Bernabé y Saulo comienzan su primer viaje misionero

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Bernabé y Saulo comienzan su primer viaje misionero (44:13:1 - 44:13:3)

Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, unos profetas y maestros: Bernabé, Simón llamado Níger, Lucio de Cirene, Manaén, que había sido criado con el tetrarca Herodes, y Saulo.

Mientras ellos ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.”

Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.




Los apóstoles predican en Chipre

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Los apóstoles predican en Chipre (44:13:4 - 44:13:12)

Por lo tanto, siendo enviados por el Espíritu Santo, ellos descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre.

Después de llegar a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. También tenían a Juan como ayudante.

Habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a un mago, falso profeta judío, llamado Barjesús.

El estaba con el procónsul Sergio Paulo, un hombre prudente. Este, mandando llamar a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios.

Pero el mago Elimas (pues así se traduce su nombre) les resistía, intentando apartar al procónsul de la fe.

Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijó los ojos en él

y dijo: —¡Oh tú, lleno de todo engaño y de toda malicia, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de pervertir los caminos rectos del Señor?

Y ahora, ¡he aquí la mano del Señor está contra ti! Quedarás ciego por un tiempo sin ver el sol. De repente cayeron sobre él niebla y tinieblas, y andando a tientas, buscaba quien le condujese de la mano.

Entonces, al ver lo que había sucedido, el procónsul creyó, maravillado de la doctrina del Señor.




Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia (44:13:13 - 44:13:52)

Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén.

Pasando de Perge, ellos llegaron a Antioquía de Pisidia. Y en el día sábado, habiendo entrado en la sinagoga, se sentaron.

Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: —Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.

Entonces Pablo se levantó, y haciendo una señal con la mano, dijo: —Hombres de Israel y los que teméis a Dios, oíd.

El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres. Enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en la tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de allí.

Por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto.

Luego destruyó siete naciones en la tierra de Canaán, y les hizo heredar la tierra de ellas;

como unos 450 años. Después de eso, les dio jueces hasta el profeta Samuel.

Y a partir de entonces pidieron rey, y Dios les dio por cuarenta años a Saúl hijo de Quis, hombre de la tribu de Benjamín.

Después de quitarlo, les levantó por rey a David, de quien dio testimonio diciendo: “He hallado a David hijo de Isaí, hombre conforme a mi corazón, quien hará toda mi voluntad.”

De la descendencia de David, conforme a la promesa, Dios trajo para Israel un Salvador, Jesús.

Antes de presenciar su venida, Juan predicó el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.

Entonces, cuando Juan terminaba su carrera, decía: “¿Quién pensáis que yo soy? Yo no lo soy. Más bien, he aquí viene tras mí uno de quien yo no soy digno de desatar el calzado de sus pies.”

Hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios: A nosotros nos ha sido enviado el mensaje de esta salvación.

Porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, por no reconocer a Jesús ni hacer caso a las palabras de los profetas que se leen todos los sábados, las cumplieron al condenarlo.

Sin hallar en él ninguna causa digna de muerte, pidieron a Pilato que le matase.

Y como habían cumplido todas las cosas escritas acerca de él, lo bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro.

Pero Dios le levantó de entre los muertos.

Y él apareció por muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo.

Nosotros también os anunciamos las buenas nuevas de que la promesa que fue hecha a los padres,

ésta la ha cumplido Dios para nosotros sus hijos, cuando resucitó a Jesús; como también está escrito en el Salmo segundo: Mi hijo eres tú; yo te he engendrado hoy.

Y acerca de que le levantó de los muertos para no volver más a la corrupción, ha dicho así: Os daré las santas y fieles bendiciones prometidas a David.

Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu Santo vea corrupción.

Porque, después de haber servido en su propia generación a la voluntad de Dios, David murió, fue reunido con sus padres y vio corrupción.

En cambio, aquel a quien Dios levantó no vio corrupción.

Por lo tanto, hermanos, sea conocido de vosotros que por medio de él se os anuncia el perdón de pecados.

Y de todo lo que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.

