Libros Poéticos y Sapienciales

Job afirma su integridad

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job afirma su integridad (18:31:1 - 18:31:40)

He hecho un pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, hubiera podido fijar la mirada en una virgen?

¿Cuál sería entonces la porción que Dios me daría desde arriba, la heredad que da el Todopoderoso desde lo alto?

¿Acaso no habrá desgracia para el maligno e infortunio para los que obran iniquidad?

¿Acaso no ve él mis caminos y cuenta todos mis pasos?

Si he andado con la vanidad y mi pie se ha apresurado al engaño,

entonces que Dios me pese en la balanza de justicia, y conozca así mi integridad.

Si mi paso se apartó del camino y mi corazón se fue en pos de mis ojos, o si alguna mancha se pegó a mis manos,

entonces que otro coma lo que yo siembre, y sea desarraigado lo que plante.

Si mi corazón ha sido seducido con respecto a una mujer, y si he acechado a la puerta de mi prójimo,

entonces que muela para otro mi mujer, y sean otros los que se inclinen sobre ella.

Porque aquello sería una infamia y un delito digno de castigo.

Sería un fuego que devorase hasta la completa destrucción, y desarraigaría toda mi producción.

Si he menospreciado el derecho de mi siervo o de mi sierva, cuando tuvieron litigio conmigo,

¿qué haré cuando Dios se levante? ¿Qué le responderé cuando me pida cuentas?

El que me hizo a mí en el vientre, ¿no lo hizo también a él? ¿No nos formó uno mismo en la matriz?

Si he estorbado los anhelos de los pobres y he hecho desfallecer los ojos de la viuda,

si he comido mi bocado yo solo y no ha comido de él también el huérfano

(aunque desde mi juventud yo lo crié como un padre y desde mi nacimiento la guié),

si he visto a alguien perecer por falta de vestido o que el necesitado carezca de abrigo,

si no me bendijeron sus lomos ni se abrigó con el vellón de mis ovejas,

si he alzado mi mano contra el huérfano cuando me vi apoyado en el tribunal,

entonces desgájese del hombro mi brazo, y sepárese mi brazo de mi antebrazo.

Porque he temido el castigo de Dios, contra cuya majestad yo no podría actuar.

Si puse al oro como objeto de mi confianza y al oro fino dije: “Tú eres mi seguridad,”

si me he alegrado porque era grande mi riqueza o porque mi mano haya logrado tanto,

si he mirado al sol cuando resplandece y a la luna desplazándose en su esplendor,

si en secreto fue seducido mi corazón y mi boca les envió un beso con la mano,

esto también habría sido un delito digno de castigo; porque habría negado al Dios de lo alto.

Si me he alegrado por el infortunio del que me aborrece, o me regocijé cuando le alcanzó el mal

(yo no he entregado mi boca al pecado pidiendo su vida con imprecación),

si los hombres de mi morada no decían: “¿Quién podrá hallar a alguien que no se haya saciado con su carne?”

(el forastero no pasaba la noche en la calle, pues yo abría mis puertas al caminante),

si cual Adán he encubierto mis transgresiones escondiendo en mi seno mi iniquidad

(pues estaba alarmado de la gran multitud y me atemorizaba el desprecio de las familias, de modo que callé y no salí a mi puerta)

¡Oh, si yo tuviera quién me oyese! He aquí mi firma. ¡Que el Todopoderoso me responda! ¡Que mi adversario escriba un acta contra mí!

Ciertamente yo la llevaría sobre el hombro, y me la ceñiría cual corona.

Yo le rendiría cuentas de todos mis pasos; como un príncipe me acercaría a él.

Si mi tierra clama contra mí y junto con ella lloran sus surcos,

si he comido de su fuerza sin pagarlo o he hecho expirar a sus dueños,

entonces que me broten cardos en lugar de trigo y cizaña en lugar de cebada. Terminaron las palabras de Job.

