Los que rechazan la gracia de Dios
Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > EpÃstola a los Hebreos > Los que rechazan la gracia de Dios (58:12:12 - 58:12:29)
Por lo tanto, fortaleced las manos debilitadas y las rodillas paralizadas;
y enderezad para vuestros pies los caminos torcidos, para que el cojo no sea desviado, sino más bien sanado.
Procurad la paz con todos, y la santidad sin la cual nadie verá al Señor.
Mirad bien que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que ninguna raÃz de amargura brote y cause estorbo, y que por ella muchos sean contaminados;
que ninguno sea inmoral ni profano como Esaú que por una sola comida vendió su propia primogenitura.
Porque ya sabéis que fue reprobado, a pesar de que después querÃa heredar la bendición, porque no halló más ocasión de arrepentimiento, aunque lo buscó con lágrimas.
No os habéis acercado al monte que se podÃa tocar, al fuego encendido, a las tinieblas, a la profunda oscuridad, a la tempestad,
al sonido de la trompeta y al estruendo de las palabras, que los que lo oyeron rogaron que no se les hablase más;
porque no podÃan soportar lo que se mandaba: Si un animal toca el monte, será apedreado.
Y tan terrible era aquel espectáculo que Moisés dijo: “¡Estoy aterrado y temblando!”
Más bien, os habéis acercado al monte Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a la reunión de millares de ángeles,
a la asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el juez de todos, a los espÃritus de los justos ya hechos perfectos,
a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
Mirad que no rechacéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que en la tierra rechazaron al que advertÃa, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos del que advierte desde los cielos.
Su voz estremeció la tierra en aquel entonces, y ahora ha prometido diciendo: TodavÃa una vez más estremeceré no sólo la tierra, sino también el cielo.
La expresión “todavÃa una vez más” indica con claridad que será removido lo que puede ser sacudido, como las cosas creadas, para que permanezca lo que no puede ser sacudido.
Asà que, habiendo recibido un reino que no puede ser sacudido, retengamos la gracia, y mediante ella sirvamos a Dios, agradándole con temor y reverencia.
Porque nuestro Dios es fuego consumidor.