Job defiende su integridad

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job defiende su integridad (18:13:1 - 18:13:28)

He aquí que todo esto han visto mis ojos; mis oídos lo han escuchado y entendido.

Como vosotros lo sabéis, yo también lo sé; en nada soy menos que vosotros.

Sin embargo, yo hablaré al Todopoderoso, pues quiero argumentar con Dios.

En cuanto a vosotros, lo recubrís todo con mentira; todos vosotros sois médicos inútiles.

¡Oh que callarais del todo! Ello os sería contado por sabiduría.

Escuchad, pues, mi razonamiento y estad atentos a los argumentos de mis labios.

¿A favor de Dios hablaréis perversidad? ¿A favor de él hablaréis engaño?

¿Habréis de mostrar por él parcialidad? ¿Contenderéis a favor de Dios?

¿Os irá bien cuando él os escudriñe? ¿Acaso os burlaréis de él como quien se burla de un hombre?

Ciertamente él os reprobará, si en secreto mostráis parcialidad.

¿No os espantará su majestad, y caerá sobre vosotros su pavor?

Vuestras máximas son proverbios de polvo, y vuestras defensas son defensas de barro.

Callad delante de mí, y yo hablaré, me pase lo que me pase.

¿Por qué he de arrancar mi carne con mis propios dientes? ¿O he de exponer mi vida en mi mano?

He aquí, aunque él me mate, en él he de esperar. Ciertamente defenderé ante su presencia mis caminos.

Esto también me será salvación, porque un impío no iría a su presencia.

Oíd con atención mi discurso; oíd con vuestros oídos mi declaración.

He aquí que yo he preparado mi causa, y sé que seré declarado justo.

¿Quién es el que ha de contender conmigo? Pues si ahora yo callara, expiraría.

Sólo dos cosas no hagas conmigo; entonces no me esconderé de tu rostro:

Aparta de mí tu mano, y no me espante tu terror.

Llama, entonces, y yo responderé; o yo hablaré, y tú me responderás:

¿Cuántas son mis faltas o mis pecados? Hazme entender mi rebelión y mi pecado.

¿Por qué escondes tu rostro, y me consideras tu enemigo?

¿Aterras a una hoja que es arrebatada? ¿Has de perseguir a una paja seca?

Pues escribes contra mí cosas amargas, y me haces sufrir por los pecados de mi juventud.

Pones mis pies en el cepo y vigilas todas mis sendas; imprimes marcas en las plantas de mis pies.

Así el hombre se gasta como un odre, como un vestido comido por la polilla.




Job discurre sobre la brevedad de la vida

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job discurre sobre la brevedad de la vida (18:14:1 - 18:14:22)

El hombre, nacido de mujer, es corto de días y lleno de tensiones.

Brota como una flor y se marchita; huye como una sombra y no se detiene.

¿Sobre uno así abres tus ojos, y lo traes a juicio contigo?

¿Quién puede sacar lo limpio de lo impuro? ¡Nadie!

Ciertamente sus días están determinados, y el número de sus meses depende de ti. Tú le has fijado sus límites, los cuales no podrá traspasar.

Aparta de él tu mirada, y que descanse hasta que, cual un jornalero, haya disfrutado su día.

Porque para el árbol hay esperanza; si es cortado, se renovará, y su retoño no dejará de ser.

Aunque su raíz se envejece en la tierra y su tronco muere en el suelo,

al percibir el agua reverdecerá y echará ramas como planta.

Pero el hombre muere y desaparece; el hombre expira, ¿y dónde estará?

Se agotan las aguas de un lago, y un río mengua y se seca;

así yace el hombre y no se vuelve a levantar. Hasta que no haya más cielos, no lo despertarán, ni lo levantarán de su sueño.

¡Cómo quisiera que me escondieses en el Seol, que me encubrieses hasta que se apaciguara tu furor y que fijases un plazo para acordarte de mí!

Si el hombre muere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi milicia esperaré hasta que llegue mi relevo.

Entonces llamarás, y yo te responderé. Añorarás la obra de tus manos.

Porque ahora me cuentas los pasos, y no das tregua a mi pecado.

Mi transgresión tienes sellada en una bolsa y recubres mi iniquidad.

Sin embargo, la montaña cae y se deshace, y la peña es removida de su lugar.

Las aguas desgastan las piedras, y su crecida arrastra el polvo de la tierra; así haces perecer la esperanza del hombre.

Para siempre prevaleces contra él, hasta que se va; desfiguras su rostro y lo despides.