Mirad, pues, que no sobrevenga lo que está dicho en los Profetas:

Mirad, burladores, asombraos y pereced. Porque yo hago una gran obra en vuestros días: una obra que jamás la creeréis, aunque alguien os la cuente.

Cuando ellos salían, les rogaron que el sábado siguiente les hablasen de estos temas.

Entonces una vez despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes les hablaban y les persuadían a perseverar fieles en la gracia de Dios.

El sábado siguiente se reunió casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios.

Y cuando los judíos vieron las multitudes, se llenaron de celos, y blasfemando contradecían lo que Pablo decía.

Entonces Pablo y Bernabé, hablando con valentía, dijeron: —Era necesario que se os hablase a vosotros primero la palabra de Dios; pero ya que la habéis desechado y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.

Porque así nos ha mandado el Señor: Te he puesto por luz a los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra.

Al oír esto, los gentiles se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron cuantos estaban designados para la vida eterna.

Y la palabra del Señor se difundía por toda la región.

Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas y distinguidas y a los principales de la ciudad, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de sus territorios.

Entonces sacudieron el polvo de sus pies contra ellos, y se fueron a Iconio.

Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.




Pablo y Bernabé en Iconio

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Pablo y Bernabé en Iconio (44:14:1 - 44:14:7)

Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que creyó un gran número, tanto de judíos como de griegos.

Pero los judíos que no creyeron incitaron y malearon el ánimo de los gentiles en contra de los hermanos.

Con todo eso, ellos continuaron mucho tiempo hablando con valentía, confiados en el Señor, quien daba testimonio a la palabra de su gracia concediendo que se hiciesen señales y prodigios por medio de las manos de ellos.

La gente de la ciudad estaba dividida: Unos estaban con los judíos, otros con los apóstoles.

Como surgió un intento de parte de los gentiles y los judíos, junto con sus gobernantes, para afrentarlos y apedrearlos,

se enteraron y huyeron a Listra y a Derbe, ciudades de Licaonia, y por toda la región de alrededor.

Y allí anunciaban el evangelio.




Pablo es apedreado en Listra

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Pablo es apedreado en Listra (44:14:8 - 44:14:23)

En Listra se hallaba sentado cierto hombre imposibilitado de los pies, cojo desde el vientre de su madre, que jamás había caminado.

Este oyó hablar a Pablo, quien fijó la vista en él y vio que tenía fe para ser sanado.

Y dijo a gran voz: —¡Levántate derecho sobre tus pies! Y él saltó y caminaba.

Entonces, cuando la gente vio lo que Pablo había hecho, alzó su voz diciendo en lengua licaónica: —¡Los dioses han descendido a nosotros en forma de hombres!

A Bernabé le llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque era el que llevaba la palabra.

Entonces el sacerdote del templo de Zeus, que quedaba a la entrada de la ciudad, llevó toros y guirnaldas delante de las puertas de la ciudad, y juntamente con el pueblo quería ofrecerles sacrificios.

Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron esto, rasgaron sus ropas y se lanzaron a la multitud dando voces

y diciendo: —Hombres, ¿por qué hacéis estas cosas? Nosotros también somos hombres de la misma naturaleza que vosotros, y os anunciamos las buenas nuevas para que os convirtáis de estas vanidades al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.

En las generaciones pasadas Dios permitió que todas las naciones anduvieran en sus propios caminos;

aunque jamás dejó de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoos lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y de alegría.

Aun diciendo estas cosas, apenas lograron impedir que el pueblo les ofreciese sacrificios.

Entonces de Antioquía y de Iconio vinieron unos judíos, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, suponiendo que estaba muerto.

Pero los discípulos le rodearon, y él se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente partió con Bernabé para Derbe.

Después de anunciar el evangelio y de hacer muchos discípulos en aquella ciudad, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía,

fortaleciendo el ánimo de los discípulos y exhortándoles a perseverar fieles en la fe. Les decían: “Es preciso que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.”

Y después de haber constituido ancianos para ellos en cada iglesia y de haber orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.