Los tres amigos de Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Los tres amigos de Job (18:2:11 - 18:2:13)

Entonces tres amigos de Job—Elifaz el temanita, Bildad el sujita y Zofar el namatita— se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido y vinieron, cada uno de su lugar. Convinieron juntos en ir a él para expresarle su condolencia y para consolarle.

Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no le pudieron reconocer, alzaron su voz y lloraron. Cada uno rasgó su manto, y esparcieron polvo hacia el cielo, sobre sus cabezas.

Luego se sentaron en tierra con él por siete días y siete noches. Y ninguno de ellos le decía una sola palabra, porque veían que el dolor era muy grande.




Job maldice el día en que nació

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job maldice el día en que nació (18:3:1 - 18:3:26)

Después de esto Job abrió su boca y maldijo su día.

Tomó Job la palabra y dijo:

—Perezca el día en que nací, y la noche en que se dijo: “¡Un varón ha sido concebido!”

Sea aquel día tinieblas. Dios no pregunte por él desde arriba, ni resplandezca la claridad sobre él.

Reclámenlo para sí las tinieblas y la densa oscuridad; repose sobre él una nube, y cáusele terror el oscurecimiento del día.

Apodérese de aquella noche la oscuridad. No sea contada junto con los días del año ni aparezca en el cómputo de los meses.

¡He aquí, sea aquella noche estéril; no penetren en ella los gritos de júbilo!

Maldíganla los que maldicen el día, los que se aprestan a instigar al Leviatán.

Oscurézcanse sus estrellas matutinas. Espere la luz, pero no le llegue, ni vea los destellos de la aurora;

porque no cerró las puertas de la matriz, para esconder de mis ojos el sufrimiento.

¿Por qué no morí en las entrañas, o expiré al salir del vientre?

¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Para qué los pechos que mamé?

Pues ahora yacería y estaría en quietud. Dormiría y tendría reposo

junto con los reyes y los consejeros de la tierra, que reedificaron ruinas para sí;

o con los príncipes que poseían el oro y que llenaban de plata sus casas.

¡Oh! ¿Por qué no fui escondido como un abortivo, como las criaturas que nunca vieron la luz?

Allí los impíos dejan de perturbar; allí descansan los de agotadas fuerzas.

Los prisioneros están juntos en descanso y no escuchan la voz del capataz.

Tanto el pequeño como el grande están allí; y el esclavo, ya libre de su amo.

¿Para qué darle luz al que sufre, y vida a los de alma amargada;

a los que esperan la muerte, y no llega, aunque la busquen más que a tesoros enterrados;

a los que se alegran ante el gozo y se regocijan cuando hallan el sepulcro;

al hombre cuyo camino está escondido, y a quien Dios ha cercado?

Porque antes de mi pan viene mi suspiro, y mis gemidos corren como el agua.

El miedo que presentía me ha sobrevenido; lo que me daba terror me ha acontecido.

No tengo tranquilidad; no tengo quietud; no tengo sosiego; más bien, me viene la desesperación.




Elifaz reprende a Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Elifaz reprende a Job (18:4:1 - 18:5:27)

Entonces intervino Elifaz el temanita y dijo:

—Si alguien intentara hablarte, ¿te impacientarías? Pero, ¿quién podrá reprimir las palabras?

He aquí, tú instruías a muchos y afirmabas las manos debilitadas.

Tus palabras levantaban al que tropezaba; y fortalecías las rodillas que se doblaban.

Pero ahora te sucede a ti y te impacientas; ha llegado a ti, y te turbas.

¿Acaso tu confianza no es tu devoción; y la integridad de tus caminos, tu esperanza?

Recuerda, por favor, ¿quién ha perecido por ser inocente? ¿Dónde han sido destruidos los rectos?

Como he visto, los que aran iniquidad y siembran sufrimiento cosechan lo mismo.

Perecen por el aliento de Dios, y por el soplo de su ira son consumidos.

El rugido del león, el gruñido del cachorro, y los dientes de los leoncillos son quebrantados.

El león perece por falta de presa, y los hijos de la leona se dispersan.