Si sus hijos alcanzan honra, él no lo sabrá. Y si llegan a ser empequeñecidos, él no lo comprenderá.

Su cuerpo le da sólo dolores, y su alma hace duelo por él.




Elifaz reprende a Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Elifaz reprende a Job (18:15:1 - 18:15:35)

Entonces intervino Elifaz el temanita y dijo:

—¿Ha de responder el sabio con vano conocimiento? ¿Ha de llenar su vientre de viento oriental?

¿Ha de argüir con expresiones inútiles y con palabras sin provecho?

Ciertamente tú anulas la devoción y menoscabas la meditación delante de Dios.

Porque tu iniquidad instruye a tu boca, y adoptas el lenguaje de los astutos.

Tu boca te condena, no yo; y tus labios testifican contra ti.

¿Fuiste tú el primer hombre que nació? ¿Naciste antes que las colinas?

¿Has escuchado el secreto de Dios, para que tú solo te apropies de la sabiduría?

¿Qué sabes tú que no sepamos nosotros? ¿Qué entendimiento tienes que nosotros no tengamos?

También entre nosotros hay hombres canosos, hombres muy ancianos, mayores en años que tu padre.

¿En tan poco tienes el consuelo de Dios y la palabra que se te dice con ternura?

¿Por qué te arrebata tu corazón, y por qué guiñan tus ojos,

para que vuelvas tu espíritu contra Dios y dejes salir tales palabras de tu boca?

¿Qué es el hombre para considerarse limpio; y el nacido de mujer, para que se considere justo?

Si Dios no se fía ni de sus santos, ni aun los cielos son puros ante sus ojos,

¿cuánto menos el abominable y corrupto, el hombre que bebe como agua la iniquidad?

Escúchame; yo te informaré y te contaré lo que he visto;

lo que los sabios nos han revelado sin encubrir nada de lo de sus padres.

Sólo a ellos les fue dada la tierra, y ningún extraño pasó por en medio de ellos.

El impío se retuerce de dolor todos los días, y un cierto número de años han sido reservados para el tirano.

Voces de espanto resuenan en sus oídos; y aun en la paz vendrá su destructor.

El no cree que ha de volver de las tinieblas, y que está destinado para la espada.

Va errante en pos del pan, diciendo: “¿Dónde estará?” Sabe que el día de las tinieblas le está listo, a la mano.

Le aterran la tristeza y la aflicción; lo abruman como un rey listo para el ataque.

Porque ha extendido su mano contra Dios, y se ha comportado con soberbia contra el Todopoderoso.

Porque embiste contra él con cuello erguido, con el doble saliente de su escudo.

Aunque su cara se cubra de gordura y le crezcan pliegues de grasa en las caderas,

habitará en ciudades desoladas, en casas donde nadie vive y que están destinadas a ser escombros.

No se enriquecerá, ni le durarán sus bienes; tampoco extenderá su patrimonio sobre la tierra.

No escapará de las tinieblas. La llama secará sus ramas, y por el soplo de su boca desaparecerá.

No confíe en la vanidad, engañándose a sí mismo, pues vanidad será su recompensa.

Ella se cumplirá antes de su tiempo, y su copa no estará frondosa.

Como la vid dejará caer sus uvas agraces y arrojará sus flores como el olivo.

Porque la compañía de los impíos es estéril, y el fuego consumirá las moradas del soborno.

Conciben afanes y dan a luz iniquidad; sus entrañas preparan el engaño.




Job se queja contra Dios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job se queja contra Dios (18:16:1 - 18:17:16)

Entonces respondió Job y dijo:

—He oído muchas cosas como éstas; consoladores gravosos sois todos vosotros.

¿Habrá fin para las palabras vacías? ¿Qué te incita a responder?

Yo también podría hablar como vosotros. Si vuestra alma estuviera en lugar de mi alma, yo también podría componer discursos contra vosotros, y por vosotros sacudiría mi cabeza.

Os alentaría con mi boca, y el movimiento de mis labios traería alivio.

Pero si hablo, mi dolor no tiene alivio; y si dejo de hablar, ¿qué se ha de ir de mí?

Pero ahora Dios me tiene agobiado. Ha desolado toda mi compañía,

y me ha llenado de arrugas. Mi debilidad responde en mi propia cara; ha venido a ser testigo y se ha levantado contra mí.

Su furor me ha despedazado, pues me aborrece; contra mí hace crujir sus dientes. Mi adversario aguza su mirada contra mí.

