Epístola de San Pablo a los Romanos

El remanente de Israel

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > El remanente de Israel (45:11:1 - 45:11:10)

Por tanto pregunto: ¿Acaso rechazó Dios a su pueblo? ¡De ninguna manera! Porque yo mismo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín.

Dios no rechazó a su pueblo, al cual conoció de antemano. ¿O no sabéis lo que dicen las Escrituras en el caso de Elías, cuando consultó con Dios contra Israel? Dice:

Señor, han matado a tus profetas y han derribado tus altares; y yo he quedado solo, y procuran quitarme la vida.

Pero, ¿qué le dice la respuesta divina? He dejado para mí siete mil hombres que no han doblado la rodilla delante de Baal.

Así también, en este tiempo presente se ha levantado un remanente según la elección de gracia.

Y si es por la gracia, no procede de las obras; de otra manera, la gracia ya no sería gracia.

¿Qué, pues? Lo que Israel busca, eso no alcanzó, pero los elegidos sí lo alcanzaron; y los demás fueron endurecidos,

como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos para no ver, y oídos para no oír, hasta el día de hoy.

Y David dice: Que su mesa se convierta en trampa y red, en tropezadero y retribución para ellos.

Que sus ojos se oscurezcan para no ver, y haz que su espalda se doblegue para siempre.

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La salvación de los gentiles

Imagen La salvación de los gentiles 1

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > La salvación de los gentiles (45:11:11 - 45:11:24)

Pregunto pues: ¿Acaso tropezaron para que cayesen? ¡De ninguna manera! Más bien, con la transgresión de ellos ha venido la salvación a los gentiles, para que ellos sean provocados a celos.

Y si su transgresión es la riqueza del mundo y su fracaso es la riqueza de los gentiles, ¡cuánto más será la plena restauración de ellos!

Y a vosotros los gentiles digo: Por cuanto yo soy apóstol de los gentiles, honro mi ministerio,

por si de alguna manera pueda provocar a celos a los de mi carne y hacer salvos a algunos de ellos.

Porque si la exclusión de ellos resulta en la reconciliación del mundo, ¡qué será su readmisión, sino vida de entre los muertos!

Si la primicia es santa, también lo es toda la masa; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.

Y si algunas de las ramas fueron desgajadas y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado entre ellas y has sido hecho copartícipe de la raíz, es decir, de la abundante savia del olivo,

no te jactes contra las demás ramas. Pero aunque te jactes en contra de ellas, no eres tú quien sustentas a la raíz, sino la raíz a ti.

Entonces dirás: “Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado.”

Está bien; por su incredulidad fueron desgajadas. Pero tú por tu fe estás firme. No te ensoberbezcas, sino teme;

porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.

Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente para con los que cayeron; pero la bondad para contigo, si permaneces en su bondad. De otra manera, tú también serás cortado.

Y ellos también, si no permanecen en incredulidad, serán injertados; porque Dios es poderoso para injertarlos de nuevo.

Pues si tú fuiste cortado del olivo silvestre y contra la naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¡cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo!

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La restauración de Israel

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > La restauración de Israel (45:11:25 - 45:11:36)

Hermanos, para que no seáis sabios en vuestro propio parecer, no quiero que ignoréis este misterio: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles.

Y así todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el libertador; quitará de Jacob la impiedad.

Y éste será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados.

Así que, en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros, pero en cuanto a la elección son amados por causa de los padres;

porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.

De igual manera, vosotros en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos.

Asimismo, ellos han sido desobedientes en este tiempo, para que por la misericordia concedida a vosotros, también a ellos les sea ahora concedida misericordia.

Porque Dios encerró a todos bajo desobediencia, para tener misericordia de todos.

¡Oh la profundidad de las riquezas, y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!

Porque: ¿Quién entendió la mente del Señor? ¿O quién llegó a ser su consejero?

¿O quién le ha dado a él primero para que sea recompensado por él?

Porque de él y por medio de él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

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Deberes cristianos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > Deberes cristianos (45:12:1 - 45:13:14)

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.

Digo, pues, a cada uno de vosotros, por la gracia que me ha sido dada, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que deba tener; más bien, que piense con sensatez, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno.

