Todo es vanidad

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > Todo es vanidad (21:1:1 - 21:1:11)

Las palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén:

“Vanidad de vanidades,” dijo el Predicador; “vanidad de vanidades, todo es vanidad.”

¿Qué provecho tiene el hombre de todo su duro trabajo con que se afana debajo del sol?

Generación va, y generación viene; pero la tierra siempre permanece.

El sol sale, y el sol se pone. Vuelve a su lugar y de allí sale de nuevo.

El viento sopla hacia el sur y gira hacia el norte; va girando de continuo, y de nuevo vuelve el viento a sus giros.

Todos los ríos van al mar, pero el mar no se llena. Al lugar adonde los ríos corren, allí vuelven a correr.

Todas las cosas son fatigosas, y nadie es capaz de explicarlas. El ojo no se harta de ver, ni el oído se sacia de oír.

Lo que fue, eso será; y lo que ha sido hecho, eso se hará. Nada hay nuevo debajo del sol.

¿Hay algo de lo que se pueda decir: “Mira, esto es nuevo”? Ya sucedió en las edades que nos han precedido.

No hay memoria de lo primero, ni tampoco de lo que será postrero. No habrá memoria de ello entre los que serán después.




La experiencia del Predicador

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > La experiencia del Predicador (21:1:12 - 21:2:26)

Yo, el Predicador, fui rey de Israel en Jerusalén.

Y dediqué mi corazón a investigar y a explorar con sabiduría todo lo que se hace debajo del cielo. Es una penosa tarea que Dios ha dado a los hijos del hombre, para que se ocupen en ella.

He observado todas las obras que se hacen debajo del sol, y he aquí que todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.

Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no se puede completar.

Yo hablé con mi corazón diciendo: “He aquí que yo me he engrandecido y he aumentado mi sabiduría más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén, y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y conocimiento.”

Dediqué mi corazón a conocer la sabiduría y el conocimiento, la locura y la necedad. Pero he entendido que aun esto es conflicto de espíritu.

Porque en la mucha sabiduría hay mucha frustración, y quien añade conocimiento añade dolor.

Yo dije en mi corazón: “¡Ven, pues; te probaré con el placer, y verás lo bueno!” Pero he aquí que esto también era vanidad.

A la risa dije: “¡Eres locura!”; y al placer: “¿De qué sirve esto?”

Propuse en mi corazón agasajar mi cuerpo con vino y echar mano de la necedad—mientras mi corazón siguiera conduciéndose en sabiduría—, hasta ver en qué consiste el bien para los hijos del hombre, en el cual se han de ocupar debajo del sol, durante los contados días de su vida.

Engrandecí mis obras, me edifiqué casas, planté viñas,

me hice huertos y jardines, y planté en ellos toda clase de árboles frutales.

Me hice estanques de aguas para regar con ellas un bosque donde crecieran los árboles.

Adquirí siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa. También tuve mucho ganado, vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.

Acumulé también plata y oro para mí, y tesoros preciados de reyes y de provincias. Me proveí de cantantes, tanto hombres como mujeres; de los placeres de los hijos del hombre, y de mujer tras mujer.

Me engrandecí y acumulé más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén, y en todo esto mi sabiduría permaneció conmigo.

No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni rehusé a mi corazón placer alguno; porque mi corazón se alegraba de todo mi duro trabajo. Esta fue mi parte de todo mi duro trabajo.

Luego yo consideré todas las cosas que mis manos habían hecho y el duro trabajo con que me había afanado en hacerlas, y he aquí que todo era vanidad y aflicción de espíritu. No había provecho alguno debajo del sol.

Después yo volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. Pues, ¿qué añadirá el hombre que suceda al rey, a lo que éste ya hizo?

Yo vi que la sabiduría tiene ventaja sobre la necedad, como la ventaja que la luz tiene sobre las tinieblas.

El sabio tiene sus ojos en su cabeza, pero el necio anda en tinieblas. También yo entendí que lo mismo acontecerá a todos ellos.

Entonces dije en mi corazón: “Lo mismo que le acontecerá al necio me acontecerá también a mí. ¿Para qué, pues, me he hecho más sabio?” Y dije en mi corazón que también esto era vanidad.

Porque ni del sabio ni del necio habrá perpetua memoria, puesto que en los días venideros ya habrá sido olvidado todo. ¡Y cómo muere el sabio junto con el necio!

Entonces aborrecí la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; pues todo es vanidad y aflicción de espíritu.

Asimismo, aborrecí todo el duro trabajo con que me había afanado debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.

¿Y quién sabe si él será sabio o necio? Sin embargo, se enseñoreará de todo el duro trabajo con que me he afanado para hacerme sabio debajo del sol. También esto es vanidad.

Por tanto, volví a desesperarme con respecto a todo el duro trabajo con que me había afanado debajo del sol.

Porque se da el caso del hombre que habiéndose afanado con sabiduría, con conocimiento y con talento, deja sus bienes a otro hombre que jamás se afanó en ello. También esto es vanidad y un mal grande.

Porque, ¿qué logra el hombre de todo su duro trabajo y del conflicto de corazón con que se afana debajo del sol?

