Aflicciones de Pablo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > Aflicciones de Pablo (47:1:3 - 47:1:11)

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,

quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones. De esta manera, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios, también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación.

Porque de la manera que abundan a favor nuestro las aflicciones de Cristo, así abunda también nuestra consolación por el mismo Cristo.

Pero si somos atribulados, lo es para vuestro consuelo y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación, la cual resulta en que perseveráis bajo las mismas aflicciones que también nosotros padecemos.

Y nuestra esperanza con respecto a vosotros es firme, porque sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, lo sois también en la consolación.

Porque no queremos que ignoréis, hermanos, en cuanto a la tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, hasta perder aun la esperanza de vivir.

Pero ya teníamos en nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios que levanta a los muertos,

quien nos libró y nos libra de tan terrible muerte. Y en él hemos puesto nuestra esperanza de que aún nos librará,

porque vosotros también estáis cooperando a nuestro favor con ruegos, a fin de que el don que se nos concedió sea para que muchas personas den gracias a nuestro favor.




Por qué Pablo pospuso su visita a Corinto

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > Por qué Pablo pospuso su visita a Corinto (47:1:12 - 47:2:4)

Porque nuestro motivo de gloria es éste: el testimonio de nuestra conciencia de que nos hemos conducido en el mundo (y especialmente ante vosotros), con sencillez y la sinceridad que proviene de Dios, y no en sabiduría humana, sino en la gracia de Dios.

Porque no os escribimos otras cosas que las que leéis y también comprendéis; y espero que hasta el fin las comprenderéis,

como también en parte nos habéis comprendido, que somos vuestro motivo de gloria, así como también vosotros lo seréis para nosotros en el día de nuestro Señor Jesús.

Con esta confianza, quise ir antes a vosotros para que tuvieseis una segunda gracia,

y pasar de vosotros a Macedonia; y volver otra vez de Macedonia a vosotros para ser encaminado por vosotros a Judea.

Siendo ése mi deseo, ¿acaso usé de ligereza? ¿O será que lo que quiero hacer, lo quiero según la carne; de manera que en mí haya un “sí, sí” y un “no, no”?

Pero Dios es fiel: Nuestra palabra para vosotros no es “sí y no”.

Porque Jesucristo, el Hijo de Dios, que ha sido predicado entre vosotros por nosotros (por mí, por Silas y por Timoteo), no fue “sí y no”; más bien, fue “sí” en él.

Porque todas las promesas de Dios son en él “sí”; y por tanto, también por medio de él, decimos “amén” a Dios, para su gloria por medio nuestro.

Y Dios es el que nos confirma con vosotros en Cristo y el que nos ungió;

es también quien nos ha sellado y ha puesto como garantía al Espíritu en nuestros corazones.

Pero yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que es por consideración a vosotros que no he pasado todavía a Corinto.

Porque no nos estamos enseñoreando de vuestra fe. Más bien, somos colaboradores para vuestro gozo, porque por la fe estáis firmes.

Así que decidí en mí mismo no ir otra vez a vosotros con tristeza.

Porque si yo os causo tristeza, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo causé tristeza?

Y a pesar de que estoy confiado en todos vosotros de que mi gozo es el mismo de todos vosotros, os escribí esto mismo para que cuando llegue, no tenga tristeza por causa de aquellos por quienes me debiera gozar.

Porque os escribí en mucha tribulación y angustia de corazón, y con muchas lágrimas; no para entristeceros, sino para que sepáis cuán grande es el amor que tengo por vosotros.




Pablo perdona al ofensor

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > Pablo perdona al ofensor (47:2:5 - 47:2:11)

Si alguno ha causado tristeza, no me ha entristecido sólo a mí, sino en cierta medida (para no exagerar) a todos vosotros.

Basta ya para dicha persona la reprensión de la mayoría.

Así que, más bien, debierais perdonarle y animarle, para que no sea consumido por demasiada tristeza.

Por lo tanto, os exhorto a que reafirméis vuestro amor para con él.

Porque también os escribí con este motivo, para tener la prueba de que vosotros sois obedientes en todo.

Al que vosotros habréis perdonado algo, yo también. Porque lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vuestra causa lo he hecho en presencia de Cristo;

para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos.




Ansiedad de Pablo en Troas

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > Ansiedad de Pablo en Troas (47:2:12 - 47:2:13)

Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me había abierto puerta en el Señor,

no tuve reposo en mi espíritu por no haber hallado a mi hermano Tito. Así que me despedí de ellos y partí para Macedonia.




Triunfantes en Cristo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > Triunfantes en Cristo (47:2:14 - 47:2:17)

Pero gracias a Dios, que hace que siempre triunfemos en Cristo y que manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento por medio de nosotros.

Porque para Dios somos olor fragante de Cristo en los que se salvan y en los que se pierden.

A los unos, olor de muerte para muerte; mientras que a los otros, olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?

Porque no somos, como muchos, traficantes de la palabra de Dios; más bien, con sinceridad y como de parte de Dios, hablamos delante de Dios en Cristo.