Libros Poéticos y Sapienciales

Consejos para la juventud

Consejos para la juventud 1
Enviado por TuBiblia

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > Consejos para la juventud (21:11:9 - 21:12:8)

Alégrate, joven, en tu adolescencia, y tenga placer tu corazón en los días de tu juventud. Anda según los caminos de tu corazón y según la vista de tus ojos, pero ten presente que por todas estas cosas Dios te traerá a juicio.

Quita, pues, de tu corazón la ansiedad, y aleja de tu cuerpo el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud: antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: “No tengo en ellos contentamiento”;

antes que se oscurezcan el sol y la luz de la luna y de las estrellas, y las nubes vuelvan tras la lluvia;

cuando tiemblen los guardias de la casa y se dobleguen los hombres valerosos; cuando estén inactivas las muelas, por quedar pocas, y se oscurezcan los que miran por las ventanas;

cuando se cierren las puertas de la calle, y se debilite el ruido del molino; cuando uno se levante ante el gorjeo de un pajarito, y todas las hijas del canto sean abatidas;

cuando también se tenga miedo de la altura y haya horrores en el camino; cuando florezca el almendro, la langosta se arrastre pesadamente y se pierda el deseo. Es que el hombre se va a su morada eterna, y los que hacen duelo rondan alrededor de la plaza.

Cuando la juventud termina 2
Enviado por TuBiblia

Acuérdate de él antes que se rompa el cordón de plata y se destroce el tazón de oro; antes que el cántaro se quiebre junto al manantial, y la rueda se rompa sobre el pozo.

Es que el polvo vuelve a la tierra, como era; y el espíritu vuelve a Dios, quien lo dio.

“Vanidad de vanidades,” dijo el Predicador; “todo es vanidad.”

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Resumen del deber del hombre

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > Resumen del deber del hombre (21:12:9 - 21:12:14)

Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo. También sopesó, investigó y compuso muchos proverbios.

El Predicador procuró hallar palabras agradables y escribir correctamente palabras de verdad.

Las palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados son las palabras que forman parte de una colección y que son expuestas por un Pastor.

Además de esto, hijo mío, queda advertido: El hacer muchos libros es algo sin fin, y el mucho estudio fatiga el cuerpo.

La conclusión de todo el discurso oído es ésta: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, pues esto es el todo del hombre.

Porque Dios traerá a juicio toda acción junto con todo lo escondido, sea bueno o sea malo. Cantares 1

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Todo es vanidad

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > Todo es vanidad (21:1:1 - 21:1:11)

Las palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén:

“Vanidad de vanidades,” dijo el Predicador; “vanidad de vanidades, todo es vanidad.”

¿Qué provecho tiene el hombre de todo su duro trabajo con que se afana debajo del sol?

Generación va, y generación viene; pero la tierra siempre permanece.

El sol sale, y el sol se pone. Vuelve a su lugar y de allí sale de nuevo.

El viento sopla hacia el sur y gira hacia el norte; va girando de continuo, y de nuevo vuelve el viento a sus giros.

Todos los ríos van al mar, pero el mar no se llena. Al lugar adonde los ríos corren, allí vuelven a correr.

Todas las cosas son fatigosas, y nadie es capaz de explicarlas. El ojo no se harta de ver, ni el oído se sacia de oír.

Lo que fue, eso será; y lo que ha sido hecho, eso se hará. Nada hay nuevo debajo del sol.

¿Hay algo de lo que se pueda decir: “Mira, esto es nuevo”? Ya sucedió en las edades que nos han precedido.

No hay memoria de lo primero, ni tampoco de lo que será postrero. No habrá memoria de ello entre los que serán después.

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La experiencia del Predicador

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > La experiencia del Predicador (21:1:12 - 21:2:26)

Yo, el Predicador, fui rey de Israel en Jerusalén.

Y dediqué mi corazón a investigar y a explorar con sabiduría todo lo que se hace debajo del cielo. Es una penosa tarea que Dios ha dado a los hijos del hombre, para que se ocupen en ella.

He observado todas las obras que se hacen debajo del sol, y he aquí que todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.

Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no se puede completar.

Yo hablé con mi corazón diciendo: “He aquí que yo me he engrandecido y he aumentado mi sabiduría más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén, y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y conocimiento.”

Dediqué mi corazón a conocer la sabiduría y el conocimiento, la locura y la necedad. Pero he entendido que aun esto es conflicto de espíritu.

Porque en la mucha sabiduría hay mucha frustración, y quien añade conocimiento añade dolor.

Yo dije en mi corazón: “¡Ven, pues; te probaré con el placer, y verás lo bueno!” Pero he aquí que esto también era vanidad.

