Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Crónicas > Dedicación del templo (14:6:1 - 14:7:10)
Entonces Salomón dijo: “Jehovah ha dicho que él habita en la densa oscuridad.
Y yo te he edificado una casa sublime, una morada donde habites para siempre.”
El rey se volvió y bendijo a toda la congregación de Israel. Y toda la congregación de Israel estaba de pie.
Entonces dijo: “¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, quien con su mano ha cumplido lo que con su boca prometió a mi padre David, diciendo:
Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no había elegido ninguna ciudad de todas las tribus de Israel para edificar una casa donde estuviese mi nombre, ni había elegido un hombre que fuese el soberano sobre mi pueblo Israel.
Pero elegí Jerusalén para que allí estuviera mi nombre, y elegí a David para que estuviese al frente de mi pueblo Israel.
“Estuvo en el corazón de mi padre David el anhelo de edificar una casa al nombre de Jehovah Dios de Israel.
Pero Jehovah dijo a mi padre David: Por cuanto ha estado en tu corazón el anhelo de edificar una casa a mi nombre, has hecho bien al tener esto en tu corazón.
Sin embargo, tú no edificarás la casa, sino tu hijo que te nacerá, él edificará la casa a mi nombre.
“Jehovah ha cumplido su promesa que había hecho, y yo me he levantado en lugar de mi padre David. Me he sentado en el trono de Israel, como Jehovah había prometido, y he edificado la casa al nombre de Jehovah Dios de Israel.
Y he puesto allí el arca, en la cual está el pacto de Jehovah que él hizo con los hijos de Israel.”
Entonces Salomón se puso de pie delante del altar de Jehovah, frente a toda la congregación de Israel, y extendió sus manos.
(Pues Salomón había mandado hacer una plataforma de bronce de 5 codos de largo, 5 codos de ancho y 3 codos de alto, y la había puesto en medio del atrio. Se puso de pie sobre ella, e hincando sus rodillas ante toda la congregación de Israel, extendió las manos al cielo.)
Y dijo: “¡Oh Jehovah Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni en el cielo ni en la tierra! Tú guardas el pacto y la misericordia para con tus siervos que caminan delante de ti con todo su corazón.
Tú has cumplido con tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste. Con tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día.
Ahora pues, oh Jehovah Dios de Israel, cumple con tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste diciendo: No te faltará delante de mí un hombre que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino para andar en mi ley, como tú has andado delante de mí.
Ahora pues, oh Jehovah Dios de Israel, sea confirmada tu palabra que hablaste a tu siervo David.
“Pero, ¿es verdad que Dios ha de habitar con los hombres sobre la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener. ¡Cuánto menos este templo que he edificado!
Sin embargo, oh Jehovah, Dios mío, vuélvete hacia la oración y la plegaria de tu siervo, para oír el clamor y la oración que tu siervo hace delante de ti.
Estén abiertos tus ojos de día y de noche hacia este templo, hacia el lugar del cual has dicho que allí estaría tu nombre, para escuchar la oración que tu siervo haga hacia este lugar.
Escucha las plegarias de tu siervo y de tu pueblo Israel, cuando oren hacia este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde los cielos; escucha tú y perdona.
“Si alguna persona peca contra su prójimo, y éste le toma juramento al hacerle jurar, y él entra bajo juramento ante tu altar en este templo,
entonces escucha tú desde los cielos y actúa. Juzga a tus siervos dando la paga al injusto, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y justificando al justo, dándole conforme a su justicia.
“Si tu pueblo Israel es derrotado delante del enemigo por haber pecado contra ti, y ellos se vuelven y confiesan tu nombre, y oran y suplican ante ti en este templo,
entonces escucha tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel y hazles volver a la tierra que diste a ellos y a sus padres.
“Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia, por haber ellos pecado contra ti; si oran hacia este lugar, confiesan tu nombre y se vuelven de su pecado cuando tú los aflijas,
entonces escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel. Sí, enséñales el buen camino por el que deben andar y dales lluvia sobre tu tierra, la cual has dado a tu pueblo por heredad.
