Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job confía en que Dios lo justificará (18:19:1 - 18:24:25)
Entonces respondió Job y dijo:
—¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma y me trituraréis con palabras?
Ya me habéis injuriado diez veces. ¿No os avergonzáis de haberme atacado?
Si en verdad he errado, conmigo permanecerá mi error.
Pero si en realidad vosotros os jactáis contra mí, y contra mí usáis mi oprobio como argumento,
sabed, pues, que Dios me ha agraviado y me ha envuelto en su red. su oración.
He aquí, aunque grito: “¡Violencia!,” no soy oído; doy voces, y no hay justicia.
El ha cercado mi camino, para que yo no pase; sobre mis senderos ha puesto tinieblas.
Me ha desvestido de mi gloria, y ha quitado la corona de mi cabeza.
Por todos lados me despedaza, y me marcho; ha arrancado mi esperanza como a un árbol.
Hace que su furor se inflame contra mí y me considera como a uno de sus adversarios.
A una vienen sus tropas; allanan su camino contra mí, y ponen sitio alrededor de mi morada.
Hizo que mis hermanos se alejaran de mí; mis amigos se apartaron por completo.
Mis parientes me han fallado; mis conocidos me han olvidado.
Los que habitan en mi casa y mis criadas me consideran un extraño; he llegado a ser un extranjero ante sus ojos.
Llamo a mi siervo, y no responde; con mi propia boca le tengo que rogar.
Mi aliento ha venido a ser repulsivo a mi mujer, y apesto aun ante mis propios hijos.
Aun los niños me desprecian; si me levanto, hablan contra mí.
Todos mis amigos íntimos me abominan; aquellos a quienes amo se han vuelto contra mí.
Mis huesos se pegan a mi piel y a mi carne; he escapado apenas con la piel de mis dientes.
¡Compadeceos vosotros de mí! ¡Compadeceos de mí, oh amigos míos! Porque la mano de Dios me ha tocado.
¿Por qué me perseguís, como lo hace Dios? ¿No os satisfacéis con mi carne?
¡Oh, que mis palabras fuesen escritas! ¡Oh, que fuesen grabadas en un libro!
¡Que con cincel de hierro y de plomo fuesen cinceladas en la roca para siempre!
Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo.
Y después que hayan deshecho esta mi piel, ¡en mi carne he de ver a Dios,
a quien yo mismo he de ver! Lo verán mis ojos, y no los de otro. Mi corazón se consume dentro de mí.
Si decís: “¿Cómo lo acosaremos?,” y “La raíz del asunto se halla en él,”
temed por vosotros ante la espada. Porque la espada representa la ira contra las iniquidades, para que sepáis que hay un juicio.
Ellos están entre aquellos que se rebelan contra la luz, que no reconocen los caminos de Dios, ni permanecen en sus sendas.
De madrugada se levanta el asesino, mata al pobre y necesitado, y de noche actúa como ladrón.
El ojo del adúltero aguarda el anochecer diciendo: “Nadie me verá,” y pone un velo sobre su cara.
En la oscuridad minan las casas; de día se encierran, pues no conocen la luz.
Ciertamente el amanecer es para ellos densa oscuridad, porque conocen los terrores de la densa oscuridad.
Son veloces sobre la superficie de las aguas; la porción de ellos será maldita en la tierra. No volverán por el camino de las viñas.
Como la sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve, el Seol arrebata a los que han pecado.
El vientre materno se olvidará de él; los gusanos saborearán su dulzura, hasta que nadie lo recuerde; como árbol será quebrantada la iniquidad.
Porque aflige a la estéril, que no da a luz; y a la viuda nunca hace el bien.
A los fuertes arrastra con su poder; se levanta y no cree ni en su propia vida.
Dios deja que se sientan seguros y que en ello se apoyen, pero sus ojos están sobre los caminos de ellos.
Son ensalzados por un poco, pero desaparecen. Son abatidos y recolectados como malvas. Se marchitan como la cabeza de las espigas.
Si no es así, ¿quién podrá desmentirme y reducir a la nada mi argumento?
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