David entre los filisteos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > David entre los filisteos (9:27:1 - 9:28:2)

David dijo en su corazón: “Ahora bien, algún día voy a perecer por la mano de Saúl. Nada será mejor para mí que escapar de inmediato a la tierra de los filisteos, para que Saúl deje de ocuparse de mí y no me ande buscando por todo el territorio de Israel. Así escaparé de su mano.”

Se levantó pues David y se pasó, con los 600 hombres que estaban con él, a Aquis hijo de Maoc, rey de Gat.

David habitó con Aquis en Gat, él y sus hombres, cada uno con su familia, y David con sus dos mujeres: Ajinoam, de Jezreel, y Abigaíl, que fuera mujer de Nabal, de Carmel.

A Saúl le llegó la noticia de que David había huido a Gat, y no lo buscó más.

Entonces David dijo a Aquis: —Si he hallado ahora gracia ante tus ojos, por favor, que se me dé un lugar en alguna de las ciudades en el campo, para que habite allí. ¿Por qué ha de habitar tu siervo contigo en la ciudad real?

Aquel día Aquis le dio la ciudad de Siclag. Por esto Siclag pertenece a los reyes de Judá, hasta el día de hoy.

Y el tiempo que David habitó en la tierra de los filisteos fue de un año y cuatro meses.

David subía con sus hombres, y hacían incursiones contra los de Gesur, los de Gezer y los de Amalec; pues desde antaño éstos habitaban en aquella tierra, desde las inmediaciones de Shur hasta la tierra de Egipto.

David atacaba la tierra y no dejaba vivo hombre ni mujer. Se llevaba las ovejas, las vacas, los asnos, los camellos y la ropa; y después regresaba e iba a Aquis.

Cuando Aquis preguntaba: “¿Contra quién habéis hecho hoy la incursión?,” David respondía: “Contra el Néguev de Judá,” o “Contra el Néguev de Jerameel,” o “Contra el Néguev de los queneos.”

David no dejaba que llevaran a Gat con vida ni hombres ni mujeres, porque decía: “No sea que informen acerca de nosotros diciendo: Esto hizo David.” Así fue su manera de proceder todo el tiempo que vivió en la tierra de los filisteos.

Aquis creía a David y pensaba: “El ha llegado a hacerse odioso a su pueblo Israel, de modo que será mi siervo para siempre.”

Aconteció que en aquellos días los filisteos reunieron sus tropas en un ejército para combatir contra Israel. Entonces Aquis dijo a David: —Bien sabes que debes ir conmigo a la campaña tú con tus hombres.

David respondió a Aquis: —Sabrás, pues, lo que puede hacer tu servidor. Y Aquis dijo a David: —Entonces te haré mi guarda personal para siempre.




Saúl y la adivina de Endor

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Saúl y la adivina de Endor (9:28:3 - 9:28:25)

Samuel ya había muerto, y todo Israel había lamentado su partida. Lo habían sepultado en su ciudad, en Ramá. Y Saúl había quitado del país a los que evocaban a los muertos y a los adivinos.

Los filisteos se reunieron, vinieron y acamparon en Sunem. Saúl reunió a todo Israel, y ellos acamparon en Gilboa.

Al ver Saúl el campamento de los filisteos, se atemorizó, y su corazón se estremeció en gran manera.

Entonces Saúl consultó a Jehovah, pero Jehovah no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por los profetas.

Entonces Saúl dijo a sus servidores: —Buscadme una mujer que sepa evocar a los muertos, para que yo vaya a ella y consulte por medio de ella. Sus servidores le respondieron: —He aquí que en Endor hay una mujer que sabe evocar a los muertos.

Saúl se disfrazó poniéndose otra ropa, y fue con dos hombres. Llegaron de noche a la mujer, y él dijo: —Por favor, evócame a los muertos y haz que suba quien yo te diga.

Pero la mujer le respondió: —He aquí, tú sabes lo que ha hecho Saúl; cómo ha quitado del país a los que evocan a los muertos y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones una trampa a mi vida para causarme la muerte?

