Pablo llega a Roma

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Pablo llega a Roma (44:28:11 - 44:28:16)

Así que, después de tres meses, zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y que tenía por insignia a Cástor y Pólux.

Habiendo arribado a Siracusa, estuvimos allí tres días.

De allí, costeando alrededor, fuimos a Regio; y un día después se levantó el viento del sur, y llegamos al segundo día a Puteoli.

Allí hallamos hermanos y fuimos invitados a quedarnos con ellos siete días. Y de esta manera llegamos a Roma.

Al oír de nosotros, los hermanos vinieron hasta la plaza de Apio y las Tres Tabernas para recibirnos. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y cobró ánimo.

Cuando llegamos a Roma, a Pablo le fue permitido vivir aparte, con un soldado que le custodiaba.




Pablo predica en Roma

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Pablo predica en Roma (44:28:17 - 44:19:30)

Aconteció que, tres días después, Pablo convocó a los que eran los principales de los judíos, y una vez reunidos les dijo: —Hermanos, sin que yo haya hecho ninguna cosa contra el pueblo ni contra las costumbres de los padres, desde Jerusalén he sido entregado preso en manos de los romanos.

Habiéndome examinado, ellos me querían soltar porque no había en mí ninguna causa digna de muerte.

Pero como los judíos se oponían, yo me vi forzado a apelar al César, no porque tenga de qué acusar a mi nación.

Así que, por esta causa os he llamado para veros y hablaros, porque por la esperanza de Israel estoy ceñido con esta cadena.

Entonces ellos dijeron: —Nosotros no hemos recibido cartas de Judea tocante a ti, y ninguno de los hermanos que ha venido ha denunciado o hablado algún mal acerca de ti.

Pero queremos oír de ti lo que piensas, porque nos es conocido acerca de esta secta, que en todas partes se habla en contra de ella.

Habiéndole fijado un día, en gran número vinieron a él a donde se alojaba. Desde la mañana hasta el atardecer, les exponía y les daba testimonio del reino de Dios, persuadiéndoles acerca de Jesús, partiendo de la Ley de Moisés y de los Profetas.

Algunos quedaban convencidos por lo que decía, pero otros no creían.

Como ellos no estaban de acuerdo entre sí, se iban cuando Pablo les dijo una última palabra: —Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a vuestros padres, diciendo:

Vé a este pueblo y diles: “De oído oiréis y jamás entenderéis; y viendo veréis y nunca percibiréis.”

Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible y con los oídos oyeron torpemente. Han cerrado sus ojos de manera que no vean con los ojos, ni oigan con los oídos, ni entiendan con el corazón, ni se conviertan. Y yo los sanaré.

Sabed, pues, que a los gentiles es anunciada esta salvación de Dios, y ellos oirán.

Y cuando él dijo estas cosas, los judíos se fueron, porque tenían una fuerte discusión entre sí.

Pablo permaneció dos años enteros en una casa que alquilaba. A todos los que venían a él, les recibía allí,

predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, con toda libertad y sin impedimento.

Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

Esto continuó por dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, tanto judíos como griegos, oyeron la palabra del Señor.

Pero el espíritu malo respondió y les dijo: —A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?

De esta manera crecía la palabra del Señor y prevalecía poderosamente.

reunió a éstos con los obreros de oficios semejantes y les dijo: —Hombres, sabéis que nuestra prosperidad proviene de este oficio;

Aunque Pablo quería salir a la multitud, los discípulos no se lo permitieron.




Salutación

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > Salutación (45:1:1 - 45:1:7)

Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol; apartado para el evangelio de Dios,

que él había prometido antes por medio de sus profetas en las Sagradas Escrituras,

acerca de su Hijo—quien, según la carne, era de la descendencia de David;

y quien fue declarado Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad por su resurrección de entre los muertos—, Jesucristo nuestro Señor.

Por él recibimos la gracia y el apostolado para la obediencia de la fe a favor de su nombre en todas las naciones,

entre las cuales estáis también vosotros, los llamados de Jesucristo.

A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.




Deseo de Pablo de visitar Roma

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > Deseo de Pablo de visitar Roma (45:1:8 - 45:1:15)

Primeramente, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo con respecto a todos vosotros, porque vuestra fe es proclamada en todo el mundo.

Porque Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, me es testigo de que sin cesar me acuerdo de vosotros siempre en mis oraciones,

rogando que, si de alguna manera por la voluntad de Dios, por fin yo sea bien encaminado para ir a vosotros.

Porque deseo veros para compartir con vosotros algún don espiritual a fin de que seáis afirmados.

Esto es, para ser animado juntamente con vosotros por la fe que nos es común a vosotros y a mí.

Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (y hasta ahora he sido impedido) para tener algún fruto también entre vosotros, así como entre las demás naciones.

Tanto a griegos como a bárbaros, tanto a sabios como a ignorantes soy deudor.

Así que, en cuanto a mí, pronto estoy para anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.




El poder del evangelio

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > El poder del evangelio (45:1:16 - 45:1:17)

Porque no me avergüenzo del evangelio; pues es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primero y también al griego.

Porque en él la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Pero el justo vivirá por la fe.