Pablo en Efeso
Hechos 19:1 – Hechos 19:22
Mientras Apolos estaba en Corinto, aconteció que Pablo, después de recorrer las regiones interiores, bajó a Efeso y encontró a ciertos discípulos.
Entonces les dijo: —¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Ellos le contestaron: —Ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo.
Entonces dijo: —¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos respondieron: —En el bautismo de Juan.
Y dijo Pablo: —Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús.
Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y ellos hablaban en lenguas y profetizaban.
Eran entre todos como doce hombres.
Durante unos tres meses, entrando en la sinagoga, Pablo predicaba con valentía discutiendo y persuadiendo acerca de las cosas del reino de Dios.
Pero como algunos se endurecían y rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la multitud, se separó de ellos y tomó a los discípulos aparte, discutiendo cada día en la escuela de Tirano.
Dios hacía milagros extraordinarios por medio de las manos de Pablo;
de tal manera que hasta llevaban pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo para ponerlos sobre los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían de ellos.
Pero también algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, se pusieron a invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: —¡Os conjuro por el Jesús que Pablo predica!
Eran siete hijos de un tal Esceva, un judío, principal de los sacerdotes, los que hacían esto.
Y el hombre en quien estaba el espíritu malo se lanzó sobre ellos, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
Este acontecimiento fue conocido por todos los que habitaban en Efeso, tanto judíos como griegos. Cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado.
Muchos de los que habían creído venían confesando y reconociendo sus prácticas públicamente.
Asimismo, un buen número de los que habían practicado la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y hallaron que era de 50.000 monedas de plata.
Cuando estas cosas se cumplieron, Pablo propuso en su espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: «Después que haya estado en Jerusalén, me será preciso ver también a Roma.»
Y después de enviar a Macedonia a dos de los que le ayudaban, a Timoteo y a Erasto, él mismo se detuvo por algún tiempo en Asia.