Saúl le juró por Jehovah, diciendo: —¡Vive Jehovah, que ningún mal te vendrá por esto!

Entonces la mujer preguntó: —¿A quién haré que suba? El respondió: —Haz que suba Samuel.

Al ver la mujer a Samuel, gritó fuertemente. Y la mujer habló a Saúl diciendo:

—¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl! El rey le dijo: —No tengas miedo. ¿Qué has visto? La mujer respondió a Saúl: —He visto un ser divino que sube de la tierra.

Entonces él le preguntó: —¿Qué aspecto tiene? Ella respondió: —Sube un hombre anciano, envuelto en un manto. Saúl entendió que era Samuel, e inclinando el rostro a tierra se postró.

Entonces Samuel preguntó a Saúl: —¿Por qué me has molestado haciéndome subir? Saúl respondió: —Estoy muy angustiado, pues los filisteos combaten contra mí, y Dios se ha apartado de mí. No me responde más, ni por medio de profetas, ni por sueños. Por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer.

Entonces Samuel dijo: —¿Para qué me preguntas a mí, puesto que Jehovah se ha apartado de ti y se ha vuelto tu adversario?

Jehovah ha hecho lo que dijo por medio de mí, pues Jehovah ha quitado el reino de tu mano y lo ha dado a tu prójimo, a David;

porque no obedeciste la voz de Jehovah ni ejecutaste el ardor de su ira contra Amalec. Por eso Jehovah te ha hecho esto hoy.

Además, Jehovah entregará a Israel y también a ti en mano de los filisteos. Mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos. Jehovah entregará también el ejército de Israel en mano de los filisteos.

Entonces Saúl cayó en tierra, tan largo como era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel. No le quedaban fuerzas, pues no había comido nada en todo el día ni en toda la noche.

Luego la mujer vino a Saúl; y al verle tan aterrorizado, le dijo: —He aquí que tu sierva ha obedecido tu voz. He arriesgado mi vida y he escuchado las palabras que me has hablado.

Ahora pues, te ruego que tú también escuches la voz de tu sierva: Permíteme poner delante de ti un pedazo de pan, a fin de que comas y recuperes fuerzas para seguir tu camino.

El rehusó diciendo: —No comeré. Pero sus servidores, junto con la mujer, le insistieron; y él les escuchó. Luego se levantó del suelo y se sentó sobre la cama.

La mujer tenía en la casa un ternero engordado, y se apresuró a matarlo. Luego tomó harina, la amasó y coció con ella panes sin levadura.

Los puso delante de Saúl y de sus servidores. Después que comieron, se levantaron y partieron aquella misma noche.




Los filisteos desconfían de David

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Los filisteos desconfían de David (9:29:1 - 9:29:11)

Los filisteos reunieron todas sus tropas en Afec, e Israel acampó junto al manantial que está en Jezreel.

Cuando los gobernantes de los filisteos pasaron revista a sus batallones de cien y de mil hombres, se halló que David y sus hombres iban en la retaguardia, con Aquis.

Entonces los jefes de los filisteos preguntaron: —¿Qué hacen aquí estos hebreos? Aquis respondió a los jefes de los filisteos: —¿No es éste David, siervo de Saúl rey de Israel, que ha estado conmigo por días y por años, y en quien no he hallado nada malo desde el día en que se pasó a mí, hasta el día de hoy?

Pero los jefes de los filisteos se enojaron contra él y le dijeron: —Haz volver a ese hombre. Que se vuelva al lugar que le señalaste y que no venga con nosotros a la batalla, no sea que en la batalla se vuelva nuestro enemigo. Porque, ¿con qué cosa ganaría mejor el favor de su señor que con las cabezas de estos hombres?

¿No es éste David, de quien cantaban con danzas diciendo: “Saúl derrotó a sus miles, y David a sus diez miles”?

Entonces Aquis llamó a David y le dijo: —¡Vive Jehovah, que tú has sido recto! Me ha parecido bien tu salir y tu entrar en el ejército conmigo, pues ninguna cosa mala he hallado en ti desde el día que viniste a mí, hasta el día de hoy. Pero a los ojos de los gobernantes tú no eres grato.

