Zofar describe las calamidades de los malos
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Entonces intervino Zofar el namatita y dijo:
—Es que mis inquietantes pensamientos me hacen responder, y a causa de ello estoy dolorido.
He oído una reprensión que me afrenta, y mi espíritu comprensivo me mueve a responder.
¿Acaso sabes esto, que desde la antigüedad, desde que fue puesto el hombre sobre la tierra,
el júbilo de los malvados es breve, y la alegría del impío dura sólo por un momento?
Aunque su altivez suba hasta el cielo, y su cabeza alcance a las nubes,
como su propio excremento, perecerá para siempre, y los que lo vean dirán: “¿Dónde está él?”
Como un sueño se esfumará y no será hallado; se disipará como una visión nocturna.
El ojo que lo veía no lo verá más, ni su lugar lo volverá a contemplar.
Sus hijos pedirán favores a los pobres, y sus manos devolverán su riqueza.
Sus huesos, aún llenos de vigor juvenil, yacerán con él en el polvo.
Aunque el mal sea dulce en su boca, y lo esconda debajo de su lengua,
aunque lo guarde y no lo deje ir, sino que lo retenga en su paladar,
con todo su comida se descompondrá en sus entrañas; veneno de áspides habrá dentro de él.
Devoró riquezas, pero las vomitará; Dios las sacará de su vientre.
Chupará veneno de áspides; lo matará la lengua de la víbora.
No verá los arroyos, los ríos fluyendo miel y leche.
Devolverá el fruto de su labor sin haberlo tragado; no gozará de la utilidad de sus negocios.
Porque oprimió y desamparó a los pobres, y despojó casas que no había edificado.
Porque no conoció sosiego en su interior, no se salvará ni con su más preciado tesoro.
Nada quedó que no comiese; por eso no durará su prosperidad.
En la plenitud de su opulencia tendrá estrechez; toda la fuerza de la miseria caerá sobre él.
Cuando se ponga a llenar su estómago, Dios enviará sobre él el ardor de su ira; hará llover sobre él el fuego de su furor.
Huirá de las armas de hierro, pero una flecha de bronce lo atravesará.
Saldrá una flecha por su espalda; y la punta resplandeciente, por su hiel. Los horrores vendrán sobre él.
Todas las tinieblas le están reservadas, como si fueran su tesoro. Un fuego no atizado lo devorará, y serán quebrantados los que hayan quedado en su morada.
Los cielos revelarán su iniquidad, y la tierra se levantará contra él.
El producto de su casa será llevado por los torrentes en el día de su furor.
Esta es la porción de parte de Dios para el hombre impío, la heredad que por su palabra le ha asignado Dios.