El sacrificio de Cristo quita el pecado
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Era, pues, necesario purificar las figuras de las cosas celestiales con estos ritos; pero las mismas cosas celestiales, con sacrificios mejores que éstos.
Porque Cristo no entró en un lugar santÃsimo hecho de manos, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios a nuestro favor.
Tampoco entró para ofrecerse muchas veces a sà mismo, como entra cada año el sumo sacerdote en el lugar santÃsimo con sangre ajena.
De otra manera, le habrÃa sido necesario padecer muchas veces desde la fundación del mundo. Pero ahora, él se ha presentado una vez para siempre en la consumación de los siglos, para quitar el pecado mediante el sacrificio de sà mismo.
Entonces, tal como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio,
asà también Cristo fue ofrecido una sola vez para quitar los pecados de muchos. La segunda vez, ya sin relación con el pecado, aparecerá para salvación a los que le esperan.
Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros y no la forma misma de estas realidades, nunca puede, por medio de los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente de año en año, hacer perfectos a los que se acercan.
De otra manera, ¿no habrÃan dejado de ser ofrecidos? Porque los que ofrecen este culto, una vez purificados, ya no tendrÃan más conciencia de pecado.
Sin embargo, cada año se hace memoria del pecado con estos sacrificios,
porque la sangre de los toros y de los machos cabrÃos no puede quitar los pecados.
Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron;
entonces dije: “¡Heme aquà para hacer, oh Dios, tu voluntad!” como en el rollo del libro está escrito de mÃ.
Habiendo dicho arriba: Sacrificios, ofrendas y holocaustos por el pecado no quisiste ni te agradaron (cosas que se ofrecen según la ley),
luego dijo: ¡Heme aquà para hacer tu voluntad! El quita lo primero para establecer lo segundo.
Todo sacerdote se ha presentado, dÃa tras dÃa, para servir en el culto y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados.
Pero éste, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la diestra de Dios,
esperando de allà en adelante hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los santificados.
“Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos dÃas,” dice el Señor; “pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las inscribiré,”
él añade: “Nunca más me acordaré de los pecados e iniquidades de ellos.”
Pues donde hay perdón de pecados, no hay más ofrenda por el pecado.
Asà que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santÃsimo por la sangre de Jesús,
y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
Retengamos firme la confesión de la esperanza sin vacilación, porque fiel es el que lo ha prometido.
Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.