Saulo escapa de los judíos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Saulo escapa de los judíos (44:9:23 - 44:9:25)

Pasados muchos días, los judíos consultaron entre sí para matarle;

pero sus asechanzas fueron conocidas por Saulo. Y guardaban aun las puertas de la ciudad de día y de noche para matarle.

Entonces sus discípulos tomaron a Saulo de noche y le bajaron por el muro en una canasta.




Saulo en Jerusalén

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Saulo en Jerusalén (44:9:26 - 44:9:31)

Cuando fue a Jerusalén, intentaba juntarse con los discípulos; y todos le tenían miedo, porque no creían que fuera discípulo.

Pero Bernabé le recibió y le llevó a los apóstoles. Les contó cómo había visto al Señor en el camino, y que había hablado con él, y cómo en Damasco había predicado con valentía en el nombre de Jesús.

Así entraba y salía con ellos en Jerusalén,

predicando con valentía en el nombre del Señor. Hablaba y discutía con los helenistas, pero ellos procuraban matarle.

Luego, cuando los hermanos lo supieron, le acompañaron hasta Cesarea y le enviaron a Tarso.

Entonces por toda Judea, Galilea y Samaria la iglesia tenía paz. Iba edificándose y vivía en el temor del Señor, y con el consuelo del Espíritu Santo se multiplicaba.




Curación de Eneas

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Curación de Eneas (44:9:32 - 44:9:35)

Aconteció que mientras Pedro recorría por todas partes, fue también a visitar a los santos que habitaban en Lida.

Allí encontró a cierto hombre llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años, pues era paralítico.

Pedro le dijo: “Eneas, ¡Jesucristo te sana! Levántate y arregla tu cama.” De inmediato se levantó,

y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.




Dorcas es resucitada

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Dorcas es resucitada (44:9:36 - 44:9:43)

Entonces había en Jope cierta discípula llamada Tabita, que traducido es Dorcas. Ella estaba llena de buenas obras y de actos de misericordia que hacía.

Aconteció en aquellos días que ella se enfermó y murió. Después de lavarla, la pusieron en una sala del piso superior.

Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres para que le rogaran: “No tardes en venir hasta nosotros.”

Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó, le llevaron a la sala y le rodearon todas las viudas, llorando y mostrándole las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas.

Después de sacar fuera a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y vuelto hacia el cuerpo, dijo: “¡Tabita, levántate!” Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se sentó.

El le dio la mano y la levantó. Entonces llamó a los santos y a las viudas, y la presentó viva.

Esto fue conocido en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor.

Pedro se quedó muchos días en Jope, en casa de un tal Simón, curtidor.




Pedro y Cornelio

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Pedro y Cornelio (44:10:1 - 44:10:48)

Había en Cesarea cierto hombre llamado Cornelio, que era centurión de la compañía llamada la Italiana.

Era piadoso y temeroso de Dios, junto con toda su casa. Hacía muchas obras de misericordia para el pueblo y oraba a Dios constantemente.

Como a la hora novena del día, él vio claramente en visión a un ángel de Dios que entró hacia él y le dijo: —Cornelio.

Con los ojos puestos en el ángel y espantado, él dijo: —¿Qué hay, Señor? Y le dijo: —Tus oraciones y tus obras de misericordia han subido como memorial ante la presencia de Dios.

Ahora, pues, envía hombres a Jope y haz venir a cierto Simón, que tiene por sobrenombre Pedro.

Este se hospeda con un tal Simón, curtidor, quien tiene su casa junto al mar.

En cuanto se fue el ángel que hablaba con él, Cornelio llamó a dos de sus criados y a un soldado piadoso de entre sus asistentes,

y después de haberles contado todo esto, los envió a Jope.

Al día siguiente, mientras ellos iban viajando por el camino y llegaban cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, como a la sexta hora.

Sintió mucha hambre y deseaba comer; pero mientras preparaban la comida, le sobrevino un éxtasis.

