La esposa alaba al esposo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Cantares > La esposa alaba al esposo (22:5:9 - 22:5:16)

¿Qué tiene tu amado que no tenga cualquier otro amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿Qué tiene tu amado más que cualquier otro amado, para que nos hagas jurar así?

Mi amado es blanco y sonrosado; sobresale entre diez mil.

Su cabeza es oro fino. Sus cabellos son ondulados, negros como el cuervo.

Sus ojos son como palomas junto a los arroyos de aguas, bañados en leche y sentados sobre engastes.

Sus mejillas son como almácigos de especias aromáticas, que exhalan perfumes. Sus labios son como lirios que despiden penetrante aroma.

Sus manos son como barras de oro engastadas con crisólitos. Su vientre es como una plancha de marfil, recubierta con zafiros.

Sus piernas son como columnas de mármol cimentadas sobre bases de oro. Su figura es como el Líbano, escogido como los cedros.

Su paladar es dulcísimo; ¡todo él es deseable! Así es mi amado y así es mi amigo, oh hijas de Jerusalén. Cantares 6




Mutuo encanto del esposo y de la esposa

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Cantares > Mutuo encanto del esposo y de la esposa (22:6:1 - 22:8:4)

¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? Dinos en qué dirección se fue, y lo buscaremos contigo.

Mi amado descendió a su huerto, al almácigo de las especias, para apacentar en los jardines y para recoger los lirios.

¡Yo soy de mi amado, y mi amado es mío! El apacienta entre los lirios.

¡Qué bella eres, oh amada mía! Eres como Tirsa, atractiva como Jerusalén e imponente como ejércitos abanderados.

Aparta de mí tus ojos, porque ellos me doblegan. Tu cabello es como manada de cabras que se deslizan por las laderas de Galaad.

Tus dientes son como rebaños de ovejas que suben del lavadero: que todas tienen mellizos, y ninguna hay sin cría.

Tus mejillas parecen mitades de granada, a través de tu velo.

Hay sesenta reinas, ochenta concubinas y un sinnúmero de jóvenes mujeres.

¡Pero una sola es mi paloma, mi perfecta! Ella es la única hija de su madre, quien la considera predilecta. La ven las mujeres y la llaman: “Bienaventurada.” Las reinas y las concubinas la alaban diciendo:

“¿Quién es aquella que raya como el alba y es bella como la luna, radiante como el sol e imponente como ejércitos abanderados?”

Al huerto de los nogales descendí, para ver los retoños del valle, para ver si las vides ya han florecido; si han brotado los granados.

Y antes que me diese cuenta, mi alma me puso sobre los carros de mi generoso pueblo.

¡Vuelve, vuelve, oh Sulamita! ¡Vuelve, vuelve; queremos mirarte! ¿Qué habréis de observar en la Sulamita, cuando danza en medio de los dos campamentos? Cantares 7

¡Qué bien lucen tus pies con las sandalias, oh hija de nobles! Los contornos de tus muslos son como joyas, obra de las manos de un artista.

Tu ombligo es como una copa redonda a la que no le falta el vino aromático. Tu vientre es como un montón de trigo rodeado de lirios.

Tus dos pechos son como dos venaditos, mellizos de gacela.

Tu cuello es como torre de marfil. Tus ojos son como los estanques en Hesbón, en la puerta de Bat-rabim. Tu nariz es como la torre del Líbano, que mira hacia Damasco.

Tu cabeza es como el Carmelo, y tu cabellera es como púrpura real aprisionada en trenzas.

¡Qué bella y dulce eres, oh amor deleitoso!

Tu talle es como una palmera, y tus pechos como racimos de dátiles.

Pensé: “¡Subiré a la palmera y me prenderé de sus racimos!” ¡Sean tus pechos como racimos de uvas, y la fragancia de tu boca como de manzanas!

Tu paladar es como el buen vino que corre suavemente hacia el amado y fluye por los labios de los que se duermen.

¡Yo soy de mi amado, y él me desea con ardor!

Ven, oh amado mío, vayamos al campo. Alojémonos en las aldeas;

madruguemos para ir a las viñas. Veamos si han florecido las vides, si se han abierto sus botones, o si han brotado los granados. ¡Allí te daré mi amor!

Las mandrágoras ya despiden su fragancia, y a nuestras puertas hay toda clase de frutas selectas: tanto frescas como secas que he guardado para ti, oh amado mío. Cantares 8

¡Oh, cómo quisiera que fueses mi hermano, que mamó los pechos de mi madre! Así, al encontrarte afuera, yo te besaría sin que nadie me menospreciara.

Yo te llevaría y te metería en la casa de mi madre, y tú me enseñarías. Y yo te haría beber vino aromático y jugo de granadas.