Ahora pues, vuelve y vete en paz, para no desagradar a los gobernantes de los filisteos.

David preguntó a Aquis: —Pero, ¿qué he hecho? ¿Qué has hallado en tu siervo, desde el día que vine a estar contigo hasta el día de hoy, para que yo no vaya y luche contra los enemigos de mi señor el rey?

Aquis respondió y dijo a David: —Yo sé que tú eres grato a mis ojos, como un ángel de Dios. Pero los jefes de los filisteos han dicho: “Que él no vaya a la batalla con nosotros.”

Levántate, pues, muy de mañana, tú y los siervos de tu señor que han venido contigo. Y levantándoos muy de mañana, partid al amanecer.

Entonces David y sus hombres se levantaron muy de mañana para irse y regresar a la tierra de los filisteos, y los filisteos subieron a Jezreel.




David derrota a los amalecitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > David derrota a los amalecitas (9:30:1 - 9:30:31)

Cuando David y sus hombres llegaron a Siclag al tercer día, los amalequitas habían hecho una incursión en el Néguev y en Siclag. Habían atacado Siclag y la habían incendiado.

También se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban en ella, desde el menor hasta el mayor. Pero no mataron a nadie, sino que los tomaron cautivos y siguieron su camino.

David y sus hombres llegaron a la ciudad, y he aquí que estaba incendiada y que sus mujeres, sus hijos y sus hijas habían sido llevados cautivos.

Entonces David y la gente que estaba con él alzaron su voz y lloraron hasta que les faltaron las fuerzas para llorar.

También habían sido tomadas cautivas las dos mujeres de David, Ajinoam, de Jezreel, y Abigaíl, que fuera mujer de Nabal, de Carmel.

David estaba muy angustiado, porque el pueblo hablaba de apedrearlo. Todo el pueblo estaba con ánimo amargado, cada uno por causa de sus hijos y de sus hijas. Pero David se fortaleció en Jehovah su Dios.

Entonces David dijo al sacerdote Abiatar hijo de Ajimelec: —Tráeme, por favor, el efod. Abiatar trajo el efod a David,

y David consultó a Jehovah diciendo: —¿He de perseguir a esa banda? ¿La podré alcanzar? Y Jehovah le respondió: —Persíguela, porque de cierto la alcanzarás y librarás a los cautivos.

Entonces David partió con los 600 hombres que estaban con él, y llegaron hasta el arroyo de Besor, donde se quedaron algunos de ellos.

Pero David continuó persiguiendo, él con 400 hombres, porque 200 se quedaron atrás, los cuales estaban muy agotados para pasar el arroyo de Besor.

Hallaron en el campo a un hombre egipcio y lo llevaron a David. Le dieron pan para comer y agua para beber.

También le dieron un pedazo de torta de higos secos y dos tortas de pasas. Después que comió, recobró sus fuerzas, pues no había comido pan ni había bebido agua durante tres días y tres noches.

Entonces David le preguntó: —¿De quién eres tú? ¿De dónde eres tú? Y respondió: —Yo soy un joven egipcio, siervo de un amalequita. Mi amo me abandonó hace tres días, porque yo estaba enfermo.

Nosotros hicimos una incursión en la región del Néguev de los quereteos, en el de Judá, y en el Néguev de Caleb. También incendiamos Siclag.

David le preguntó: —¿Podrás llevarme tú a esa banda? El respondió: —Júrame por Dios que no me matarás ni me entregarás en mano de mi amo, y yo te llevaré a esa banda.

Entonces los llevó, y he aquí que estaban desparramados sobre la superficie de toda la tierra, comiendo, bebiendo y haciendo fiesta por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de los filisteos y de la tierra de Judá.

David los atacó desde antes del amanecer hasta la tarde del día siguiente. Ninguno de ellos escapó, excepto unos 400 jóvenes que montaron en los camellos y huyeron.

Así libró David todo lo que habían tomado los amalequitas. Asimismo, David libró a sus dos mujeres.

