Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Salmos > Oración de un afligido. Oración del que sufre, cuando está angustiado, y delante de Jehová derrama su lamento. (19:102:1 - 19:102:28)
(Oración de un afligido, cuando desmaya y derrama su lamento delante de Jehovah) Oh Jehovah, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor.
No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído. En el día en que te invoque, apresúrate a responderme.
Porque mis días se han disipado como humo; mis huesos arden como un brasero.
Mi corazón ha sido herido y se ha secado como la hierba, por lo cual me olvidé de comer mi pan.
Por la voz de mi gemido, mis huesos se han pegado a mi carne.
Soy semejante al búho del desierto; soy como la lechuza de los sequedales.
Estoy insomne; soy como un pájaro solitario sobre el tejado.
Todo el día me afrentan mis enemigos; los que me escarnecen se han conjurado contra mí.
Por eso he comido ceniza como pan, y mi bebida mezclo con llanto,
a causa de tu enojo y de tu ira. Porque me levantaste y me arrojaste,
mis días son como la sombra que se va. Me he secado como la hierba.
Pero tú, oh Jehovah, permanecerás para siempre, y tu memoria de generación en generación.
Levántate, ten misericordia de Sion, porque ha llegado el tiempo de tener compasión de ella.
Tus siervos aman sus piedras, y de su polvo tienen compasión.
Entonces las naciones temerán el nombre de Jehovah, y todos los reyes de la tierra temerán tu gloria.
Por cuanto Jehovah habrá edificado a Sion, será visto en su gloria.
Habrá considerado la oración de los despojados, y no habrá desechado el ruego de ellos.
Sea escrito esto para la generación venidera, y un pueblo que será creado alabará a Jehovah.
Porque miró desde lo alto de su santuario, Jehovah miró desde los cielos a la tierra,
para oír el gemido de los presos, para librar a los sentenciados a muerte,
para contar en Sion del nombre de Jehovah, y de su alabanza en Jerusalén,
cuando los pueblos y reinos se congreguen en uno para servir a Jehovah.
Debilitó mi fuerza en el camino y acortó mis días.
Dije: “Dios mío, no me lleves en la mitad de mis días. ¡Tus años duran por generación y generación!
Tú fundaste la tierra en la antigüedad; los cielos son obra de tus manos.
Ellos perecerán, pero tú permanecerás. Todos ellos se envejecerán como un vestido; como a ropa los cambiarás, y pasarán.
Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.
Los hijos de tus siervos habitarán seguros, y su descendencia estará firme delante de ti.”