Jehová llama a Samuel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Jehová llama a Samuel (9:3:1 - 9:3:21)

El joven Samuel servía a Jehovah delante de Elí. La palabra de Jehovah escaseaba en aquellos días, y no había visiones con frecuencia.

Pero aconteció cierto día, mientras Elí (cuyos ojos habían comenzado a debilitarse, de modo que no podía ver) estaba acostado en su aposento

y Samuel dormía en el templo de Jehovah donde estaba el arca de Dios, que antes que la lámpara de Dios fuese apagada,

Jehovah llamó a Samuel, y él respondió: —Heme aquí.

Y corrió a Elí diciendo: —Heme aquí. ¿Para qué me has llamado? Elí respondió: —Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte. El se volvió y se acostó,

y Jehovah volvió a llamar: —¡Samuel! Samuel se levantó, fue a Elí y dijo: —Heme aquí. ¿Para qué me has llamado? Elí respondió: —Hijo mío, yo no te he llamado. Vuelve a acostarte.

Samuel todavía no conocía a Jehovah, ni la palabra de Jehovah le había sido aún revelada.

Jehovah llamó por tercera vez a Samuel; y él se levantó, fue a Elí y dijo: —Heme aquí. ¿Para qué me has llamado? Entonces Elí entendió que Jehovah llamaba al joven.

Y Elí dijo a Samuel: —Vé y acuéstate; y sucederá que si te llama, dirás: “Habla, oh Jehovah, que tu siervo escucha.” Samuel se fue y se acostó en su sitio.

Entonces vino Jehovah, se paró y llamó como las otras veces: —¡Samuel, Samuel! Samuel respondió: —Habla, que tu siervo escucha.

Y Jehovah dijo a Samuel: —He aquí, yo voy a hacer algo en Israel, que a quien lo escuche le retiñirán ambos oídos.

Aquel día cumpliré contra Elí, de principio a fin, todas las cosas que he hablado contra su casa.

Yo le he declarado que juzgaré a su casa para siempre, por la iniquidad que él conoce; porque sus hijos han blasfemado contra Dios, y él no les ha reprochado.

Por tanto, he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de su casa jamás será expiada, ni con sacrificios ni con ofrendas.

Samuel permaneció acostado hasta la mañana. Luego abrió las puertas de la casa de Jehovah, pero Samuel temía contar la visión a Elí.

Entonces Elí llamó a Samuel y le dijo: —Hijo mío, Samuel. El respondió: —Heme aquí.

El le preguntó: —¿Qué es lo que te ha hablado? Por favor, no me lo encubras. Así te haga Dios y aun te añada, si me encubres una palabra de todo lo que ha hablado contigo.

Samuel se lo contó todo sin encubrirle nada. Entonces él dijo: —¡El es Jehovah! Que haga lo que le parezca bien.

Samuel crecía, y Jehovah estaba con él y no dejaba sin cumplir ninguna de sus palabras.

Todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, sabía que Samuel estaba acreditado como profeta de Jehovah.

Jehovah volvió a manifestarse en Silo, pues era en Silo donde Jehovah se revelaba a Samuel mediante la palabra de Jehovah.




Los filisteos capturan el arca

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Los filisteos capturan el arca (9:4:1 - 9:4:22)

Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Por aquel tiempo Israel salió en pie de guerra al encuentro de los filisteos, y acampó junto a Eben-ezer, mientras que los filisteos acamparon en Afec.

Los filisteos se dispusieron para combatir contra Israel; y cuando se libró la batalla, Israel fue vencido ante los filisteos, quienes mataron en el campo de batalla a unos 4.000 hombres.

Cuando el pueblo volvió al campamento, los ancianos de Israel preguntaron: —¿Por qué nos ha causado hoy Jehovah una derrota ante los filisteos? Hagamos traer acá desde Silo el arca del pacto de Jehovah, a fin de que venga en medio de nosotros y nos libre de mano de nuestros enemigos.

Entonces el pueblo envió a Silo, e hicieron traer de allí el arca del pacto de Jehovah de los Ejércitos, que tiene su trono entre los querubines. Ofni y Fineas, los dos hijos de Elí, estaban allí con el arca del pacto de Dios.

Aconteció que cuando el arca del pacto de Jehovah llegó al campamento, todo Israel gritó con un júbilo tan grande que la tierra tembló.

Cuando los filisteos oyeron el estruendo del júbilo, preguntaron: —¿A qué se debe este estruendo de gran júbilo en el campamento de los hebreos? Cuando se enteraron de que el arca de Jehovah había sido traída al campamento,

los filisteos tuvieron miedo. Y decían: —¡Los dioses han venido al campamento! —Y añadían—: ¡Ay de nosotros, porque semejante cosa no había sucedido antes!

¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de mano de estos dioses fuertes? Estos son los dioses que hirieron a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto.

Esforzaos, oh filisteos, y sed hombres, para que no sirváis a los hebreos como ellos os han servido a vosotros. ¡Sed hombres y combatid!

