aquí, yo haré que lleguen y se postren delante de tus pies, y conocerán que yo te he amado.

Porque guardaste la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré a la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo habitado, para probar a los moradores de la tierra.

“Yo vengo pronto. Retén lo que tienes para que nadie tome tu corona.

Al que venza, yo le haré columna en el templo de mi Dios, y nunca jamás saldrá fuera. Y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios—la nueva Jerusalén que desciende del cielo, enviada por mi Dios— y mi nombre nuevo.

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.




El mensaje a Laodicea

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > El mensaje a Laodicea (66:3:14 - 66:3:22)

“Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: El Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de la creación de Dios, dice estas cosas:

Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!

Así, porque eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca.

Ya que tú dices: Soy rico; me he enriquecido y no tengo ninguna necesidad, y no sabes que tú eres desgraciado, miserable, pobre, ciego y desnudo,

yo te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos para que veas.

“Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Sé, pues, celoso y arrepiéntete.

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo.

Al que venza, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo también he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”




La adoración celestial

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > La adoración celestial (66:4:1 - 66:4:11)

Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo. La primera voz que oí era como de trompeta que hablaba conmigo diciendo: “¡Sube acá, y te mostraré las cosas que han de acontecer después de éstas!”

De inmediato estuve en el Espíritu; y he aquí un trono estaba puesto en el cielo, y sobre el trono uno sentado.

Y el que estaba sentado era semejante a una piedra de jaspe y de cornalina, y alrededor del trono había un arco iris semejante al aspecto de la esmeralda.

También alrededor del trono había veinticuatro tronos, y sobre los tronos vi a veinticuatro ancianos sentados, vestidos de vestiduras blancas, con coronas de oro sobre sus cabezas.

Del trono salen relámpagos y truenos y voces. Y delante del trono arden siete antorchas de fuego, las cuales son los siete Espíritus de Dios.

Y delante del trono hay como un mar de vidrio, semejante al cristal. Junto al trono, y alrededor del mismo, hay cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.

El primer ser viviente es semejante a un león, y el segundo ser viviente es semejante a un becerro, y el tercer ser viviente tiene cara como de hombre, y el cuarto ser viviente es semejante a un águila volando.

Y cada uno de los cuatro seres vivientes tiene seis alas, y alrededor y por dentro están llenos de ojos. Ni de día ni de noche cesan de decir: “¡Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, que era y que es y que ha de venir!”

Y cada vez que los seres vivientes dan gloria, honra y alabanza al que está sentado en el trono y que vive por los siglos de los siglos,

los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos; y echan sus coronas delante del trono, diciendo:

“Digno eres tú, oh Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder; porque tú has creado todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron creadas.”




El rollo y el Cordero

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > El rollo y el Cordero (66:5:1 - 66:5:14)

Vi en la mano derecha del que estaba sentado sobre el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.

También vi a un ángel poderoso que proclamaba a gran voz: “¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?”

Pero ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro; ni siquiera mirarlo.

Y yo lloraba mucho, porque ninguno fue hallado digno de abrir el libro; ni siquiera de mirarlo.

Y uno de los ancianos me dijo: “No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos.”

Y en medio del trono y de los cuatro seres vivientes y de los ancianos vi un Cordero de pie, como inmolado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra.

El fue y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.

Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.

Ellos entonaban un cántico nuevo, diciendo: “¡Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos! Porque tú fuiste inmolado y con tu sangre has redimido para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación.

Tú los has constituido en un reino y sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra.”

Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era miríadas de miríadas y millares de millares.

Y decían a gran voz: “Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.”

Y oí a toda criatura que está en el cielo y sobre la tierra y debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, diciendo: “Al que está sentado en el trono y al Cordero sean la bendición y la honra y la gloria y el poder por los siglos de los siglos.”

Los cuatro seres vivientes decían: “¡Amén!” Y los veinticuatro ancianos se postraron y adoraron.




Los sellos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > Los sellos (66:6:1 - 66:6:17)

Y miré cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes que decía con voz de trueno: “¡Ven!”

Y miré, y he aquí un caballo blanco. El que estaba montado sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona; y salió venciendo y para vencer.

Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: “¡Ven!”

Y salió otro caballo, rojo. Al que estaba montado sobre él, le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y para que se matasen unos a otros. Y le fue dada una gran espada.

Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: “¡Ven!” Y miré y he aquí un caballo negro, y el que estaba montado sobre él tenía una balanza en su mano.

Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: “¡Una medida de trigo por un denario, y tres medidas de cebada por un denario! Y no hagas ningún daño al vino ni al aceite.”

Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: “¡Ven!”

Y miré, y he aquí un caballo pálido; y el que estaba montado sobre él se llamaba Muerte; y el Hades le seguía muy de cerca. A ellos les fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada y con hambre y con pestilencia y por las fieras del campo.

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios y del testimonio que ellos tenían.

Y clamaban a gran voz diciendo: “¿Hasta cuándo, oh soberano Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?”

Y a cada uno de ellos le fue dado un vestido blanco; y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completase el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos.

Y miré cuando él abrió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto. El sol se puso negro como tela de cilicio; la luna entera se puso como sangre,

y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como una higuera arroja sus higos tardíos cuando es sacudida por un fuerte viento.

El cielo fue apartado como un pergamino enrollado, y toda montaña e isla fueron removidas de sus lugares.

Los reyes de la tierra, los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, todo esclavo y todo libre se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas,

y decían a las montañas y a las peñas: “Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero.

Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¡quién podrá permanecer de pie!”