Un mensaje me ha sido traído en secreto, y mi oído ha percibido un susurro de ello:

En medio de los inquietantes pensamientos de las visiones nocturnas, cuando el sueño profundo cae sobre los hombres,

me sobrevinieron espanto y estremecimiento que aterraron todos mis huesos.

Entonces un fantasma pasó frente a mí, e hizo que se erizara el vello de mi cuerpo.

Se detuvo, pero yo no reconocí su semblante. Ante mis ojos había una imagen, y oí una voz apacible:

“¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más puro que su Hacedor?

Si Dios no se fía ni de sus siervos y aun en sus ángeles halla errores,

¡cuánto más los que habitan en casas de barro, cuyos fundamentos están en el polvo, serán aplastados más pronto que la polilla!

De la mañana a la tarde son triturados; sin que nadie los considere, se pierden para siempre.

¿Acaso no serán arrancadas las cuerdas de sus tiendas? En ellas mueren, pero sin sabiduría.”

¡Clama, pues! ¿Habrá quien te responda? ¿A cuál de los santos acudirás?

Porque la angustia mata al necio, y el apasionamiento hace morir al simple.

Yo he visto al necio que echaba raíces y al instante maldije su morada.

Sus hijos están lejos de toda salvación; en la puerta de la ciudad serán aplastados, y no habrá quien los libre.

Lo que ellos cosechen lo comerá el hambriento, y aun de las espinas lo tomará. Y los sedientos absorberán sus riquezas.

Ciertamente la aflicción no sale del polvo, ni el sufrimiento brota de la tierra.

Pero el hombre nace para el sufrimiento, así como las chispas vuelan hacia arriba.

Pero yo, en cambio, apelaría a Dios y a la Divinidad confiaría mi causa.

El hace cosas grandes e inescrutables, y maravillas que no se pueden enumerar.

El da la lluvia sobre la faz de la tierra y envía las aguas sobre la faz de los campos.

El pone en alto a los humillados, y los enlutados logran gran liberación.

El frustra los planes de los astutos, para que sus manos no logren su propósito.

El atrapa a los sabios en sus argucias, y el designio de los sagaces es trastornado.

De día se encuentran con las tinieblas, y a mediodía andan a tientas como de noche.

El libra al desolado de la boca de ellos, y al pobre de la mano del fuerte.

Así habrá esperanza para el necesitado, y la perversidad cerrará su boca.

¡He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios disciplina! No menosprecies la corrección del Todopoderoso.

Porque él hace doler, pero también venda; él golpea, pero sus manos sanan.

En seis tribulaciones te librará; y en siete no te tocará el mal.

En el hambre te redimirá de la muerte; y en la guerra, del poder de la espada.

Serás escondido del azote de la lengua, y no temerás cuando venga la destrucción.

De la destrucción y del hambre te reirás, y no temerás las fieras de la tierra.

Pues aun con las piedras del campo tendrás alianza, y los animales del campo tendrán paz contigo.

Sabrás que tu tienda está en paz; revisarás tu morada, y nada echarás de menos.

Sabrás que tu descendencia es mucha, que tu prole es como la hierba de la tierra.

Irás a la tumba lleno de vigor, cual gavilla de trigo que se recoge a su tiempo.

Esto es lo que hemos investigado, y así es. Escúchalo tú y conócelo para tu bien.




Job reprocha la actitud de sus amigos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job reprocha la actitud de sus amigos (18:6:1 - 18:6:30)

Entonces respondió Job y dijo:

—¡Oh, si pudieran pesar mi angustia, y pusiesen igualmente mi ruina en la balanza!

Ciertamente ahora pesarían más que la arena de los mares. Por eso mis palabras han sido apresuradas;

porque las flechas del Todopoderoso están en mí, y mi espíritu bebe su veneno. Me combaten los terrores de parte de Dios.

¿Acaso rebuzna el asno montés junto a la hierba? ¿Acaso muge el buey junto a su forraje?

¿Se comerá lo insípido sin sal? ¿Habrá gusto en la baba de la malva?

Mi alma rehúsa tocarlos, pero ellos están como mi repugnante comida.

¡Quién hiciera que se cumpliese mi petición, y que Dios me concediese mi anhelo;

que Dios se dignara aplastarme; que soltara su mano y acabara conmigo!

