Job maldice el día en que nació

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job maldice el día en que nació (18:3:1 - 18:3:26)

Después de esto Job abrió su boca y maldijo su día.

Tomó Job la palabra y dijo:

—Perezca el día en que nací, y la noche en que se dijo: “¡Un varón ha sido concebido!”

Sea aquel día tinieblas. Dios no pregunte por él desde arriba, ni resplandezca la claridad sobre él.

Reclámenlo para sí las tinieblas y la densa oscuridad; repose sobre él una nube, y cáusele terror el oscurecimiento del día.

Apodérese de aquella noche la oscuridad. No sea contada junto con los días del año ni aparezca en el cómputo de los meses.

¡He aquí, sea aquella noche estéril; no penetren en ella los gritos de júbilo!

Maldíganla los que maldicen el día, los que se aprestan a instigar al Leviatán.

Oscurézcanse sus estrellas matutinas. Espere la luz, pero no le llegue, ni vea los destellos de la aurora;

porque no cerró las puertas de la matriz, para esconder de mis ojos el sufrimiento.

¿Por qué no morí en las entrañas, o expiré al salir del vientre?

¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Para qué los pechos que mamé?

Pues ahora yacería y estaría en quietud. Dormiría y tendría reposo

junto con los reyes y los consejeros de la tierra, que reedificaron ruinas para sí;

o con los príncipes que poseían el oro y que llenaban de plata sus casas.

¡Oh! ¿Por qué no fui escondido como un abortivo, como las criaturas que nunca vieron la luz?

Allí los impíos dejan de perturbar; allí descansan los de agotadas fuerzas.

Los prisioneros están juntos en descanso y no escuchan la voz del capataz.

Tanto el pequeño como el grande están allí; y el esclavo, ya libre de su amo.

¿Para qué darle luz al que sufre, y vida a los de alma amargada;

a los que esperan la muerte, y no llega, aunque la busquen más que a tesoros enterrados;

a los que se alegran ante el gozo y se regocijan cuando hallan el sepulcro;

al hombre cuyo camino está escondido, y a quien Dios ha cercado?

Porque antes de mi pan viene mi suspiro, y mis gemidos corren como el agua.

El miedo que presentía me ha sobrevenido; lo que me daba terror me ha acontecido.

No tengo tranquilidad; no tengo quietud; no tengo sosiego; más bien, me viene la desesperación.

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