Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > Segunda epÃstola de San Pedro > El dÃa del Señor vendrá (61:3:1 - 61:3:18)
Amados, ésta es la segunda carta que os escribo. En estas dos cartas estimulo con exhortación vuestro limpio entendimiento,
para que recordéis las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y el mandamiento del Señor y Salvador declarado por vuestros apóstoles.
Primeramente, sabed que en los últimos dÃas vendrán burladores con sus burlas, quienes procederán según sus bajas pasiones,
y dirán: “¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde el dÃa en que nuestros padres durmieron todas las cosas siguen igual, asà como desde el principio de la creación.”
Pues bien, por su propia voluntad pasan por alto esto: que por la palabra de Dios existÃan desde tiempos antiguos los cielos, y la tierra que surgió del agua y fue asentada en medio del agua.
Por esto el mundo de entonces fue destruido, inundado en agua.
Pero por la misma palabra, los cielos y la tierra que ahora existen están reservados para el fuego, guardados hasta el dÃa del juicio y de la destrucción de los hombres impÃos.
Pero, amados, una cosa no paséis por alto: que delante del Señor un dÃa es como mil años y mil años como un dÃa.
El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; más bien, es paciente para con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento.
Pero el dÃa del Señor vendrá como ladrón. Entonces los cielos pasarán con grande estruendo; los elementos, ardiendo, serán deshechos, y la tierra y las obras que están en ella serán consumidas.
Ya que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡qué clase de personas debéis ser vosotros en conducta santa y piadosa,
aguardando y apresurándoos para la venida del dÃa de Dios! Por causa de ese dÃa los cielos, siendo encendidos, serán deshechos; y los elementos, al ser abrasados, serán fundidos.
Según las promesas de Dios esperamos cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia.
Por tanto, oh amados, estando a la espera de estas cosas, procurad con empeño ser hallados en paz por él, sin mancha e irreprensibles.
Considerad que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo os ha escrito, según la sabidurÃa que le ha sido dada.
El habla de estas cosas en todas sus epÃstolas, en las cuales hay algunas cosas difÃciles de entender, que los indoctos e inconstantes tuercen, como lo hacen también con las otras Escrituras, para su propia destrucción.
Asà que vosotros, oh amados, sabiendo esto de antemano, guardaos; no sea que, siendo desviados por el engaño de los malvados, caigáis de vuestra firmeza.
Más bien, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea la gloria ahora y hasta el dÃa de la eternidad. Amén.
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