Vio el cielo abierto y un objeto que descendía como un gran lienzo, bajado por sus cuatro extremos a la tierra.

En el lienzo había toda clase de cuadrúpedos y reptiles de la tierra y aves del cielo.

Y le vino una voz: —Levántate, Pedro; mata y come.

Entonces Pedro dijo: —¡De ninguna manera, Señor! Porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.

La voz volvió a él por segunda vez: —Lo que Dios ha purificado, no lo tengas tú por común.

Esto ocurrió tres veces, y de repente el objeto fue elevado al cielo.

Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí acerca de lo que pudiera ser la visión que había visto, he aquí los hombres enviados por Cornelio, habiendo preguntado por la casa de Simón, llegaron a la puerta.

Entonces llamaron y preguntaron si un Simón que tenía por sobrenombre Pedro se hospedaba allí.

Como Pedro seguía meditando en la visión, el Espíritu le dijo: “He aquí, tres hombres te buscan.

Levántate, pues, y baja. No dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado.”

Entonces Pedro bajó para recibir a los hombres y dijo: —Heme aquí. Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la causa por la que habéis venido?

Ellos dijeron: —Cornelio, un centurión, hombre justo y temeroso de Dios, como bien lo testifica toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones en una revelación por medio de un santo ángel, para hacerte venir a su casa y oír tus palabras.

Entonces les hizo entrar y los alojó. Al día siguiente, se levantó y fue con ellos. También le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.

Al día siguiente, entraron en Cesarea. Cornelio los estaba esperando, habiendo invitado a sus parientes y a sus amigos más íntimos.

Cuando Pedro iba a entrar, Cornelio salió para recibirle, se postró a sus pies y le adoró.

Pero Pedro le levantó diciendo: —¡Levántate! Yo mismo también soy hombre.

Mientras hablaba con él, entró y halló que muchos se habían reunido.

Y les dijo: —Vosotros sabéis cuán indebido le es a un hombre judío juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre llame común o inmundo.

Por esto, al ser llamado, vine sin poner objeciones. Así que pregunto: ¿Por qué razón mandasteis por mí?

Entonces dijo Cornelio: —Hace cuatro días como a esta hora, la hora novena, yo estaba orando en mi casa. Y he aquí, un hombre en vestiduras resplandecientes se puso de pie delante de mí

y dijo: “Cornelio, tu oración ha sido atendida, y tus obras de misericordia han sido recordadas ante la presencia de Dios.

Envía, por tanto, a Jope y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro. El está alojado en casa de Simón el curtidor, junto al mar.”

Así que, inmediatamente envié a ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que el Señor te ha mandado.

Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo: —De veras, me doy cuenta de que Dios no hace distinción de personas,

sino que en toda nación le es acepto el que le teme y obra justicia.

Dios ha enviado un mensaje a los hijos de Israel, anunciando las buenas nuevas de la paz por medio de Jesucristo. El es el Señor de todos.

Vosotros sabéis el mensaje que ha sido divulgado por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan.

Me refiero a Jesús de Nazaret, y a cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder. El anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Y nosotros somos testigos de todas las cosas que él hizo, tanto en la región de Judea como en Jerusalén. A él le mataron colgándole sobre un madero,

pero Dios le levantó al tercer día e hizo que apareciera,

no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.

El nos ha mandado a predicar al pueblo y a testificar que él es el que Dios ha puesto como Juez de los vivos y de los muertos.

Todos los profetas dan testimonio de él, y de que todo aquel que cree en él recibirá perdón de pecados por su nombre.

Mientras Pedro todavía hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían la palabra.

Y los creyentes de la circuncisión que habían venido con Pedro quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo fue derramado también sobre los gentiles;

pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios.

Entonces Pedro respondió: —¿Acaso puede alguno negar el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo, igual que nosotros?

Y les mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara por algunos días.