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Eliú justifica su derecho de contestar a Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Eliú justifica su derecho de contestar a Job (18:32:1 - 18:32:22)

Estos tres hombres cesaron de responder a Job, porque él era justo ante sus propios ojos.

Entonces se encendió contra Job la ira de Elihú hijo de Beraquel el buzita, de la familia de Ram. Se encendió su ira contra Job, por cuanto se justificaba más a sí mismo que a Dios.

Igualmente, se encendió su ira contra los tres amigos, porque no hallaban qué responder, aunque habían condenado a Job.

Elihú había esperado para hablar a Job, porque ellos eran mayores que él en edad.

Pero al ver Elihú que no había respuesta en la boca de aquellos tres hombres, se encendió en ira.

Entonces intervino Elihú hijo de Beraquel el buzita y dijo: —Yo soy menor en años, y vosotros sois ancianos; por eso tuve miedo y temí declararos mi opinión.

Pensé que hablarían los días, y los muchos años darían a conocer sabiduría.

No obstante, es el espíritu en el hombre, el soplo del Todopoderoso, que le hace entender.

No son los mayores los sabios, ni los viejos los que disciernen lo justo.

Por eso digo: Escuchadme, yo también expresaré mi parecer.

He aquí, he esperado vuestras palabras; he escuchado vuestras razones, mientras rebuscabais qué decir.

Yo os he prestado atención, pero he aquí que ninguno de vosotros ha logrado reprobar a Job o responder a sus dichos.

No sea que digáis: “Hemos hallado la sabiduría; Dios lo refutará, no el hombre.”

El no dirigió sus palabras a mí, ni yo le responderé con vuestros dichos.

Se desconcertaron; no volvieron a responder; se les fueron los razonamientos.

¿He de esperar porque ellos no hablan, porque pararon y no respondieron más?

Yo también responderé mi parte; yo también expresaré mi parecer.

Porque estoy lleno de palabras, y me impulsa mi espíritu dentro de mí.

He aquí que mi interior es como vino sin respiradero, y como odres nuevos va a reventar.

Hablaré, pues, y hallaré desahogo; abriré mis labios y responderé.

Yo no haré distinción de personas, a ningún hombre adularé.

Porque nunca he sabido adular; mi Hacedor me llevaría en breve.

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Eliú censura a Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Eliú censura a Job (18:33:1 - 18:33:33)

No obstante, oh Job, escucha, por favor, mis razones; atiende a todas mis palabras.

He aquí, yo abro mi boca; mi lengua habla en mi paladar.

Mis dichos declaran mi rectitud de corazón; lo que mis labios saben lo dicen con sinceridad.

El Espíritu de Dios me hizo; el aliento del Todopoderoso me da vida.

Si acaso puedes, respóndeme. Alístate y preséntate ante mí.

He aquí que yo estoy, como tú, ante Dios; yo también fui formado de barro.

He aquí, mi terror no te ha de espantar, ni mi mano pesará demasiado sobre ti.

En verdad, tú hablaste a oídos míos; yo oí el sonido de tus palabras:

“Yo soy limpio y sin transgresión; soy inocente, y no hay maldad en mí.

He aquí, Dios halla pretextos contra mí y me considera su enemigo.

Puso mis pies en el cepo y vigila todas mis sendas.”

He aquí yo te respondo que en esto no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre.

¿Por qué contiendes contra él, siendo que él no da cuenta de ninguna de sus palabras?

Porque Dios habla de una manera, y de otra, pero nadie lo nota.

Habla por sueños, en visión nocturna, cuando el sopor cae sobre los hombres, cuando uno se adormece sobre la cama.

Entonces abre el oído de los hombres y sella la instrucción para ellos,

para apartar al hombre de lo que hace, para destruir la arrogancia del varón,

para librar su alma de la fosa y su vida de ser traspasada por la lanza.

