Nuevo Testamento

Viviendo por la fe

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > Viviendo por la fe (47:4:7 - 47:5:10)

Con todo, tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.

Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; perplejos, pero no desesperados;

perseguidos, pero no desamparados; abatidos, pero no destruidos.

Siempre llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús por todas partes, para que también en nuestro cuerpo se manifieste la vida de Jesús.

Porque nosotros que vivimos, siempre estamos expuestos a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

De manera que en nosotros actúa la muerte, pero en vosotros actúa la vida.

Sin embargo, tenemos el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí; por lo tanto hablé. Nosotros también creemos; por lo tanto también hablamos,

sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará a su lado juntamente con vosotros.

Porque todas estas cosas suceden por causa vuestra para que, mientras aumente la gracia por medio de muchos, abunde la acción de gracias para la gloria de Dios.

Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día.

Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable;

no fijando nosotros la vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas.

Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda temporal, se deshace, tenemos un edificio de parte de Dios, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos.

Pues en esta tienda gemimos deseando ser sobrevestidos de nuestra habitación celestial;

y aunque habremos de ser desvestidos, no seremos hallados desnudos.

Porque los que estamos en esta tienda gemimos agobiados, porque no quisiéramos ser desvestidos, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

Pues el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado la garantía del Espíritu.

Así vivimos, confiando siempre y comprendiendo que durante nuestra estancia en el cuerpo peregrinamos ausentes del Señor.

Porque andamos por fe, no por vista.

Pues confiamos y consideramos mejor estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor.

Por lo tanto, estemos presentes o ausentes, nuestro anhelo es serle agradables.

Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho por medio del cuerpo, sea bueno o malo.

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El ministerio de la reconciliación

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > El ministerio de la reconciliación (47:5:11 - 47:6:13)

Conociendo, entonces, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pues a Dios le es manifiesto lo que somos, y espero que también lo sea a vuestras conciencias.

No nos recomendamos otra vez ante vosotros, sino que os damos ocasión de gloriaros por nosotros, con el fin de que tengáis respuesta frente a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón.

Porque si estamos fuera de nosotros, es para Dios; o si estamos en nuestro juicio, es para vosotros.

Porque el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron.

Y él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

De manera que nosotros, de aquí en adelante, a nadie conocemos según la carne; y aun si hemos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no le conocemos así.

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación:

que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus transgresiones y encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación.

Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios os exhorta por medio nuestro, rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios!

Al que no conoció pecado, por nosotros Dios le hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él.

Y así nosotros, como colaboradores, os exhortamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios;

porque dice: En tiempo favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. ¡He aquí ahora el tiempo más favorable! ¡He aquí ahora el día de salvación!

No damos a nadie ocasión de tropiezo en nada, para que nuestro ministerio no sea desacreditado.

Más bien, en todo nos presentamos como ministros de Dios: en mucha perseverancia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias,

en azotes, en cárceles, en tumultos, en duras labores, en desvelos, en ayunos,

en pureza, en conocimiento, en tolerancia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor no fingido,

en palabra de verdad, en poder de Dios, por medio de armas de justicia a derecha y a izquierda;

por honra y deshonra, por mala fama y buena fama; como engañadores, pero siendo hombres de verdad;

como no conocidos, pero bien conocidos; como muriendo, pero he aquí vivimos; como castigados, pero no muertos;

como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo.

Nuestra boca ha sido franca con vosotros, oh corintios; nuestro corazón está abierto.

No estáis limitados en nosotros; lo estáis en vuestros propios corazones.

Pues para corresponder del mismo modo, como a hijos os hablo: ¡Abrid vosotros también vuestro corazón!

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Somos templo del Dios viviente

Imagen Somos templo del Dios viviente 1
Enviado por Mercedes

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > Somos templo del Dios viviente (47:6:14 - 47:7:1)

No os unáis en yugo desigual con los no creyentes. Porque ¿qué compañerismo tiene la rectitud con el desorden? ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas?

¿Qué armonía hay entre Cristo y Belial? ¿Qué parte tiene el creyente con el no creyente?

¿Qué acuerdo puede haber entre un templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.

Por lo cual, ¡Salid de en medio de ellos, y apartaos! dice el Señor. No toquéis lo impuro, y yo os recibiré;

y seré para vosotros Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.

Así que, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza de cuerpo y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

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Regocijo de Pablo al arrepentirse los corintios

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > Regocijo de Pablo al arrepentirse los corintios (47:7:2 - 47:7:16)

Recibidnos. A nadie hemos agraviado; a nadie hemos corrompido; a nadie hemos explotado.

No digo esto para condenaros; porque ya dije que estáis en nuestros corazones, para juntos morir y juntos vivir.

Tengo mucha confianza en vosotros; mucho me glorío en vosotros; lleno estoy de consolación; sobreabundo de gozo en toda nuestra aflicción.

Cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo; más bien, en todo fuimos atribulados: de fuera conflictos, de dentro temores.

Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito.

Y no sólo con su venida, sino también con la consolación que él recibió en cuanto a vosotros, haciéndonos saber vuestro anhelo, vuestras lágrimas y vuestro celo por mí, para que así me gozara más.

Porque si bien os causé tristeza con la carta, no me pesa, aunque entonces sí me pesó; porque veo que aquella carta os causó tristeza sólo por un tiempo.

Ahora me gozo, no porque hayáis sentido tristeza, sino porque fuisteis entristecidos hasta el arrepentimiento; pues habéis sido entristecidos según Dios, para que ningún daño sufrierais de nuestra parte.

Porque la tristeza que es según Dios genera arrepentimiento para salvación, de que no hay que lamentarse; pero la tristeza del mundo degenera en muerte.

