Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > Hechos > Pablo en Efeso (44:19:1 - 44:19:22)
Mientras Apolos estaba en Corinto, aconteció que Pablo, después de recorrer las regiones interiores, bajó a Efeso y encontró a ciertos discÃpulos.
Entonces les dijo: —¿Recibisteis el EspÃritu Santo cuando creÃsteis? Ellos le contestaron: —Ni siquiera hemos oÃdo que haya EspÃritu Santo.
Entonces dijo: —¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos respondieron: —En el bautismo de Juan.
Y dijo Pablo: —Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que habÃa de venir después de él, es decir, en Jesús.
Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el EspÃritu Santo, y ellos hablaban en lenguas y profetizaban.
Eran entre todos como doce hombres.
Durante unos tres meses, entrando en la sinagoga, Pablo predicaba con valentÃa discutiendo y persuadiendo acerca de las cosas del reino de Dios.
Pero como algunos se endurecÃan y rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la multitud, se separó de ellos y tomó a los discÃpulos aparte, discutiendo cada dÃa en la escuela de Tirano.
Dios hacÃa milagros extraordinarios por medio de las manos de Pablo;
de tal manera que hasta llevaban pañuelos o delantales que habÃan tocado su cuerpo para ponerlos sobre los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espÃritus malos salÃan de ellos.
Pero también algunos de los judÃos, exorcistas ambulantes, se pusieron a invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenÃan espÃritus malos, diciendo: —¡Os conjuro por el Jesús que Pablo predica!
Eran siete hijos de un tal Esceva, un judÃo, principal de los sacerdotes, los que hacÃan esto.
Y el hombre en quien estaba el espÃritu malo se lanzó sobre ellos, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
Este acontecimiento fue conocido por todos los que habitaban en Efeso, tanto judÃos como griegos. Cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado.
Muchos de los que habÃan creÃdo venÃan confesando y reconociendo sus prácticas públicamente.
Asimismo, un buen número de los que habÃan practicado la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y hallaron que era de 50.000 monedas de plata.
Cuando estas cosas se cumplieron, Pablo propuso en su espÃritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: “Después que haya estado en Jerusalén, me será preciso ver también a Roma.”
Y después de enviar a Macedonia a dos de los que le ayudaban, a Timoteo y a Erasto, él mismo se detuvo por algún tiempo en Asia.
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