Los filisteos combatieron, e Israel fue vencido; y cada uno huyó a su morada. Ocurrió una gran derrota, pues cayeron de Israel 30.000 hombres de infantería.

El arca de Dios fue tomada, y fueron muertos Ofni y Fineas, los dos hijos de Elí.

Aquel mismo día, cierto hombre de Benjamín corrió desde el campo de batalla hasta Silo, con la ropa rasgada y tierra sobre su cabeza.

Cuando llegó, he aquí que Elí estaba sentado en un banco vigilando junto al camino, porque su corazón temblaba a causa del arca de Dios. Cuando aquel hombre llegó a la ciudad y dio la noticia, toda la ciudad prorrumpió en griterío.

Al oír Elí el estruendo del griterío, preguntó: —¿Qué estruendo de alboroto es éste? El hombre se dio prisa, vino y dio la noticia a Elí.

Elí tenía ya 98 años; sus pupilas estaban inmóviles, de modo que no podía ver.

El hombre dijo a Elí: —Soy el que ha venido de la batalla; hoy escapé de la batalla. Y Elí le preguntó: —¿Qué ha pasado, hijo mío?

El mensajero respondió y dijo: —Israel ha huido delante de los filisteos. Ha ocurrido una gran mortandad entre el pueblo. También han muerto tus dos hijos, Ofni y Fineas; y el arca de Dios ha sido capturada.

Y aconteció que cuando él mencionó el arca de Dios, Elí cayó de espaldas del banco, junto a la puerta. Se quebró la nuca, y murió, porque era hombre anciano y obeso. El había juzgado a Israel durante cuarenta años.

También su nuera, la mujer de Fineas, que estaba encinta y próxima a dar a luz, al oír la noticia de que el arca de Dios había sido capturada y que su suegro y su marido habían muerto, se encorvó y dio a luz; porque le sobrevinieron sus dolores.

Al tiempo que moría, le decían las que estaban junto a ella: —No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Pero ella no respondió ni prestó atención.

Ella llamó al niño Icabod diciendo: —La gloria se ha apartado de Israel. Dijo esto porque el arca de Dios había sido capturada, y por lo ocurrido a su suegro y a su marido.

Ella dijo: —La gloria se ha apartado de Israel, porque el arca de Dios ha sido capturada.




El arca en tierra de los filisteoss

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > El arca en tierra de los filisteoss (9:5:1 - 9:5:12)

Después de haber capturado el arca de Dios, los filisteos la llevaron de Eben-ezer a Asdod.

Los filisteos tomaron el arca de Dios, la introdujeron en el templo de Dagón y la pusieron junto a Dagón.

Y cuando los de Asdod se levantaron temprano al día siguiente, he aquí que Dagón estaba caído en tierra sobre su rostro, frente al arca de Jehovah. Entonces tomaron a Dagón y lo pusieron otra vez en su sitio.

Pero al levantarse temprano al día siguiente, he aquí que Dagón estaba caído en tierra sobre su rostro, frente al arca de Jehovah; y la cabeza y las manos de Dagón estaban cortadas, sobre el umbral. Sólo el tronco le había quedado a Dagón.

Por esta razón los sacerdotes de Dagón, y todos los que entran en el templo de Dagón, no pisan el umbral de Dagón en Asdod, hasta el día de hoy.

La mano de Jehovah se agravó contra los de Asdod: Los asoló y los hirió con tumores, tanto en Asdod como en sus territorios.

Al ver esto, los hombres de Asdod dijeron: —¡Que no se quede con nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano es dura sobre nosotros y sobre Dagón nuestro dios!

Entonces mandaron reunirse con ellos a todos los gobernantes de los filisteos y les preguntaron: —¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel? Ellos respondieron: —Que el arca del Dios de Israel sea trasladada a Gat. Y trasladaron el arca del Dios de Israel.

Pero aconteció, después que la habían trasladado, que la mano de Jehovah fue contra la ciudad ocasionando gran pánico. E hirió a los hombres de la ciudad, desde el menor hasta el mayor, de modo que aparecieron en ellos tumores.

Entonces enviaron el arca de Dios a Ecrón. Y sucedió que cuando el arca de Dios llegó a Ecrón, los de Ecrón dieron voces diciendo: —¡Han trasladado hasta nosotros el arca del Dios de Israel, para que nos haga morir a nosotros y a nuestro pueblo!

Entonces mandaron reunir a todos los gobernantes de los filisteos, y dijeron: —Enviad el arca del Dios de Israel y que vuelva a su lugar, no sea que nos mate a nosotros y a nuestro pueblo. Pues había pánico de muerte en toda la ciudad, y la mano de Dios se había agravado allí.

Los hombres que no habían muerto fueron llagados con tumores, y el clamor de la ciudad subía hasta el cielo.




Los filisteos devuelven el arca

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Los filisteos devuelven el arca (9:6:1 - 9:6:9)

El arca de Jehovah estuvo en la tierra de los filisteos siete meses.

