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La vanidad de la vida

Eclesiastés 5:8 – Eclesiastés 6:12 Si observas en una provincia la opresión de los pobres y la privación del derecho y la justicia, no te asombres por ello. Porque al alto lo vigila uno más alto, y hay alguien aun…

Desigualdades de la vida

Eclesiastés 8:10 – Eclesiastés 9:18 Asimismo, he observado esto: que los impíos, que antes entraban y salían del lugar santo, son sepultados y reciben elogios en la ciudad donde así hicieron. Esto también es vanidad. Cuando la sentencia contra la…

Excelencia de la sabiduría

Eclesiastés 10:1 – Eclesiastés 10:9 Las moscas muertas hacen heder el frasco del fino perfume del perfumista. Así afecta un poco de necedad a la sabiduría y a la honra. El corazón del sabio se inclina a su derecha; pero…

La esposa y las hijas de Jerusalén

Cantares 1:1 – Cantares 1:8 El cantar de los cantares, el cual es de Salomón. ¡Oh, que él me besara con los besos de su boca! Mejor que el vino es tu amor. Tu nombre es como perfume derramado; por…

La esposa y el esposo

Cantares 1:9 – Cantares 2:17 A mi yegua, entre los carros del faraón, te he comparado, oh amada mía. ¡Qué bellas son tus mejillas entre tus aretes, y tu cuello entre los collares! Te haremos aretes de oro con engastes…

El ensueño de la esposa

Cantares 3:1 – Cantares 3:5 De noche, sobre mi cama, buscaba al que ama mi alma. Lo busqué, pero no lo hallé. Pensé: «Me levantaré e iré por la ciudad, por las calles y las plazas, buscando al que ama…

El cortejo de bodas

Cantares 3:6 – Cantares 3:11 ¿Quién es aquella que viene del desierto como columna de humo, perfumada con mirra, incienso y todo polvo de mercader? ¡Mirad! Es la litera de Salomón. Sesenta valientes la rodean, de los más fuertes de…

El esposo alaba a la esposa

Cantares 4:1 – Cantares 5:1 ¡Qué bella eres, oh amada mía! ¡Que bella eres! Tus ojos son como de palomas, mirando a través de tu velo. Tus cabellos son como manada de cabritos que se deslizan por las laderas de…

El tormento de la separación

Cantares 5:2 – Cantares 5:8 Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto, y oí a mi amado que tocaba a la puerta y llamaba: «Abreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, perfecta mía; porque mi cabeza está llena de rocío…