Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > El Apocalipsis de San Juan > La nueva Jerusalén (66:21:9 - 66:22:5)
Vino uno de los siete ángeles que tenÃan las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y habló conmigo diciendo: “Ven acá. Yo te mostraré la novia, la esposa del Cordero.”
Me llevó en el EspÃritu sobre un monte grande y alto, y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, que descendÃa del cielo de parte de Dios.
TenÃa la gloria de Dios, y su resplandor era semejante a la piedra más preciosa, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal.
TenÃa un muro grande y alto. TenÃa doce puertas, y a las puertas habÃa doce ángeles, y nombres inscritos que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel.
Tres puertas daban al este, tres puertas al norte, tres puertas al sur y tres puertas al oeste.
El muro de la ciudad tenÃa doce fundamentos, y sobre ellos los doce nombres de los apóstoles del Cordero.
El que hablaba conmigo tenÃa una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
La ciudad está dispuesta en forma cuadrangular. Su largo es igual a su ancho. El midió la ciudad con la caña, y tenÃa 12.000 estadios. El largo, el ancho y el alto son iguales.
Midió su muro, 144 codos según medida de hombre, que es la del ángel.
El material del muro era jaspe, y la ciudad era de oro puro semejante al vidrio limpio.
Los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda,
el quinto de ónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista.
Las doce puertas eran doce perlas; cada puerta fue hecha de una sola perla. La plaza era de oro puro como vidrio transparente.
No vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella.
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna, para que resplandezcan en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara.
Las naciones andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra llevan a ella su gloria.
Sus puertas nunca serán cerradas de dÃa, pues allà no habrá noche.
Y llevarán a ella la gloria y la honra de las naciones.
Jamás entrará en ella cosa impura o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Después me mostró un rÃo de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero.
En medio de la avenida de la ciudad, y a uno y otro lado del rÃo, está el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. Las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones.
Ya no habrá más maldición. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le rendirán culto.
Verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
No habrá más noche, ni tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol; porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.