Aun esto sería mi consuelo, y saltaría de gozo en medio de mi dolor sin tregua: el que no he negado las palabras del Santo.

¿Qué fuerza tengo para esperar aún? ¿Qué meta tengo para alargar mi vida?

¿Acaso mi fuerza es como la fuerza de las piedras? ¿Acaso mi cuerpo es de bronce?

Ciertamente no tengo ayuda en mí mismo, y los recursos han sido alejados de mí.

Un desesperado debe contar con la lealtad de su amigo, aunque abandone el temor del Todopoderoso.

Pero mis hermanos me han decepcionado como un torrente; han pasado como la corriente de los arroyos,

que son turbios por causa del deshielo, y en ellos desaparece la nieve.

En el tiempo del calor son silenciados, y al calentarse desaparecen de su lugar.

Las caravanas se apartan de su ruta; desaparecen en el vacío y perecen.

Las caravanas de Temán ponen su mira en ellos; en ellos esperan los viajeros de Saba.

Pero son confundidos por haber confiado; cuando llegan a ellos, quedan defraudados.

Ciertamente, ahora habéis llegado a ser así; habéis visto el horror y tenéis miedo.

¿Acaso yo os he dicho: “Traedme algo,” o: “De vuestros recursos ofreced algo en mi favor,”

o: “Libradme de la mano del enemigo,” o: “Rescatadme de la mano de los violentos”?

Enseñádmelo, y yo me callaré; hacedme entender en qué he errado.

¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Pero vosotros, ¿qué es lo que pretendéis reprender?

¿Pensáis reprender las palabras y los dichos de un desesperado, como si fueran viento?

Vosotros seríais capaces de rifar a un huérfano y de especular sobre vuestro amigo.

Ahora pues, dignaos prestarme atención, pues ciertamente no mentiré ante vuestra cara.

Por favor, desistid, y que no haya iniquidad. Sí, desistid, pues está en juego mi reivindicación.

¿Acaso hay iniquidad en mi lengua? ¿Acaso mi paladar no puede discernir las calamidades?




Job argumenta contra Dios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job argumenta contra Dios (18:7:1 - 18:7:21)

¿Acaso no es una milicia lo que tiene el hombre en la tierra? ¿No son sus días como los días de un asalariado?

Como el esclavo que anhela la sombra, o como el asalariado que espera su paga,

así he tenido que heredar meses de futilidad, y me han sido asignadas noches de sufrimiento.

Si estoy acostado, digo: “¿Cuándo me levantaré?” Y por la noche me colmo de inquietudes hasta el alba.

Mi carne se ha vestido de gusanos y de costras de tierra; mi piel resquebrajada se deshace.

Mis días son más veloces que la lanzadera del tejedor y se acaban sin que haya esperanza.

Acuérdate de que mi vida es un soplo; mis ojos no volverán a ver el bien.

El ojo del que me ve no me verá más. Tu ojo se fijará en mí, y yo ya no estaré.

Como la nube se deshace y se desvanece, así el que desciende al Seol no volverá a subir.

No volverá más a su casa, ni su lugar lo volverá a reconocer.

Por tanto, yo no refrenaré mi boca. Hablaré en la angustia de mi espíritu; me quejaré en la amargura de mi alma.

¿Acaso soy yo el mar o el monstruo marino, para que me pongas bajo guardia?

Cuando digo: “Mi cama me consolará, mi lecho aliviará mis quejas,”

entonces me aterras con sueños y me turbas con visiones.

Y así mi alma prefiere la asfixia y la muerte, antes que estos mis huesos.

¡Me deshago! No he de vivir para siempre. ¡Déjame, pues mis días son vanidad!

¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas y para que te preocupes de él;

para que lo visites cada mañana, y para que a cada instante lo pongas a prueba?

¿Hasta cuándo no dejarás de observarme, ni me soltarás para que siquiera trague mi saliva?

Si he pecado, ¿qué daño te hago a ti, oh Vigilante de los hombres? ¿Por qué me pones como tu blanco, y que yo sea una carga para mí mismo?

¿O por qué no perdonas mi rebelión y quitas mi iniquidad? Pues ahora yaceré en el polvo, y si con diligencia me buscas, ya no estaré.