Job afirma su integridad
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He hecho un pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, hubiera podido fijar la mirada en una virgen?
¿Cuál sería entonces la porción que Dios me daría desde arriba, la heredad que da el Todopoderoso desde lo alto?
¿Acaso no habrá desgracia para el maligno e infortunio para los que obran iniquidad?
¿Acaso no ve él mis caminos y cuenta todos mis pasos?
Si he andado con la vanidad y mi pie se ha apresurado al engaño,
entonces que Dios me pese en la balanza de justicia, y conozca así mi integridad.
Si mi paso se apartó del camino y mi corazón se fue en pos de mis ojos, o si alguna mancha se pegó a mis manos,
entonces que otro coma lo que yo siembre, y sea desarraigado lo que plante.
Si mi corazón ha sido seducido con respecto a una mujer, y si he acechado a la puerta de mi prójimo,
entonces que muela para otro mi mujer, y sean otros los que se inclinen sobre ella.
Porque aquello sería una infamia y un delito digno de castigo.
Sería un fuego que devorase hasta la completa destrucción, y desarraigaría toda mi producción.
Si he menospreciado el derecho de mi siervo o de mi sierva, cuando tuvieron litigio conmigo,
¿qué haré cuando Dios se levante? ¿Qué le responderé cuando me pida cuentas?
El que me hizo a mí en el vientre, ¿no lo hizo también a él? ¿No nos formó uno mismo en la matriz?
Si he estorbado los anhelos de los pobres y he hecho desfallecer los ojos de la viuda,
si he comido mi bocado yo solo y no ha comido de él también el huérfano
(aunque desde mi juventud yo lo crié como un padre y desde mi nacimiento la guié),
si he visto a alguien perecer por falta de vestido o que el necesitado carezca de abrigo,
si no me bendijeron sus lomos ni se abrigó con el vellón de mis ovejas,
si he alzado mi mano contra el huérfano cuando me vi apoyado en el tribunal,
entonces desgájese del hombro mi brazo, y sepárese mi brazo de mi antebrazo.
Porque he temido el castigo de Dios, contra cuya majestad yo no podría actuar.
Si puse al oro como objeto de mi confianza y al oro fino dije: “Tú eres mi seguridad,”
si me he alegrado porque era grande mi riqueza o porque mi mano haya logrado tanto,
si he mirado al sol cuando resplandece y a la luna desplazándose en su esplendor,
si en secreto fue seducido mi corazón y mi boca les envió un beso con la mano,
esto también habría sido un delito digno de castigo; porque habría negado al Dios de lo alto.
Si me he alegrado por el infortunio del que me aborrece, o me regocijé cuando le alcanzó el mal
(yo no he entregado mi boca al pecado pidiendo su vida con imprecación),
si los hombres de mi morada no decían: “¿Quién podrá hallar a alguien que no se haya saciado con su carne?”
(el forastero no pasaba la noche en la calle, pues yo abría mis puertas al caminante),
si cual Adán he encubierto mis transgresiones escondiendo en mi seno mi iniquidad
(pues estaba alarmado de la gran multitud y me atemorizaba el desprecio de las familias, de modo que callé y no salí a mi puerta)
¡Oh, si yo tuviera quién me oyese! He aquí mi firma. ¡Que el Todopoderoso me responda! ¡Que mi adversario escriba un acta contra mí!
Ciertamente yo la llevaría sobre el hombro, y me la ceñiría cual corona.
Yo le rendiría cuentas de todos mis pasos; como un príncipe me acercaría a él.
Si mi tierra clama contra mí y junto con ella lloran sus surcos,
si he comido de su fuerza sin pagarlo o he hecho expirar a sus dueños,
entonces que me broten cardos en lugar de trigo y cizaña en lugar de cebada. Terminaron las palabras de Job.