Pues he aquí, el mismo hecho de que hayáis sido entristecidos según Dios, ¡cuánta diligencia ha producido en vosotros! ¡Qué disculpas, qué indignación, qué temor, qué ansiedad, qué celo y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.

Así que, si bien os escribí, no fue por causa del que cometió la ofensa ni por causa del que la padeció, sino para que vuestra solicitud por nosotros se manifestara entre vosotros en la presencia de Dios.

Por tanto, hemos sido consolados. Pero mucho más que por nuestra consolación, nos gozamos por el gozo de Tito, porque su espíritu ha sido reanimado por todos vosotros.

Pues si en algo me he mostrado orgulloso de vosotros ante él, no quedé avergonzado. Al contrario, como os habíamos dicho todo con verdad, así también nuestro motivo de orgullo ante Tito fue hallado verdadero.

Ahora sus sentimientos se han intensificado con respecto a vosotros, recordando la obediencia de todos vosotros, de cómo lo recibisteis con temor y temblor.

Me gozo de que en todo puedo confiar en vosotros.

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La ofrenda para los santos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Segunda epístola de San Pablo a los Corintios > La ofrenda para los santos (47:8:1 - 47:9:15)

Ahora, hermanos, os hacemos conocer la gracia de Dios que ha sido concedida a las iglesias de Macedonia;

que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su extrema pobreza abundaron en las riquezas de su generosidad.

Porque doy testimonio de que espontáneamente han dado de acuerdo con sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas,

pidiéndonos con muchos ruegos que les concediéramos la gracia de participar en la ayuda para los santos.

Y superando lo que esperábamos, se dieron primeramente ellos mismos al Señor y a nosotros, por la voluntad de Dios.

De manera que exhortamos a Tito para que así como ya había comenzado, también llevase a cabo esta gracia entre vosotros.

Por tanto, así como ya abundáis en todo—en fe, en palabra, en conocimiento, en toda diligencia y en vuestro amor para con nosotros—, abundad también en esta gracia.

No hablo como quien manda, sino para poner también a prueba, por la eficacia de otros, la sinceridad de vuestro amor.

Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, por amor de vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.

Y en esto doy mi consejo; porque esto os conviene a vosotros que desde el año pasado tomasteis la iniciativa, no sólo para hacerlo, sino también para quererlo hacer.

Ahora pues, llevad el hecho a su culminación para que, como fuisteis prontos a querer, así lo seáis para cumplir conforme a lo que tenéis.

Porque si primero se tiene dispuesta la voluntad, se acepta según lo que uno tenga, no según lo que no tenga.

Pero no digo esto para que haya para otros alivio, y para vosotros estrechez;

sino para que haya igualdad. En este tiempo vuestra abundancia supla lo que a ellos les falta, para que también la abundancia de ellos supla lo que a vosotros os falte, a fin de que haya igualdad;

como está escrito: El que recogió mucho no tuvo más, y el que recogió poco no tuvo menos.

Gracias a Dios que puso en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros.

Pues él, a la verdad, aceptó la exhortación; pero siendo también muy solícito, de su propia iniciativa partió hacia vosotros.

Y enviamos juntamente con él al hermano cuyo renombre en el evangelio se oye en todas las iglesias.

Y no sólo esto, sino que también ha sido designado por las iglesias como compañero de viaje, para llevar esta expresión de generosidad que es administrada por nosotros para gloria del Señor mismo, y para demostrar nuestra solicitud,

evitando que nadie nos desacredite con respecto a este abundante donativo que administramos.

Porque procuramos que las cosas sean honestas, no sólo delante del Señor, sino también delante de los hombres.

Y enviamos con ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado muchas veces; pero ahora mucho más, por la mucha confianza que tiene en vosotros.

En cuanto a Tito, él es compañero mío y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, ellos son mensajeros de las iglesias y gloria de Cristo.

Mostrad, pues, para con ellos ante las iglesias la prueba de nuestro amor y de nuestro motivo de orgullo respecto de vosotros.

En cuanto a esta ayuda para los santos, está de más que os escriba;

pues conozco vuestra pronta disposición, por la cual me glorié de vosotros entre los de Macedonia: “Acaya está preparada desde el año pasado.” Y vuestro celo ha servido de estímulo para muchos.

Pero he enviado a estos hermanos para que el orgullo que tenemos de vosotros no sea vano en este respecto, y para que estéis preparados, como vengo diciendo.

No sea que, si van conmigo algunos macedonios y os hallan no preparados, nos avergoncemos nosotros (por no decir vosotros) por haber tenido esta confianza.

Por eso he creído conveniente exhortar a los hermanos a que vayan a vosotros con anticipación y preparen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como muestra de generosidad y no como de exigencia.

Y digo esto: El que siembra escasamente cosechará escasamente, y el que siembra con generosidad también con generosidad cosechará.

Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación; porque Dios ama al dador alegre.

Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra;

como está escrito: Esparció; dio a los pobres. Su justicia permanece para siempre.

El que da semilla al que siembra y pan para comer, proveerá y multiplicará vuestra semilla y aumentará los frutos de vuestra justicia.

Esto, para que seáis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce acciones de gracias a Dios por medio de nosotros.

Porque el ministrar este servicio sagrado no solamente suple lo que falta a los santos, sino que redunda en abundantes acciones de gracias a Dios.

Al experimentar esta ayuda, ellos glorificarán a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por vuestra liberalidad en la contribución para con ellos y con todos.

Además, por su oración a vuestro favor, demuestran que os quieren a causa de la sobreabundante gracia de Dios en vosotros.

¡Gracias a Dios por su don inefable!

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