“Cuando en la tierra haya hambre; cuando haya peste; cuando haya tizón, añublo, langosta o pulgón, o cuando sus enemigos lo asedien en la tierra de sus ciudades (cualquiera que sea la plaga o la enfermedad),
cualquiera que sea la oración o la plegaria que haga algún hombre o todo tu pueblo Israel (cada uno reconociendo su plaga y su dolor, y extendiendo sus manos hacia este templo),
entonces escucha tú desde los cielos, el lugar de tu morada, y perdona. Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón (porque sólo tú conoces el corazón del hombre);
a fin de que te teman para andar en tus caminos todos los días que vivan sobre la superficie de la tierra que tú has dado a nuestros padres.
“Asimismo, cuando el extranjero que no sea de tu pueblo Israel venga de una tierra lejana a causa de tu gran nombre, de tu poderosa mano y de tu brazo extendido, y venga a orar hacia este templo,
entonces escucha tú desde los cielos, el lugar de tu morada. Haz conforme a todo aquello por lo cual el extranjero clame a ti, a fin de que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, te teman como tu pueblo Israel y sepan que este templo que he edificado es llamado por tu nombre.
“Si tu pueblo sale a la batalla contra sus enemigos por el camino que los envíes, y ellos oran a ti en dirección a esta ciudad que tú has elegido y a la casa que he edificado a tu nombre,
entonces escucha desde los cielos su oración y su plegaria, y ampara su causa.
“Si pecan contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojas contra ellos y los entregas ante el enemigo, y éstos los llevan como cautivos suyos a tierra lejana o cercana;
si ellos vuelven en sí en la tierra a donde hayan sido llevados cautivos, y se vuelven y te suplican en la tierra de su cautividad, diciendo: Hemos pecado; hemos hecho iniquidad; hemos actuado impíamente;
si en la tierra de su cautividad, adonde los hayan llevado cautivos, ellos se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma, y oran en dirección a la tierra que diste a sus padres, a la ciudad que has elegido y al templo que he edificado a tu nombre,
entonces escucha desde los cielos, el lugar de tu morada, su oración y sus plegarias, y ampara su causa. Perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti.
“Ahora pues, oh Dios mío, por favor, estén abiertos tus ojos y atentos tus oídos a la oración hecha en este lugar.
Y ahora, levántate, oh Jehovah Dios; ven al lugar de tu reposo, tú y el arca de tu poder. Tus sacerdotes, oh Jehovah Dios, sean revestidos de salvación, y tus fieles regocíjense en el bien.
Oh Jehovah Dios, no rechaces a tu ungido. Acuérdate de tu misericordia para con tu siervo David.”
Cuando Salomón terminó de orar, descendió fuego del cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria de Jehovah llenó el templo.
Los sacerdotes no pudieron entrar en la casa de Jehovah, porque la gloria de Jehovah había llenado la casa de Jehovah.
Todos los hijos de Israel vieron descender el fuego y la gloria de Jehovah sobre el templo, y se postraron con el rostro en tierra sobre el pavimento. Y adoraron y dieron gracias a Jehovah diciendo: “Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia.”
Entonces el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios delante de Jehovah.
El rey Salomón ofreció en sacrificio 22.000 toros y 120.000 ovejas. Así el rey y todo el pueblo dedicaron la casa de Dios.
Los sacerdotes estaban de pie en sus puestos de servicio, y los levitas tenían los instrumentos de música de Jehovah, que el rey David hiciera para dar gracias a Jehovah, “porque para siempre es su misericordia,” cuando David alababa con ellos. Los sacerdotes tocaban trompetas frente a ellos, y todo Israel estaba de pie.
Entonces Salomón consagró la parte central del atrio que estaba delante de la casa de Jehovah, pues allí ofreció los holocaustos y los sebos de los sacrificios de paz. Porque el altar de bronce que Salomón había hecho no podía contener los holocaustos, las ofrendas vegetales y los sebos.
En aquella ocasión Salomón y todo Israel con él, una gran congregación desde Lebo-hamat hasta el arroyo de Egipto, hicieron fiesta durante siete días.
Y al octavo día hicieron una asamblea festiva, porque habían celebrado la dedicación del altar en siete días; y celebraron la fiesta durante siete días.
El día 23 del mes séptimo, envió al pueblo a sus moradas, alegres y con el corazón gozoso por la bondad que Jehovah había hecho a David, a Salomón y a su pueblo Israel.
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