Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > EpÃstola de San Pablo a los Romanos > Deberes cristianos (45:12:1 - 45:13:14)
Asà que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
Digo, pues, a cada uno de vosotros, por la gracia que me ha sido dada, que nadie tenga más alto concepto de sà que el que deba tener; más bien, que piense con sensatez, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno.
Porque de la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero todos los miembros no tienen la misma función;
asà nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero todos somos miembros los unos de los otros.
De manera que tenemos dones que varÃan según la gracia que nos ha sido concedida: Si es de profecÃa, úsese conforme a la medida de la fe;
si es de servicio, en servir; el que enseña, úselo en la enseñanza;
el que exhorta, en la exhortación; el que comparte, con liberalidad; el que preside, con diligencia; y el que hace misericordia, con alegrÃa.
El amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndoos a lo bueno:
amándoos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros;
no siendo perezosos en lo que requiere diligencia; siendo ardientes en espÃritu, sirviendo al Señor;
gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación, constantes en la oración;
compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.
Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis.
Gozaos con los que se gozan. Llorad con los que lloran.
Tened un mismo sentir los unos por los otros, no siendo altivos, sino acomodándoos a los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
No paguéis a nadie mal por mal. Procurad lo bueno delante de todos los hombres.
Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres.
Amados, no os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque está escrito: MÃa es la venganza; yo pagaré, dice el Señor.
Más bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza.
No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien.
Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no provenga de Dios; y las que hay, por Dios han sido constituidas.
Asà que, el que se opone a la autoridad, se opone a lo constituido por Dios; y los que se oponen recibirán condenación para sà mismos.
Porque los gobernantes no están para infundir el terror al que hace lo bueno, sino al que hace lo malo. ¿Quieres no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás su alabanza;
porque es un servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no lleva en vano la espada; pues es un servidor de Dios, un vengador para castigo del que hace lo malo.
Por lo cual, es necesario que estéis sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por motivos de conciencia.
Porque por esto pagáis también los impuestos, pues los gobernantes son ministros de Dios que atienden a esto mismo.
Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.
No debáis a nadie nada, salvo el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley.
Porque los mandamientos—no cometerás adulterio, no cometerás homicidio, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento— se resumen en esta sentencia: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El amor no hace mal al prójimo; asà que el amor es el cumplimiento de la ley.
Y haced esto conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más cercana de nosotros que cuando creÃmos.
La noche está muy avanzada, y el dÃa está cerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz.
Andemos decentemente, como de dÃa; no con glotonerÃas y borracheras, ni en pecados sexuales y desenfrenos, ni en peleas y envidia.
Más bien, vestÃos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para satisfacer los malos deseos de la carne.