Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > Hechos > Pedro y Cornelio (44:10:1 - 44:10:48)
HabÃa en Cesarea cierto hombre llamado Cornelio, que era centurión de la compañÃa llamada la Italiana.
Era piadoso y temeroso de Dios, junto con toda su casa. HacÃa muchas obras de misericordia para el pueblo y oraba a Dios constantemente.
Como a la hora novena del dÃa, él vio claramente en visión a un ángel de Dios que entró hacia él y le dijo: —Cornelio.
Con los ojos puestos en el ángel y espantado, él dijo: —¿Qué hay, Señor? Y le dijo: —Tus oraciones y tus obras de misericordia han subido como memorial ante la presencia de Dios.
Ahora, pues, envÃa hombres a Jope y haz venir a cierto Simón, que tiene por sobrenombre Pedro.
Este se hospeda con un tal Simón, curtidor, quien tiene su casa junto al mar.
En cuanto se fue el ángel que hablaba con él, Cornelio llamó a dos de sus criados y a un soldado piadoso de entre sus asistentes,
y después de haberles contado todo esto, los envió a Jope.
Al dÃa siguiente, mientras ellos iban viajando por el camino y llegaban cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, como a la sexta hora.
Sintió mucha hambre y deseaba comer; pero mientras preparaban la comida, le sobrevino un éxtasis.
Vio el cielo abierto y un objeto que descendÃa como un gran lienzo, bajado por sus cuatro extremos a la tierra.
En el lienzo habÃa toda clase de cuadrúpedos y reptiles de la tierra y aves del cielo.
Y le vino una voz: —Levántate, Pedro; mata y come.
Entonces Pedro dijo: —¡De ninguna manera, Señor! Porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.
La voz volvió a él por segunda vez: —Lo que Dios ha purificado, no lo tengas tú por común.
Esto ocurrió tres veces, y de repente el objeto fue elevado al cielo.
Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sà acerca de lo que pudiera ser la visión que habÃa visto, he aquà los hombres enviados por Cornelio, habiendo preguntado por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
Entonces llamaron y preguntaron si un Simón que tenÃa por sobrenombre Pedro se hospedaba allÃ.
Como Pedro seguÃa meditando en la visión, el EspÃritu le dijo: “He aquÃ, tres hombres te buscan.
Levántate, pues, y baja. No dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado.”
Entonces Pedro bajó para recibir a los hombres y dijo: —Heme aquÃ. Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la causa por la que habéis venido?
Ellos dijeron: —Cornelio, un centurión, hombre justo y temeroso de Dios, como bien lo testifica toda la nación de los judÃos, ha recibido instrucciones en una revelación por medio de un santo ángel, para hacerte venir a su casa y oÃr tus palabras.
Entonces les hizo entrar y los alojó. Al dÃa siguiente, se levantó y fue con ellos. También le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
Al dÃa siguiente, entraron en Cesarea. Cornelio los estaba esperando, habiendo invitado a sus parientes y a sus amigos más Ãntimos.
Cuando Pedro iba a entrar, Cornelio salió para recibirle, se postró a sus pies y le adoró.
Pero Pedro le levantó diciendo: —¡Levántate! Yo mismo también soy hombre.
Mientras hablaba con él, entró y halló que muchos se habÃan reunido.
Y les dijo: —Vosotros sabéis cuán indebido le es a un hombre judÃo juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre llame común o inmundo.
Por esto, al ser llamado, vine sin poner objeciones. Asà que pregunto: ¿Por qué razón mandasteis por m�
Entonces dijo Cornelio: —Hace cuatro dÃas como a esta hora, la hora novena, yo estaba orando en mi casa. Y he aquÃ, un hombre en vestiduras resplandecientes se puso de pie delante de mÃ
y dijo: “Cornelio, tu oración ha sido atendida, y tus obras de misericordia han sido recordadas ante la presencia de Dios.
EnvÃa, por tanto, a Jope y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro. El está alojado en casa de Simón el curtidor, junto al mar.”
Asà que, inmediatamente envié a ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquà en la presencia de Dios, para oÃr todo lo que el Señor te ha mandado.
Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo: —De veras, me doy cuenta de que Dios no hace distinción de personas,
sino que en toda nación le es acepto el que le teme y obra justicia.
Dios ha enviado un mensaje a los hijos de Israel, anunciando las buenas nuevas de la paz por medio de Jesucristo. El es el Señor de todos.
Vosotros sabéis el mensaje que ha sido divulgado por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan.
Me refiero a Jesús de Nazaret, y a cómo Dios le ungió con el EspÃritu Santo y con poder. El anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Y nosotros somos testigos de todas las cosas que él hizo, tanto en la región de Judea como en Jerusalén. A él le mataron colgándole sobre un madero,
pero Dios le levantó al tercer dÃa e hizo que apareciera,
no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios habÃa escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.
El nos ha mandado a predicar al pueblo y a testificar que él es el que Dios ha puesto como Juez de los vivos y de los muertos.
Todos los profetas dan testimonio de él, y de que todo aquel que cree en él recibirá perdón de pecados por su nombre.
Mientras Pedro todavÃa hablaba estas palabras, el EspÃritu Santo cayó sobre todos los que oÃan la palabra.
Y los creyentes de la circuncisión que habÃan venido con Pedro quedaron asombrados, porque el don del EspÃritu Santo fue derramado también sobre los gentiles;
pues les oÃan hablar en lenguas y glorificar a Dios.
Entonces Pedro respondió: —¿Acaso puede alguno negar el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el EspÃritu Santo, igual que nosotros?
Y les mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara por algunos dÃas.