Porque todos sus días no son sino dolores; y su tarea, frustración. Ni aun de noche reposa su corazón. Esto también es vanidad.

No hay, pues, mejor cosa para el hombre que comer y beber, y hacer que su alma vea lo bueno de su trabajo. Yo he visto que esto también proviene de la mano de Dios.

Pues, ¿quién comerá y se regocijará separado de él?

Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, conocimiento y alegría; pero al pecador le da la tarea de acumular y amontonar, para que lo deje al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.




Todo tiene su tiempo

Imagen Todo tiene su tiempo 1
Enviado por rosa

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > Todo tiene su tiempo (21:3:1 - 21:3:15)

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora:

Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado;

tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir;

tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de estar de duelo y tiempo de bailar;

tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar y tiempo de dejar de abrazar;

tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de arrojar;

tiempo de romper y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar;

tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz.

¿Qué provecho saca el que hace algo, de aquello en que se afana?

He considerado la tarea que Dios ha dado a los hijos del hombre, para que se ocupen en ella.

Todo lo hizo hermoso en su tiempo; también ha puesto eternidad en el corazón de ellos, de modo que el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin.

Yo sé que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse y pasarlo bien en su vida.

Y también, que es un don de Dios que todo hombre coma y beba y goce del fruto de todo su duro trabajo.

Sé que todo lo que Dios hace permanecerá para siempre. Sobre ello no hay que añadir, ni de ello hay que disminuir. Así lo ha hecho Dios, para que los hombres teman delante de él.

Aquello que fue ya es, y lo que ha de ser ya fue. Dios recupera lo que ya pasó.




Injusticias de la vida

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > Injusticias de la vida (21:3:16 - 21:4:16)

Además, he visto debajo del sol que en el lugar del derecho allí está la impiedad, y que en el lugar de la justicia allí está la impiedad.

Y yo dije en mi corazón: “Tanto al justo como al impío los juzgará Dios, porque hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.”

Yo dije en mi corazón, con respecto a los hijos del hombre, que Dios los ha probado para que vean que ellos de por sí son animales.

Porque lo que ocurre con los hijos del hombre y lo que ocurre con los animales es lo mismo: Como es la muerte de éstos, así es la muerte de aquéllos. Todos tienen un mismo aliento; el hombre no tiene ventaja sobre los animales, porque todo es vanidad.

Todo va al mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.

¿Quién sabe si el espíritu del hombre sube arriba, y si el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?

Así que he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en sus obras, porque ésa es su porción. Pues, ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?

Yo me volví y vi todos los actos de opresión que se cometen debajo del sol: He allí las lágrimas de los oprimidos, que no tienen quien los consuele. El poder está de parte de sus opresores, y no tienen quien los consuele.

Entonces yo elogié a los difuntos, los que ya habían muerto, más que a los vivos, los que hasta ahora viven.

Pero consideré que mejor que ambos es el que aún no ha nacido, que no ha visto las malas obras que se hacen debajo del sol.

Asimismo, yo he visto que todo trabajo y toda obra excelente son resultado de la rivalidad del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

El necio se cruza de brazos y come su misma carne.

Mejor es una mano llena de sosiego que ambos puños llenos de duro trabajo y de aflicción de espíritu.

Otra vez me volví y vi esta vanidad debajo del sol:

Se da el caso de un hombre solo y sin sucesor, que no tiene ni hijo ni hermano; pero no cesa de todo su duro trabajo, ni sus ojos se sacian de riquezas, ni se pregunta: “¿Para quién me afano yo, privando a mi alma del bienestar?” También esto es vanidad y penosa tarea.

Mejor dos que uno solo, pues tienen mejor recompensa por su trabajo.

Porque si caen, el uno levantará a su compañero. Pero, ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!

También si dos duermen juntos, se abrigarán mutuamente. Pero, ¿cómo se abrigará uno solo?

Y si uno es atacado por alguien, si son dos, prevalecerán contra él. Y un cordel triple no se rompe tan pronto.

Mejor es un muchacho pobre y sabio que un rey viejo e insensato que ya no sabe ser precavido;

aunque aquél para reinar haya salido de la cárcel, o aunque en su reino haya nacido pobre.

Vi a todos los vivientes debajo del sol caminando con el muchacho sucesor que estará en lugar del otro.

Era sin fin todo el pueblo que estaba delante de él. Sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos con él. También esto es vanidad y conflicto de espíritu.




La insensatez de hacer votos a la ligera

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > La insensatez de hacer votos a la ligera (21:5:1 - 21:5:7)

Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie. Acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, que no saben que hacen mal.

No te precipites con tu boca, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios. Porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.

Pues de la mucha preocupación viene el soñar; y de las muchas palabras, el dicho del necio.

Cuando hagas un voto a Dios, no tardes en cumplirlo; porque él no se complace en los necios. Cumple lo que prometes.

Mejor es que no prometas, a que prometas y no cumplas.

No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del mensajero que fue un error. ¿Por qué habrá de airarse Dios a causa de tu voz y destruir la obra de tus manos?

Porque cuando hay muchos sueños, también hay vanidades y muchas palabras. Pero tú, teme a Dios.