A la risa dije: “¡Eres locura!”; y al placer: “¿De qué sirve esto?”

Propuse en mi corazón agasajar mi cuerpo con vino y echar mano de la necedad—mientras mi corazón siguiera conduciéndose en sabiduría—, hasta ver en qué consiste el bien para los hijos del hombre, en el cual se han de ocupar debajo del sol, durante los contados días de su vida.

Engrandecí mis obras, me edifiqué casas, planté viñas,

me hice huertos y jardines, y planté en ellos toda clase de árboles frutales.

Me hice estanques de aguas para regar con ellas un bosque donde crecieran los árboles.

Adquirí siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa. También tuve mucho ganado, vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.

Acumulé también plata y oro para mí, y tesoros preciados de reyes y de provincias. Me proveí de cantantes, tanto hombres como mujeres; de los placeres de los hijos del hombre, y de mujer tras mujer.

Me engrandecí y acumulé más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén, y en todo esto mi sabiduría permaneció conmigo.

No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni rehusé a mi corazón placer alguno; porque mi corazón se alegraba de todo mi duro trabajo. Esta fue mi parte de todo mi duro trabajo.

Luego yo consideré todas las cosas que mis manos habían hecho y el duro trabajo con que me había afanado en hacerlas, y he aquí que todo era vanidad y aflicción de espíritu. No había provecho alguno debajo del sol.

Después yo volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. Pues, ¿qué añadirá el hombre que suceda al rey, a lo que éste ya hizo?

Yo vi que la sabiduría tiene ventaja sobre la necedad, como la ventaja que la luz tiene sobre las tinieblas.

El sabio tiene sus ojos en su cabeza, pero el necio anda en tinieblas. También yo entendí que lo mismo acontecerá a todos ellos.

Entonces dije en mi corazón: “Lo mismo que le acontecerá al necio me acontecerá también a mí. ¿Para qué, pues, me he hecho más sabio?” Y dije en mi corazón que también esto era vanidad.

Porque ni del sabio ni del necio habrá perpetua memoria, puesto que en los días venideros ya habrá sido olvidado todo. ¡Y cómo muere el sabio junto con el necio!

Entonces aborrecí la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; pues todo es vanidad y aflicción de espíritu.

Asimismo, aborrecí todo el duro trabajo con que me había afanado debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.

¿Y quién sabe si él será sabio o necio? Sin embargo, se enseñoreará de todo el duro trabajo con que me he afanado para hacerme sabio debajo del sol. También esto es vanidad.

Por tanto, volví a desesperarme con respecto a todo el duro trabajo con que me había afanado debajo del sol.

Porque se da el caso del hombre que habiéndose afanado con sabiduría, con conocimiento y con talento, deja sus bienes a otro hombre que jamás se afanó en ello. También esto es vanidad y un mal grande.

Porque, ¿qué logra el hombre de todo su duro trabajo y del conflicto de corazón con que se afana debajo del sol?

Porque todos sus días no son sino dolores; y su tarea, frustración. Ni aun de noche reposa su corazón. Esto también es vanidad.

No hay, pues, mejor cosa para el hombre que comer y beber, y hacer que su alma vea lo bueno de su trabajo. Yo he visto que esto también proviene de la mano de Dios.

Pues, ¿quién comerá y se regocijará separado de él?

Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, conocimiento y alegría; pero al pecador le da la tarea de acumular y amontonar, para que lo deje al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

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Todo tiene su tiempo

Imagen Todo tiene su tiempo 1
Enviado por rosa

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Eclesiastés > Todo tiene su tiempo (21:3:1 - 21:3:15)

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora:

Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado;

tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir;

tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de estar de duelo y tiempo de bailar;

tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar y tiempo de dejar de abrazar;

tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de arrojar;

tiempo de romper y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar;

tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz.

¿Qué provecho saca el que hace algo, de aquello en que se afana?

He considerado la tarea que Dios ha dado a los hijos del hombre, para que se ocupen en ella.

Todo lo hizo hermoso en su tiempo; también ha puesto eternidad en el corazón de ellos, de modo que el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin.

Yo sé que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse y pasarlo bien en su vida.

Y también, que es un don de Dios que todo hombre coma y beba y goce del fruto de todo su duro trabajo.

Sé que todo lo que Dios hace permanecerá para siempre. Sobre ello no hay que añadir, ni de ello hay que disminuir. Así lo ha hecho Dios, para que los hombres teman delante de él.

Aquello que fue ya es, y lo que ha de ser ya fue. Dios recupera lo que ya pasó.

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