El es reprendido con dolor sobre su lecho, y con constante dolor en sus huesos.

Hacen que su vida aborrezca el alimento; y su alma, su comida favorita.

Su carne se consume hasta dejar de ser vista, y aparecen sus huesos que no se veían.

Su alma se acerca a la fosa, y su vida a los que causan la muerte.

Oh, si hubiese a su lado un ángel, un intercesor, uno entre mil, para declarar al hombre lo que le es recto,

y que al ser favorecido por la gracia, dijese: “Líbralo de descender a la fosa, pues le he hallado rescate.”

Entonces su carne volvería a ser más tierna que en su adolescencia, y volvería a los días de su juventud.

Oraría a Dios, y le sería favorable. Vería su rostro con gritos de júbilo, y Dios restituiría al hombre su justicia.

Cantaría entre los hombres diciendo: “Yo había pecado y pervertido lo recto, y no me fue retribuido.

El libró mi alma de pasar a la fosa, y mi vida verá la luz.”

He aquí, Dios hace todas estas cosas con el hombre, dos y tres veces,

para restaurar su alma de la fosa y para iluminarlo con la luz de la vida.

Atiende, oh Job; escúchame. Calla, y yo hablaré.

Si tienes palabras, respóndeme. Habla, porque yo quiero justificarte.

Y si no, escúchame. Calla, y yo te enseñaré sabiduría.

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Eliú justifica a Dios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Eliú justifica a Dios (18:34:1 - 18:34:26)

Elihú continuó diciendo:

—Oíd, oh sabios, mis palabras; vosotros, los que sabéis, atendedme.

Porque el oído distingue las palabras, y el paladar prueba la comida.

Escojamos lo que es correcto; conozcamos entre nosotros lo bueno.

Pues Job ha dicho: “Yo soy justo, pero Dios me ha quitado mi derecho.

¿He de mentir respecto a mi derecho? Mi herida es incurable a pesar de que no hubo transgresión.”

¿Qué hombre hay como Job, que bebe el escarnio como agua,

que va en compañía con los que obran iniquidad, y anda con los hombres impíos?

Pues ha dicho: “El hombre no sacará provecho de estar de acuerdo con Dios.”

Por tanto, oídme, hombres entendidos. ¡Lejos esté de Dios la impiedad, y del Todopoderoso la iniquidad!

Porque él retribuye al hombre de acuerdo con sus obras, y hace que cada uno halle lo que corresponde a sus caminos.

Realmente, Dios no hará injusticia; el Todopoderoso no pervertirá el derecho.

¿Quién le ha puesto a cargo de su tierra? ¿Quién le ha encomendado el mundo entero?

Si él se propusiera en su corazón y retirara su espíritu y su aliento,

toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo.

Si has entendido, oye esto; escucha la voz de mis palabras:

¿Acaso gobernará el que aborrece el derecho? ¿Condenarás al Justo y Poderoso?

El es el que dice al rey: “¡Perverso!” o a los nobles: “¡Impíos!”

El no hace distinción de los príncipes, ni favorece al rico ante el pobre, pues todos son obra de sus manos.

En un momento morirán, a medianoche. La gente será sacudida y pasará; los poderosos serán eliminados, y no por mano.

Porque los ojos de Dios están sobre los caminos del hombre; él puede ver todos sus pasos.

No hay tinieblas ni oscuridad para que allí se puedan esconder los que hacen iniquidad.

Pues Dios no impone plazo al hombre para que vaya a juicio ante él.

El quebranta a los fuertes sin consulta, y en lugar de ellos establece a otros.

Por cuanto conoce los hechos de ellos; en una noche los trastorna, y son aplastados.

Por sus maldades los castiga en un lugar donde lo vean.

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Las calamidades de Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Las calamidades de Job (18:1:1 - 18:1:1)

Hubo un hombre en la tierra de Uz, que se llamaba Job. Aquel hombre era íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.

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