Ministros del nuevo pacto
Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > Segunda epÃstola de San Pablo a los Corintios > Ministros del nuevo pacto (47:3:1 - 47:4:6)
¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O acaso tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de vosotros?
Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leÃda por todos los hombres.
Es evidente que vosotros sois carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el EspÃritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones humanos.
Esta confianza tenemos delante de Dios, por medio de Cristo:
no que seamos suficientes en nosotros mismos, como para pensar que algo proviene de nosotros, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios.
El mismo nos capacitó como ministros del nuevo pacto, no de la letra, sino del EspÃritu. Porque la letra mata, pero el EspÃritu vivifica.
Y si el ministerio de muerte, grabado con letras sobre piedras, vino con gloria—tanto que los hijos de Israel no podÃan fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se habÃa de desvanecer—,
¡cómo no será con mayor gloria el ministerio del EspÃritu!
Porque si el ministerio de condenación era con gloria, ¡cuánto más abunda en gloria el ministerio de justificación!
Pues lo que habÃa sido glorioso no es glorioso en comparación con esta excelente gloria.
Porque si lo que se desvanecÃa era por medio de gloria, ¡cuánto más excede en gloria lo que permanece!
Asà que, teniendo tal esperanza, actuamos con mucha confianza;
no como Moisés, quien ponÃa un velo sobre su cara para que los hijos de Israel no se fijaran en el fin de lo que se estaba desvaneciendo.
Sin embargo, sus mentes fueron endurecidas; pues hasta el dÃa de hoy, cuando leen el antiguo pacto, el mismo velo sigue puesto, porque sólo en Cristo es quitado.
Aún hasta el dÃa de hoy, cada vez que leen a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos.
Pero cuando se conviertan al Señor, el velo será quitado.
Porque el Señor es el EspÃritu; y donde está el EspÃritu del Señor, allà hay libertad.
Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el EspÃritu del Señor.
Por esto, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que nos fue dada, no desmayamos.
Pero rechazamos los tapujos de vergüenza, no procediendo con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, por la clara demostración de la verdad, nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios.
Pero aun si nuestro evangelio está encubierto, entre los que se pierden está encubierto.
Pues el dios de esta edad presente ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no les ilumine el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios.
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor; y a nosotros, como siervos vuestros por causa de Jesús.
Porque el Dios que dijo: “La luz resplandecerá de las tinieblas” es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo.