Job

Job describe el castigo de los malos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job describe el castigo de los malos (18:27:1 - 18:27:23)

Job continuó su discurso y dijo:

—¡Vive Dios, quien ha quitado mi derecho; y el Todopoderoso, que ha amargado mi alma,

que mientras haya aliento en mí y el hálito de Dios esté en mi nariz,

mis labios no hablarán perversidad, ni mi lengua proferirá engaño!

¡Lejos esté de mí el daros la razón! Hasta que muera, no renunciaré a mi integridad.

Me he aferrado a mi rectitud y no la cederé. No me reprochará mi corazón mientras viva.

Sea como el impío mi enemigo, y como el inicuo el que se levanta contra mí.

Porque, ¿qué esperanza tiene el impío, por mucho que gane, si Dios le despoja de su vida?

¿Escuchará Dios su clamor, cuando le sobrevenga la calamidad?

¿Se deleitará en el Todopoderoso? ¿Invocará a Dios en todo tiempo?

Yo os enseñaré acerca del poder de Dios; no ocultaré lo que concierne al Todopoderoso.

Si todos vosotros lo habéis visto, ¿por qué os hacéis tan vanos?

Esta es la porción de parte de Dios para el hombre impío, la heredad que los tiranos recibirán de parte del Todopoderoso:

Aunque sus hijos se hayan multiplicado, serán para la espada; y sus vástagos no se saciarán de pan.

Sus sobrevivientes serán sepultados por la plaga, y sus viudas no llorarán.

Si amontona plata como polvo, y si prepara ropa como barro,

él la preparará, pero el justo se vestirá con ella, y el inocente repartirá la plata.

Como la araña edifica él su casa, como la cabaña que hace un guardián.

Se acostará rico, pero dejará de serlo; abrirá sus ojos, y todo habrá desaparecido.

Los terrores lo alcanzarán como aguas; el huracán lo arrebatará de noche.

El viento oriental lo levantará, y se irá; así lo arrancará de su lugar.

Dios descargará contra él y no tendrá compasión, y él se esforzará para escapar de su poder.

Contra él batirá las manos, y silbará contra él desde su lugar.

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El hombre en busca de la sabiduría

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > El hombre en busca de la sabiduría (18:28:1 - 18:28:28)

Ciertamente la plata tiene su mina, y el oro un lugar donde lo refinan;

el hierro se extrae del polvo, y el cobre es fundido de la piedra.

El hombre pone fin a la oscuridad, y examina en los lugares más recónditos las piedras de la oscuridad y de las tinieblas.

Abre socavones en las minas, lejos de las poblaciones, olvidados por el pie del ser humano; allí se descuelgan y se balancean.

La tierra, de la cual proviene el pan, pero cuyo interior se transforma como con fuego,

es el lugar cuyas piedras son de zafiro y cuyo polvo es de oro.

Es una senda que el ave de rapiña no conoce, ni jamás ha mirado el ojo del halcón.

Nunca la han pisoteado fieras arrogantes, ni por ella caminó el león.

El hombre extiende su mano hacia el pedernal, y trastorna de raíz las montañas.

Abre canales en las rocas, y sus ojos ven todo lo preciado.

Detiene los ríos en sus fuentes, y hace que lo secreto salga a la luz.

Pero, ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde está el lugar del entendimiento?

El hombre no conoce el valor de ella; no se halla en la tierra de los vivientes.

El océano dice: “Ella no está en mí.” El mar dice: “Tampoco está conmigo.”

Por ella no se dará oro fino, ni por su precio se pesará plata.

No se puede pagar por ella con oro de Ofir, ni con ónice precioso, ni con zafiro.

Ni el oro ni el cristal son comparables a ella; no será dada a cambio de objetos de oro fino.

El coral y el cristal de roca, ni mencionarlos; pues el valor de la sabiduría es mayor que el de las perlas.

No será comparado con ella el topacio de Etiopía, ni se puede pagar por ella con oro fino.

¿De dónde, pues, proviene la sabiduría? ¿Dónde está el lugar del entendimiento?

Está encubierto a los ojos de todo ser viviente; les está oculto a todas las aves del cielo.

El Abadón y la Muerte dicen: “Su fama hemos oído con nuestros oídos.”

Sólo Dios entiende el camino de ella; él conoce su lugar.

Porque él contempla los confines de la tierra y ve debajo de todos los cielos.

Cuando él le dio peso al viento y determinó la medida de las aguas,

cuando le dio estatuto a la lluvia y camino a relámpagos y truenos,

entonces él la vio y la declaró; la estableció y también la escudriñó.

Y dijo al hombre: “Ciertamente el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal es el entendimiento.”

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Job recuerda su felicidad anterior

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job recuerda su felicidad anterior (18:29:1 - 18:29:25)

Job continuó su discurso y dijo:

—¡Quién me concediese ser como en los meses pasados, como en los días cuando Dios me guardaba!

Entonces él hacía resplandecer su lámpara sobre mi cabeza, y a su luz yo caminaba en la oscuridad.

Así fue en los días de mi vigor, cuando la amistad íntima de Dios estaba sobre mi morada;

cuando el Todopoderoso aún estaba conmigo, y mis hijos estaban alrededor de mí;

cuando mis pasos se bañaban en leche, y la roca me vertía corrientes de aceite.

Entonces yo iba al tribunal de la ciudad, y alistaba mi asiento en la plaza.

Los jóvenes me veían y se hacían a un lado; los ancianos se levantaban y permanecían de pie.

Los magistrados detenían sus palabras, y ponían la mano sobre sus bocas.

La voz de los nobles se apagaba, y su lengua se pegaba a su paladar.

Cuando los oídos me oían, me llamaban: “¡Dichoso!” Cuando los ojos me veían, daban testimonio en mi favor.

Porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que no tenía quien le ayudara.

La bendición del moribundo caía sobre mí, y yo daba alegría al corazón de la viuda.

Yo me vestía de rectitud, y ella me vestía a mí; como manto y turbante era mi justicia.

Yo era ojos para el ciego; y pies para el cojo.

Era un padre para los necesitados, e investigaba la causa que no conocía.

Yo rompía las quijadas del inicuo, y de sus dientes arrancaba la presa.

Yo me decía: “En mi nido expiraré, y multiplicaré mis días como la arena.”

Mi raíz alcanzaba hasta las aguas, y de noche el rocío se posaba en mis ramas.

Mi honra se mantenía nueva en mí, y mi arco se renovaba en mi mano.

Ellos me escuchaban y esperaban; ante mi consejo guardaban silencio.

Después de mi palabra no volvían a hablar, y mi discurso destilaba sobre ellos.

Me esperaban como a la lluvia, y abrían su boca como a la lluvia tardía.

Cuando me reía con ellos, ¡no lo creían! No dejaban decaer la luz de mi rostro.

Yo escogía el camino para ellos, y me sentaba como su jefe. Yo vivía como un rey que está en medio de sus tropas, como el que consuela a los que están de duelo.

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Job lamenta su desdicha actual

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job lamenta su desdicha actual (18:30:1 - 18:35:16)

Pero ahora se ríen de mí los que son en edad más jóvenes que yo, aquellos a cuyos padres yo habría desdeñado poner junto con los perros de mi rebaño.

¿Para qué habría necesitado yo la fuerza de sus manos, si su vigor se había ido de ellos?

Por la miseria y el hambre están anémicos; roen la tierra reseca, la tierra arruinada y desolada.

Recogen malvas entre los arbustos y la raíz de la retama para calentarse.

Están expulsados de la comunidad, y gritan contra ellos como a ladrones.

Habitan en los barrancos de los arroyos, en los huecos de la tierra y de las peñas.

Chillan entre los arbustos y se apiñan debajo de los espinos.

¡Insensatos! ¡También gente sin nombre, echados a golpes de la tierra!

Pero ahora he llegado a ser su canción; soy el tema de su habladuría.

Me abominan y se alejan de mí; no se refrenan de escupir mi cara.

Porque Dios ha aflojado la cuerda de mi arco y me ha afligido, ellos se han desenfrenado en mi presencia.

A la derecha se levanta la chusma; empujan mis pies y preparan contra mí sus destructivos caminos.

Arruinan mi senda; se aprovechan de mi destrucción. No hay quien los detenga.

Entran como por amplia brecha, y dan vueltas en medio de la devastación.

Los terrores se han vuelto contra mí; mi honor es perseguido como por el viento, y ha pasado como la nube mi prosperidad.

Ahora mi alma se derrama en mí; los días de la aflicción se han apoderado de mí.

La noche me taladra los huesos, y los que me corroen no reposan.

Con gran fuerza es desfigurada mi vestidura; me aprieta como el cuello de mi túnica.

Tú me has arrojado en el lodo, y he llegado a ser como el polvo y la ceniza.

Clamo a ti, y tú no me respondes; me presento, y tú no me atiendes.

Te has vuelto cruel para conmigo; con el poder de tu mano me persigues.

Me levantas, me haces cabalgar sobre el viento, y luego me deshaces en la tormenta.

Porque sé que me conduces a la muerte, a la casa destinada para todos los vivientes.

Sin embargo, ¿no extenderá su mano el que está en la ruina? ¿No clamará a él en su infortunio?

¿No he llorado por aquel cuya vida es difícil? ¿No ha tenido mi alma compasión por el necesitado?

Cuando esperaba el bien, me vino el mal; cuando aguardaba la luz, vino la oscuridad.

Mis entrañas hierven y no tienen sosiego; los días de mi aflicción me han alcanzado.

Ando enlutado y sin consuelo; me levanto en la asamblea y clamo.

He llegado a ser hermano de los chacales y compañero de las avestruces.

Mi piel ennegrecida se me cae, y mis huesos arden de calor.

Porque dejaron de seguirle, y no consideraron ninguno de sus caminos,

haciendo que el clamor del pobre llegase ante él, y que él oyera el clamor de los afligidos.

Si él calla, ¿quién le inculpará? Si esconde su rostro, ¿quién lo contemplará? El está igualmente sobre pueblos e individuos,

para evitar que reine el hombre impío y que ponga trampas al pueblo.

Porque, ¿quién ha dicho a Dios: “Ya he llevado mi castigo; no volveré a ofender.

Enséñame tú lo que yo no puedo ver; y si hice maldad, no lo volveré a hacer”?

¿Acaso ha de retribuir según tus condiciones, porque tú rechazas las suyas? Pues tú eres quien escoge, y no yo; habla entonces lo que sabes.

Los hombres entendidos y el varón sabio que me escucha me lo dirán:

“Job no habla sabiamente; sus palabras no son con entendimiento.”

¡Oh, que Job fuera examinado a fondo, pues responde como los hombres inicuos!

Porque a su pecado añade la rebelión; aplaude en medio de nosotros y multiplica sus palabras contra Dios.

Elihú continuó diciendo:

—¿Piensas que es correcto que digas: “Soy más justo que Dios”?

Porque has dicho: “¿Qué te importa a ti la ventaja que yo saque de mi pecado?”

Yo te responderé con argumentos, a ti y a tus amigos contigo:

Mira los cielos y observa; contempla las nubes, las cuales están más altas que tú.

Si pecas, ¿qué logras tú contra él? Si tus rebeliones se multiplican, ¿qué le podrás hacer a él?

Si eres justo, ¿qué le darás a él? ¿O qué recibirá él de tu mano?

Tu impiedad es para un hombre como tú, y tu justicia para el ser humano.

Claman a causa de la mucha opresión; gritan a causa del poderío de los grandes.

Sin embargo, nadie pregunta: “¿Dónde está Dios, mi Hacedor, que da canciones en la noche,

que nos enseña por medio de los animales de la tierra, y que nos hace sabios mediante las aves de los cielos?”

Allí claman, pero él no responde, a causa de la soberbia de los malos.

Ciertamente Dios no escucha la falsedad; el Todopoderoso ni la mira.

¡Cuánto menos cuando dices que aunque no lo veas, tu causa está delante de él, y que a él tú esperas!

Ahora bien, porque su ira no ha castigado, ni ha considerado de veras la rebelión,

vanamente ha abierto Job su boca, y sin conocimiento multiplica palabras.

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Eliú exalta la grandeza de Dios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Eliú exalta la grandeza de Dios (18:36:1 - 18:37:24)

Y Elihú siguió diciendo:

—Espérame un poco, y te informaré, pues aún tengo palabras a favor de Dios.

Desde lejos traeré mi saber, y atribuiré justicia a mi Hacedor.

Pues ciertamente mis palabras no son mentira; contigo está alguien que es completo en conocimiento.

He aquí que Dios es poderoso, pero no desprecia a nadie. Es poderoso en la fuerza del entendimiento.

No otorga vida al impío, pero a los afligidos concede justicia.

No aparta sus ojos de los justos; los hace sentar en tronos junto con los reyes para siempre, y los enaltece.

Aunque estén presos con grilletes y atrapados con cuerdas de aflicción,

él les declara lo que han hecho, y sus transgresiones, pues ellos mismos se enaltecieron.

El abre el oído de ellos a la corrección y manda que se vuelvan de la iniquidad.

Si ellos escuchan y le sirven, acabarán sus días con bienestar y sus años con prosperidad.

Pero si no escuchan, serán traspasados por la lanza y perecerán en su ignorancia.

Pues los impíos de corazón acumulan ira; no clamarán cuando él los ate.

Ellos mismos morirán en la juventud, y acabarán sus vidas entre los pervertidos.

El libra al afligido en su aflicción; en medio de la opresión abre sus oídos.

También te induce a salir de las fauces de la tribulación a un lugar espacioso, libre de restricciones, al solaz de tu mesa llena de abundancia.

Pero a ti, por estar lleno del juicio que merece el impío, el juicio y la justicia te echarán mano.

Por lo cual teme, no sea que te tiente la abundancia, ni el mucho soborno te desvíe.

En la desgracia no te ayudará tu clamor, ni todos tus esfuerzos.

No anheles la noche, cuando los pueblos se desvanecen en su lugar.

Cuídate de no volver a la iniquidad, porque eso escogiste más que la aflicción.

He aquí que Dios es exaltado en su poder. ¿Quién hay que enseñe como él?

¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Quién le dirá: “Has hecho maldad”?

Acuérdate de engrandecer su obra, de la cual cantan los hombres.

Todos los hombres la han visto; el ser humano la mira de lejos.

He aquí que Dios es tan sublime, que nosotros no le podemos conocer. Es inescrutable el número de sus años.

El atrae las gotas del agua y a la lluvia convierte en vapor,

el cual destilan las nubes y chorrean en abundancia sobre los hombres.

¿Quién podrá comprender de veras el despliegue de las nubes, y el tronar de su bóveda?

He aquí que sobre ella despliega su luz, y cubre las profundidades del mar.

Pues por medio de ellos gobierna a los pueblos y da comida en abundancia.

Con sus manos cubre el rayo y le manda dar en su blanco.

Su trueno anuncia su presencia; ciertamente tiene celo contra la iniquidad.

También por esto tiembla mi corazón y salta fuera de su lugar.

Oíd atentamente el estruendo de su voz, el retumbo que sale de su boca.

Debajo de todos los cielos lo desencadena y su relámpago cubre los confines de la tierra.

Después de él ruge el trueno; truena con su majestuosa voz. Cuando se oye su sonido, él no lo detiene.

Dios truena maravillosamente con su voz; hace grandes cosas que no las podemos comprender.

Pues a la nieve dice: “¡Desciende a la tierra!”; y a la lluvia y al aguacero: “¡Sed impetuosos, oh lluvia y aguaceros!”

Pone su sello en la mano de todo hombre, para que todos los hombres reconozcan la obra suya.

La fiera entra en su escondrijo y permanece en su guarida.

El huracán viene de su cámara; y el frío, de los vientos del norte.

Por el soplo de Dios se forma el hielo, y se solidifica la extensión de las aguas.

El también recarga las nubes de humedad, y la nube dispersa sus relámpagos.

Por su designio las hace girar alrededor, para que realicen todo lo que les ordene sobre la faz de su mundo habitado.

Unas veces como azote, otras veces por causa de su tierra y otras veces por misericordia él las hace aparecer.

Presta atención a esto, oh Job; detente y reflexiona en las obras maravillosas de Dios.

¿Sabes tú cómo las pone Dios y hace aparecer su nube luminosa?

¿Sabes tú cómo flotan las nubes, las maravillas de aquel que es perfecto en conocimiento?

Tú, cuyas ropas quedan calientes cuando la tierra es silenciada a causa del viento del sur,

¿has extendido con él la bóveda celeste, firme cual espejo de metal laminado?

Muéstranos qué le hemos de decir, pues no podemos organizar nuestras ideas a causa de las tinieblas.

¿Habrá que informarle que yo he de hablar? ¿Se le ha de referir lo que diga el hombre?

Y ahora, nadie puede mirar el sol que resplandece entre las nubes, cuando pasa el viento y las despeja.

Del norte viene un dorado esplendor; alrededor de Dios hay una temible majestad.

El Todopoderoso, a quien no podemos alcanzar, es sublime en poder y en justicia. Es grande en rectitud; no oprime.

Por tanto, le temen los hombres. El no mira a ninguno de los que se creen sabios.

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