Contra mí han abierto su boca; con afrenta han golpeado mis mejillas. A una se han juntado contra mí.

Dios me ha entregado a los perversos; me ha empujado a las manos de los impíos.

Yo estaba tranquilo, pero él me sacudió; me tomó por el cuello y me despedazó. El me ha puesto por blanco suyo;

sus arqueros me han rodeado. Atraviesa mis riñones sin compasión y derrama por tierra mi hiel.

Abre en mí brecha tras brecha; contra mí arremete como un guerrero.

He cosido cilicio sobre mi piel y he hundido mi fuerza en el polvo.

Mi rostro está enrojecido con el llanto, y sobre mis párpados hay densa oscuridad,

a pesar de no haber violencia en mis manos y de ser pura mi oración.

¡Oh tierra, no encubras mi sangre! ¡Que no haya lugar para mi clamor!

He aquí que también ahora mi testigo está en los cielos; en las alturas está mi defensor.

Mis amigos me escarnecen; mis ojos derraman lágrimas ante Dios.

¡Oh, si alguien llevara la causa de un hombre ante Dios como entre el hombre y su prójimo!

Porque los pocos años se van, y yo iré por el camino sin retorno.

Mi espíritu está atribulado; mis días se extinguen. El sepulcro está preparado para mí.

No hay conmigo sino burladores, y mis ojos contemplan su hostilidad.

Por favor, deposita contigo una fianza para mí. ¿Quién me estrechará la mano?

Porque has cerrado su corazón al entendimiento; por tanto, no los enalteces.

Los que por recompensa denuncian a sus amigos, aun los ojos de sus hijos desfallecerán.

El me ha expuesto como refrán a los pueblos; ante ellos soy uno a quien escupen en la cara.

Mis ojos se han debilitado por la angustia; todos mis miembros son como una sombra.

Los rectos se asombrarán de esto, y el inocente se levantará contra el impío.

Pero el justo se aferrará a su camino, y el limpio de manos aumentará sus fuerzas.

No obstante, volved todos vosotros; venid, por favor. Pero entre vosotros no hallaré ningún sabio.

Han pasado mis días; se han deshecho mis planes. ¡Aun los deseos de mi corazón!

Ellos convierten la noche en día: “La luz está cerca de las tinieblas.”

Aunque espere, el Seol será mi casa; tenderé mi cama en las tinieblas.

A la fosa digo: “Tú eres mi padre,” y a los gusanos: “Mi madre y mi hermana.”

¿Dónde está, entonces, mi esperanza? Y mi bien, ¿quién lo verá?

Descenderán al poder del Seol, pues juntos bajaremos hasta el polvo.




Bildad describe la suerte de los malos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Bildad describe la suerte de los malos (18:18:1 - 18:18:21)

Entonces intervino Bildad el sujita y dijo:

—¿Cuándo pondréis fin a las palabras? Entended primero, y después hablaremos.

¿Por qué somos tenidos por animales y por torpes ante vuestros ojos?

¡Oh, el que despedaza su alma con su furor! ¿Será abandonada la tierra por tu causa? ¿Será removida la peña de su lugar?

Ciertamente se extingue la luz de los impíos, y no resplandece la lumbre de su fuego.

La luz se oscurece en su morada, y se apaga la lámpara que está sobre él.

Los pasos de su vigor son estrechados; su propio plan lo hace caer.

Porque por sus propios pies es echado en la red, y deambula en la maraña.

Una trampa lo atrapa por el talón; el enredo se apodera de él.

Para él está escondida una cuerda en el suelo; para él hay un lazo en el sendero.

Por todas partes lo sobrecogen los terrores, y le persiguen pisando sus talones.

En su riqueza está hambriento, y a su lado está lista la desgracia.

Carcome parte de su piel; el primogénito de la muerte devora sus miembros.

Es arrancado de su morada, objeto de su confianza, y es conducido ante el rey de los espantos.

El fuego habita en su tienda; el azufre es esparcido sobre su morada.

Por abajo se secan sus raíces, y por arriba se marchitan sus ramas.

Su memoria perece en la tierra, y no tiene nombre en las calles.

Lo empujan de la luz a las tinieblas; lo echan fuera del mundo.

No tendrá prole ni descendiente en su pueblo, ni sobreviviente en sus moradas.

Los que vengan del oeste se horrorizarán de su día, y los que vengan del este serán sobrecogidos por el espanto.

Tales son las moradas del impío, y tal será el lugar del que no conoce a Dios.