No les faltó cosa alguna, ni pequeña ni grande, ni de los hijos, ni de las hijas, ni de las cosas robadas, ni nada de cuanto habían tomado para sí. Todo lo recuperó David.

David tomó también todas las ovejas y las vacas. Y llevándolas delante del otro ganado, decían: —¡Este es el botín de David!

Entonces David vino a los 200 hombres que habían quedado muy agotados para seguirle, a los cuales habían hecho quedar en el arroyo de Besor. Ellos salieron a recibir a David y a la gente que venía con él. Y cuando David se acercó a aquella gente, les saludó deseándoles paz.

Entonces intervinieron todos los malos y perversos que había entre los hombres que habían ido con David, y dijeron: —Puesto que no fueron con nosotros, no les daremos del botín que hemos salvado, excepto a cada uno su mujer y sus hijos; que los tomen y que se vayan.

Pero David respondió: —No hagáis eso, hermanos míos, con lo que nos ha dado Jehovah, quien nos ha protegido y ha entregado en nuestra mano la banda que vino contra nosotros.

¿Quién os escuchará en este asunto? Igual parte han de tener los que descienden a la batalla y los que se quedan con el equipaje. ¡Que se lo repartan por igual!

Y sucedió que desde aquel día en adelante él hizo que esto fuera ley y decreto en Israel, hasta el día de hoy.

Cuando David llegó a Siclag, envió parte del botín a sus amigos, los ancianos de Judá, diciendo: “He aquí un regalo para vosotros del botín de los enemigos de Jehovah.”

Lo envió a los que estaban en Betel, a los de Ramot en el Néguev, a los de Jatir,

a los de Aroer, a los de Sifmot, a los de Estemoa,

a los de Racal, a los que estaban en las ciudades de los de Jerameel, a los que estaban en las ciudades de los queneos,

a los de Horma, a los de Corasán, a los de Atac,

a los de Hebrón y a los de todos los lugares donde David había andado con sus hombres.




Muerte de Saúl y de sus hijos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Muerte de Saúl y de sus hijos (9:31:1 - 9:31:13)

Los filisteos combatieron contra Israel, y los hombres de Israel huyeron delante de los filisteos y cayeron muertos en el monte Gilboa.

Los filisteos siguieron de cerca a Saúl y a sus hijos; y mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl.

La batalla arreció contra Saúl, y los hombres que tiran con el arco lo encontraron; y fue herido gravemente por los arqueros.

Entonces Saúl dijo a su escudero: “Saca tu espada y atraviésame con ella, no sea que vengan esos incircuncisos y me atraviesen, y hagan mofa de mí.” Pero su escudero no quiso, porque tenía mucho miedo. Entonces Saúl tomó la espada y se dejó caer sobre ella.

Al ver su escudero que Saúl estaba muerto, él también se dejó caer sobre su espada y murió junto con él.

Así murieron aquel día Saúl, sus tres hijos, su escudero y también todos sus hombres junto con él.

Y al ver los hombres de Israel que estaban al otro lado del valle, y los del otro lado del Jordán, que los de Israel habían huido, y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron las ciudades y huyeron. Entonces los filisteos fueron y habitaron en ellas.

Aconteció que al día siguiente, cuando los filisteos fueron para despojar a los muertos, hallaron a Saúl y a sus tres hijos caídos en el monte Gilboa.

Ellos le cortaron la cabeza y le despojaron de sus armas, y enviaron mensajeros por toda la tierra de los filisteos para dar la buena noticia en el templo de sus ídolos y al pueblo.

Después pusieron sus armas en el templo de Astarte, y clavaron su cadáver contra el muro de Bet-seán.

Cuando todos los habitantes de Jabes, en Galaad, oyeron lo que los filisteos habían hecho con Saúl,

todos los hombres valientes se levantaron, caminaron toda aquella noche y tomaron del muro de Bet-seán el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos. Cuando llegaron a Jabes, los incineraron allí.

Luego tomaron sus restos y los sepultaron debajo del tamarisco en Jabes, y ayunaron siete días.