Su brazo izquierdo está debajo de mi cabeza, y su derecho me abraza.

¡Juradme, oh hijas de Jerusalén, que no despertaréis ni provocaréis el amor, hasta que quiera!




El poder del amor

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Cantares > El poder del amor (22:8:5 - 23:37:38)

¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado? Debajo de un manzano te desperté; allí donde tu madre tuvo dolores, allí donde tuvo dolores la que te dio a luz.

Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo. Porque fuerte como la muerte es el amor; inconmovible como el Seol es la pasión. Sus brasas son brasas de fuego; es como poderosa llama.

Las poderosas aguas no pueden apagar el amor, ni lo pueden anegar los ríos. Si el hombre diese todas las riquezas de su casa para comprar el amor, de cierto lo despreciarían.

Tenemos una hermana pequeña que todavía no tiene pechos. ¿Qué haremos de nuestra hermana cuando de ella se empiece a hablar?

Si ella es muralla, edificaremos sobre ella torreones de plata. Si ella es puerta, la recubriremos con paneles de cedro.

Yo soy muralla, y mis pechos son torreones. Entonces llegué a ser a sus ojos como quien encuentra paz.

Salomón tuvo una viña en Baal-hamón, la cual entregó al cuidado de guardias: Cada uno de ellos debía traer mil piezas de plata por su fruto.

¡Pero mi viña está delante de mí! Las mil piezas sean para ti, oh Salomón, y doscientas para los que guardan su fruto.

¡Oh tú que habitas en los jardines, mis compañeros desean escuchar tu voz! ¡Déjame oírla!

¡Escápate, oh amado mío! Sé semejante al venado o al cervatillo sobre los montes de las especias.

Inclina, oh Jehovah, tu oído y escucha; abre, oh Jehovah, tus ojos y mira. Escucha todas las palabras que Senaquerib ha mandado decir para afrentar al Dios vivo.

Es verdad, oh Jehovah, que los reyes de Asiria han destruido todos los países y sus tierras,

y que han entregado al fuego sus dioses y los destruyeron; porque éstos no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y de piedra.

Ahora pues, oh Jehovah, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra conozcan que sólo tú, oh Jehovah, eres Dios.”

Entonces Isaías hijo de Amoz mandó a decir a Ezequías: “Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: Con respecto a lo que me has pedido en oración acerca de Senaquerib, rey de Asiria,

ésta es la palabra que Jehovah ha hablado acerca de él: “La virgen hija de Sion te menosprecia; hace burla de ti. Mueve su cabeza a tus espaldas la hija de Jerusalén.

¿A quién has afrentado e injuriado? ¿Contra quién has levantado la voz y alzado los ojos con altivez? ¡Contra el Santo de Israel!

“Por medio de tus siervos has afrentado al Señor y has dicho: Con la multitud de mis carros yo ascendí a las cumbres de los montes, a las regiones más remotas del Líbano. Corté sus más altos cedros y sus cipreses escogidos. Llegué hasta su cumbre, al bosque más exuberante.

Yo cavé y bebí aguas extranjeras, y con las plantas de mis pies hice secar todas las corrientes de Egipto.

“¿Acaso no lo has oído? Hace mucho tiempo que lo determiné; desde los días de la antigüedad lo dispuse. Y ahora he hecho que suceda para hacer de las ciudades fortificadas montones de ruinas.

Y sus habitantes, sin poder hacer nada, son aterrorizados y avergonzados. Son como la planta del campo o el verdor del pasto, como la hierba de los terrados que es quemada antes de madurar.

“Yo conozco tu sentarte, tu salir y tu entrar, y también tu furor contra mí.

Porque te has enfurecido contra mí, y tu arrogancia ha subido a mis oídos, pondré mi gancho en tu nariz y mi freno en tus labios. Y te haré regresar por el camino por donde has venido.

“Y esto te servirá de señal, oh Ezequías: Este año comeréis de lo que brota de por sí, y el segundo año de lo que crezca de aquello. Pero en el tercer año sembrad y segad; plantad viñas y comed de su fruto.

Y los sobrevivientes de la casa de Judá, los que habrán quedado, volverán a echar raíces por debajo y a dar fruto por arriba.

Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sion los sobrevivientes. ¡El celo de Jehovah de los Ejércitos hará esto!

“Por tanto, así ha dicho Jehovah acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad; no tirará en ella ni una sola flecha. No vendrá frente a ella con escudo, ni construirá contra ella terraplén.

Por el camino por donde vino, por él se volverá; y no entrará en esta ciudad, dice Jehovah.

Pues defenderé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo y por amor a mi siervo David.”

Entonces salió el ángel de Jehovah e hirió a 185.000 en el campamento de los asirios. Se levantaron por la mañana, y he aquí que todos ellos eran cadáveres.

Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó, y permaneció en Nínive.

Pero sucedió que mientras adoraba en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer lo mataron a espada y huyeron a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón reinó en su lugar.




Enfermedad de Ezequías (Isaías)

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > Enfermedad de Ezequías (23:38:1 - 23:38:22)

En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Entonces el profeta Isaías hijo de Amoz fue a él y le dijo: —Así ha dicho Jehovah: “Pon en orden tu casa, porque vas a morir y no vivirás.”

Entonces Ezequías volvió su cara hacia la pared y oró a Jehovah,

diciendo: —Oh Jehovah, acuérdate, por favor, de que he andado delante de ti en verdad y con corazón íntegro, y de que he hecho lo bueno ante tus ojos. Ezequías lloró con gran llanto.

Entonces la palabra de Jehovah vino a Isaías, diciendo:

—Vé y di a Ezequías: “Así ha dicho Jehovah, Dios de tu padre David: He oído tu oración y he visto tus lágrimas. He aquí que yo añadiré quince años a tus días,

y libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria. Defenderé esta ciudad por amor a mí mismo y por amor a mi siervo David.

Y esto te servirá de señal de parte de Jehovah, de que hará esto que ha dicho:

He aquí que yo haré retroceder diez gradas la sombra que ha descendido hacia atrás a causa del sol, en la gradería de Acaz.” Y el sol regresó atrás diez gradas sobre las gradas por las cuales había descendido.

Escrito de Ezequías, rey de Judá, después que enfermó y fue sanado de su enfermedad:

Yo dije: “En medio de mis días pasaré por las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años.”

Dije: “Ya no veré a Jehovah en la tierra de los vivientes. Ya no contemplaré a ningún hombre entre los habitantes del mundo.

Mi morada es removida y quitada de mí, cual una tienda de pastor. Como hace el tejedor, he enrollado mi vida; él corta la hebra de mi tejido. Desde el día hasta la noche me doblegas por completo.

Mi clamor dura hasta el amanecer; como un león, él tritura todos mis huesos. Desde el día hasta la noche me doblegas por completo.

Chillo como la golondrina y la grulla; gimo como la paloma. Mis ojos lloran hacia lo alto: Oh Señor, estoy oprimido; intervén en mi favor.”

¿Qué, pues, diré? Porque él me ha hablado, y él mismo lo ha hecho. En la amargura de mi alma, andaré con inquietud todos mis años.

Oh Señor, para tales cosas se vive; y en todas ellas está la vida de mi espíritu. ¡Oh, fortaléceme y hazme vivir!

He aquí, fue por mi bien que tuve gran amargura, pero tú libraste mi vida del hoyo de la destrucción, pues has echado tras tus espaldas todos mis pecados.

Porque el Seol no te agradecerá, ni la muerte te alabará. Tampoco los que descienden a la fosa esperarán en tu fidelidad.

¡El que vive, el que vive es el que te agradece, como yo lo hago ahora! El padre da a conocer a los hijos tu fidelidad.

Jehovah ha prometido salvarme. Por tanto, tocaremos nuestras melodías en la casa de Jehovah todos los días de nuestra vida.

Pues Isaías había dicho: “Tomen una masa de higos, y extiéndanla sobre la llaga, y sanará.”

Y Ezequías había dicho: “¿Qué señal tendré de que he de subir a la casa de Jehovah?”




Ezequías recibe a los enviados de Babilonia

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > Ezequías recibe a los enviados de Babilonia (23:39:1 - 23:39:8)

En aquel tiempo Merodac-baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías, porque había oído que había estado enfermo y que se había restablecido.

Ezequías se alegró por ellos y les mostró la casa de sus tesoros: la plata, el oro, los perfumes y los ungüentos finos, toda su armería y todo lo que había en sus depósitos. No hubo cosa que Ezequías no les mostrase, en su casa y en todos sus dominios.

Entonces el profeta Isaías fue al rey Ezequías y le preguntó: —¿Qué dijeron aquellos hombres, y de dónde vinieron a ti? Ezequías respondió: —Han venido a mí de un país lejano, de Babilonia.

El preguntó: —¿Qué han visto en tu casa? Y Ezequías respondió: —Han visto todo lo que hay en mi casa; nada hay en mis depósitos que no les haya mostrado.

Entonces Isaías dijo a Ezequías: —Escucha la palabra de Jehovah de los Ejércitos:

“He aquí, vienen días en que todo lo que hay en tu casa, lo que tus padres han atesorado hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará nada, ha dicho Jehovah.

Y de tus hijos que procederán de ti, que tú habrás engendrado, tomarán para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia.”

Ezequías dijo a Isaías: —La palabra de Jehovah que has hablado es buena. Porque pensó: “En mis días habrá paz y estabilidad.”