Porque de la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero todos los miembros no tienen la misma función;

así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero todos somos miembros los unos de los otros.

De manera que tenemos dones que varían según la gracia que nos ha sido concedida: Si es de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;

si es de servicio, en servir; el que enseña, úselo en la enseñanza;

el que exhorta, en la exhortación; el que comparte, con liberalidad; el que preside, con diligencia; y el que hace misericordia, con alegría.

El amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndoos a lo bueno:

amándoos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros;

no siendo perezosos en lo que requiere diligencia; siendo ardientes en espíritu, sirviendo al Señor;

gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación, constantes en la oración;

compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.

Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis.

Gozaos con los que se gozan. Llorad con los que lloran.

Tened un mismo sentir los unos por los otros, no siendo altivos, sino acomodándoos a los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.

No paguéis a nadie mal por mal. Procurad lo bueno delante de todos los hombres.

Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres.

Amados, no os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor.

Más bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza.

No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien.

Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no provenga de Dios; y las que hay, por Dios han sido constituidas.

Así que, el que se opone a la autoridad, se opone a lo constituido por Dios; y los que se oponen recibirán condenación para sí mismos.

Porque los gobernantes no están para infundir el terror al que hace lo bueno, sino al que hace lo malo. ¿Quieres no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás su alabanza;

porque es un servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no lleva en vano la espada; pues es un servidor de Dios, un vengador para castigo del que hace lo malo.

Por lo cual, es necesario que estéis sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por motivos de conciencia.

Porque por esto pagáis también los impuestos, pues los gobernantes son ministros de Dios que atienden a esto mismo.

Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.

No debáis a nadie nada, salvo el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley.

Porque los mandamientos—no cometerás adulterio, no cometerás homicidio, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento— se resumen en esta sentencia: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley.

Y haced esto conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más cercana de nosotros que cuando creímos.

La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz.

Andemos decentemente, como de día; no con glotonerías y borracheras, ni en pecados sexuales y desenfrenos, ni en peleas y envidia.

Más bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para satisfacer los malos deseos de la carne.

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Los débiles en la fe

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola de San Pablo a los Romanos > Los débiles en la fe (45:14:1 - 45:15:6)

Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.

Porque uno cree que puede comer de todo, y el débil come sólo verduras.

El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.

Tú, ¿quién eres que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie o cae; pero será afirmado, porque poderoso es el Señor para afirmarle.

Mientras que uno hace diferencia entre día y día, otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté convencido en su propia mente.

El que hace caso del día, para el Señor lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.

Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.

Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, sea que vivamos o que muramos, somos del Señor.

Porque Cristo para esto murió y vivió, para ser el Señor así de los muertos como de los que viven.

Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Pues todos compareceremos ante el tribunal de Dios,

porque está escrito: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios.

De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios de sí mismo.

Así que, no nos juzguemos más los unos a los otros; más bien, determinad no poner tropiezo, impedimento u obstáculo al hermano.

Yo sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús, que nada hay inmundo en sí; pero para aquel que estima que algo es inmundo, para él sí lo es.

Pues si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No arruines por tu comida a aquel por quien Cristo murió.

Por tanto, no dejéis que se hable mal de lo que para vosotros es bueno;

porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por los hombres.

Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.

No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. A la verdad, todas las cosas son limpias; pero es malo que un hombre cause tropiezo por su comida.

Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tropiece tu hermano.

La fe que tú tienes, tenla para contigo mismo delante de Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba.

Pero el que duda al respecto, es condenado si come, porque no lo hace con fe. Pues todo lo que no proviene de fe es pecado.

Así que, los que somos más fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos.

Cada uno de nosotros agrade a su prójimo para el bien, con miras a la edificación.

Porque Cristo no se agradó a sí mismo; más bien, como está escrito: Las afrentas de los que te afrentaron, cayeron sobre mí.

Pues lo que fue escrito anteriormente fue escrito para nuestra enseñanza, a fin de que por la perseverancia y la exhortación de las Escrituras tengamos esperanza.

Y el Dios de la perseverancia y de la exhortación os conceda que tengáis el mismo sentir los unos por los otros, según Cristo Jesús;

para que unánimes y a una sola voz glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

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