Entonces los filisteos llamaron a los sacerdotes y adivinos, y les preguntaron: —¿Qué haremos con el arca de Jehovah? Dadnos a conocer cómo la hemos de enviar a su lugar.

Ellos respondieron: —Si enviáis el arca del Dios de Israel, no la enviéis sola; sino más bien, enviadle una ofrenda por la culpa. Entonces seréis sanados y entenderéis por qué su mano no se apartó de vosotros.

Ellos preguntaron: —¿Cuál será la ofrenda por la culpa que le hemos de enviar? Ellos respondieron: —Daréis cinco tumores de oro y cinco ratones de oro, conforme al número de los gobernantes de los filisteos, porque la misma plaga os ha afligido a todos vosotros y a vuestros gobernantes.

Haced, pues, figuras de vuestros tumores y de los ratones que destruyen la tierra, y dad gloria al Dios de Israel; quizás aligere el peso de su mano sobre vosotros, sobre vuestros dioses y sobre vuestra tierra.

¿Por qué endureceréis vuestro corazón, como los egipcios y el faraón endurecieron su corazón? Después que él se había mofado de ellos, ¿no los dejaron ir, y se fueron?

Haced, pues, una carreta nueva; luego tomad dos vacas que estén criando, sobre las cuales no haya sido puesto yugo; uncid las vacas a la carreta y haced volver sus terneros, de detrás de ellas, al corral.

Tomad luego el arca de Jehovah y ponedla sobre la carreta. Poned junto a ella, en una caja, los objetos de oro que le habéis de dar como ofrenda por la culpa, y dejadla ir.

Entonces mirad: Si sube a Bet-semes por el camino hacia su territorio, entonces es Jehovah quien nos ha hecho este mal tan grande. Si no, nos convenceremos de que no fue su mano la que nos hirió, sino que nos ha sucedido por casualidad.




Nacimiento de Samuel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Nacimiento de Samuel (9:1:1 - 9:7:2)

Había un hombre de Ramataim-zofim, de la región montañosa de Efraín, el cual se llamaba Elcana. Era hijo de Jerojam, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Zuf el efrateo.

Y tenía dos mujeres: Una se llamaba Ana, y la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía.

Aquel hombre subía año tras año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios a Jehovah de los Ejércitos en Silo. Allí estaban los dos hijos de Elí: Ofni y Fineas, sacerdotes de Jehovah.

Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina su mujer y a todos sus hijos e hijas.

Y aunque a Ana le daba una sola porción, él la amaba, a pesar de que Jehovah había cerrado su matriz.

Y los hombres lo hicieron así. Tomaron dos vacas que estaban criando, las uncieron a la carreta y encerraron sus terneros en el corral.

Luego pusieron sobre la carreta el arca de Jehovah y la caja con los ratones de oro y las figuras de sus tumores.

Entonces las vacas se fueron de frente por el camino de Bet-semes. Iban por el camino, mugiendo mientras iban, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. Y los gobernantes de los filisteos fueron tras ellas hasta la frontera de Bet-semes.

Los habitantes de Bet-semes estaban segando el trigo en el valle, y alzando sus ojos divisaron el arca y se alegraron al verla.

La carreta llegó al campo de Josué, de Bet-semes, y se detuvo allí, porque había una gran piedra. Entonces ellos partieron la madera de la carreta y ofrecieron las vacas en holocausto a Jehovah.

Los levitas bajaron el arca de Jehovah y la caja que estaba junto a ella, en la cual estaban los objetos de oro, y las pusieron sobre aquella gran piedra. Aquel día los hombres de Bet-semes hicieron holocaustos y ofrecieron sacrificios a Jehovah.

Cuando los cinco gobernantes de los filisteos vieron esto, regresaron a Ecrón el mismo día.

Los tumores de oro que los filisteos dieron a Jehovah como ofrenda por la culpa fueron: uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat y uno por Ecrón.

También los ratones de oro fueron según el número de todas las ciudades filisteas de los cinco gobernantes, tanto las ciudades fortificadas como sus aldeas sin muros. La gran piedra, sobre la cual colocaron el arca de Jehovah, está en el campo de Josué, de Bet-semes, hasta el día de hoy.

Entonces Dios hirió a algunos de los hombres de Bet-semes, porque habían mirado dentro del arca de Jehovah. Hirió a setenta personas del pueblo. Y el pueblo hizo duelo, porque Jehovah los había herido con una plaga tan grande.

Los hombres de Bet-semes dijeron: —¿Quién podrá estar delante de Jehovah, este Dios santo? ¿Y a quién irá desde nosotros?

Entonces enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim, y dijeron: —Los filisteos han devuelto el arca de Jehovah. Descended y subidla a vuestro lugar.

Los hombres de Quiriat-jearim vinieron, subieron el arca de Jehovah y la llevaron a la casa de Abinadab, en la colina. Luego consagraron a su hijo Eleazar para que guardase el arca de Jehovah.

Aconteció que desde el día en que el arca llegó a Quiriat-jearim, pasó mucho tiempo, unos veinte años; y toda la casa de Israel gemía por Jehovah.