Epístolas

Adán y Cristo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > Adán y Cristo (45:5:12 - 45:5:21)

Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

Antes de la ley, el pecado estaba en el mundo; pero como no había ley, el pecado no era tenido en cuenta.

No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no pecaron con una ofensa semejante a la de Adán, quien es figura del que había de venir.

Pero el don no es como la ofensa. Porque si por la ofensa de aquel uno murieron muchos, cuánto más abundaron para muchos la gracia de Dios y la dádiva por la gracia de un solo hombre, Jesucristo.

Ni tampoco es la dádiva como el pecado de aquel uno; porque el juicio, a la verdad, surgió de una sola ofensa para condenación, pero la gracia surgió de muchas ofensas para justificación.

Porque si por la ofensa de uno reinó la muerte por aquel uno, cuánto más reinarán en vida los que reciben la abundancia de su gracia y la dádiva de la justicia mediante aquel uno, Jesucristo.

Así que, como la ofensa de uno alcanzó a todos los hombres para la condenación, así también la justicia realizada por uno alcanzó a todos los hombres para la justificación de vida.

Porque como por la desobediencia de un solo hombre, muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos.

La ley entró para agrandar la ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado, sobreabundó la gracia;

para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna, por medio de Jesucristo nuestro Señor.

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Muertos al pecado

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > Muertos al pecado (45:6:1 - 45:6:14)

¿Qué, pues, diremos? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia?

¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él?

¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?

Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.

Porque así como hemos sido identificados con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección.

Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado;

porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado.

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.

Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.

Porque en cuanto murió, para el pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, vive para Dios.

Así también vosotros, considerad que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en Cristo Jesús.

No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos.

Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado, como instrumentos de injusticia; sino más bien presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.

Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, ya que no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

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Siervos de la justicia

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > Siervos de la justicia (45:6:15 - 45:6:23)

¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!

¿No sabéis que cuando os ofrecéis a alguien para obedecerle como esclavos, sois esclavos del que obedecéis; ya sea del pecado para muerte o de la obediencia para justicia?

Pero gracias a Dios porque, aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual os habéis entregado;

y una vez libertados del pecado, habéis sido hechos siervos de la justicia.

Os hablo en términos humanos, a causa de la debilidad de vuestra carne. Porque así como presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad cada vez mayor, así presentad ahora vuestros miembros como esclavos a la justicia para la santidad.

Porque cuando erais esclavos del pecado, estabais libres en cuanto a la justicia.

¿Qué recompensa, pues, teníais entonces por aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.

Pero ahora, libres del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis como vuestra recompensa la santificación, y al fin la vida eterna.

Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.

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Analogía tomada del matrimonio

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > Analogía tomada del matrimonio (45:7:1 - 45:7:6)

Hermanos (hablo con los que conocen la ley), ¿ignoráis que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que vive?

Porque la mujer casada está ligada por la ley a su esposo mientras vive; pero si su esposo muere, ella está libre de la ley del esposo.

Por lo tanto, si ella se une con otro hombre mientras vive su esposo, será llamada adúltera. Pero si su esposo muere, ella es libre de la ley; y si se une con otro esposo, no es adúltera.

De manera semejante, hermanos míos, vosotros también habéis muerto a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para ser unidos con otro, el mismo que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.

Porque mientras vivíamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por medio de la ley actuaban en nuestros miembros, a fin de llevar fruto para muerte.

Pero ahora, habiendo muerto a lo que nos tenía sujetos, hemos sido liberados de la ley, para que sirvamos en lo nuevo del Espíritu y no en lo antiguo de la letra.

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El pecado que mora en mí

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > El pecado que mora en mí (45:7:7 - 45:7:25)

¿Qué, pues, diremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Al contrario, yo no habría conocido el pecado sino por medio de la ley; porque no estaría consciente de la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.

Pero el pecado, tomando ocasión en el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.

Así que, yo vivía en un tiempo sin la ley; pero cuando vino el mandamiento, el pecado revivió; y yo morí.

Y descubrí que el mismo mandamiento que era para vida me resultó en muerte;

porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó; y por él, me mató.

De manera que la ley ciertamente es santa; y el mandamiento es santo, justo y bueno.

Luego, ¿lo que es bueno llegó a ser muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien, el pecado, para mostrarse pecado, mediante lo bueno produjo muerte en mí; a fin de que mediante el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.

Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido a la sujeción del pecado.

Porque lo que hago, no lo entiendo, pues no practico lo que quiero; al contrario, lo que aborrezco, eso hago.

Y ya que hago lo que no quiero, concuerdo con que la ley es buena.

De manera que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que mora en mí.

Yo sé que en mí, a saber, en mi carne, no mora el bien. Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.

Porque no hago el bien que quiero; sino al contrario, el mal que no quiero, eso practico.

Y si hago lo que yo no quiero, ya no lo llevo a cabo yo, sino el pecado que mora en mí.

Por lo tanto, hallo esta ley: Aunque quiero hacer el bien, el mal está presente en mí.

Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;

pero veo en mis miembros una ley diferente que combate contra la ley de mi mente y me encadena con la ley del pecado que está en mis miembros.

¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?

¡Doy gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! Así que yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; pero con la carne, a la ley del pecado.

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