Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Jesús ante Pilato (43:18:28 - 43:19:16)
Llevaron a Jesús de Caifás al Pretorio. Era al amanecer. Pero ellos no entraron al Pretorio para no contaminarse y para así poder comer la Pascua.
Por tanto, Pilato salió fuera a ellos y dijo: —¿Qué acusación traéis contra este hombre?
Le respondieron y dijeron: —Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.
Entonces Pilato les dijo: —Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Los judíos le dijeron: —A nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie.
Así sucedió para que se cumpliera la palabra de Jesús, que dijo señalando con qué clase de muerte había de morir.
Entonces Pilato entró otra vez al Pretorio, llamó a Jesús y le dijo: —¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le respondió: —¿Preguntas tú esto de ti mismo, o porque otros te lo han dicho de mí?
Pilato respondió: —¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los principales sacerdotes te entregaron a mí. ¿Qué has hecho?
Contestó Jesús: —Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos. Ahora, pues, mi reino no es de aquí.
Entonces Pilato le dijo: —¿Así que tú eres rey? Jesús respondió: —Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz.
Le dijo Pilato: —¿Qué es la verdad? Habiendo dicho esto, salió de nuevo a los judíos y les dijo: —Yo no hallo ningún delito en él.
Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte un preso en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos?
Entonces todos gritaron de nuevo diciendo: —¡No a éste, sino a Barrabás! Y Barrabás era un asaltante.
Entonces Pilato tomó a Jesús y le azotó.
Los soldados entretejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Le vistieron con un manto de púrpura,
y venían hacia él y le decían: —¡Viva el rey de los judíos! Y le daban de bofetadas.
Pilato salió otra vez y les dijo: —He aquí, os lo traigo fuera, para que sepáis que no hallo ningún delito en él.
Entonces Jesús salió llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: —¡He aquí el hombre!
Cuando le vieron los principales sacerdotes y los guardias, gritaron diciendo: —¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Les dijo Pilato: —Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo no hallo ningún delito en él.
Los judíos le respondieron: —Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley él debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.
Cuando Pilato oyó esta palabra, tuvo aun más miedo.
Entró en el Pretorio otra vez y dijo a Jesús: —¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta.
Entonces le dijo Pilato: —¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y tengo autoridad para crucificarte?
Respondió Jesús: —No tendrías ninguna autoridad contra mí, si no te fuera dada de arriba. Por esto, el que me entregó a ti tiene mayor pecado.
Desde entonces Pilato procuraba soltarle. Pero los judíos gritaron diciendo: —Si sueltas a éste, no eres amigo del César. Todo aquel que se hace rey se opone al César.
Cuando Pilato oyó estas palabras, llevó a Jesús afuera y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado El Enlosado, y en hebreo Gabata.
Era el día de la Preparación de la Pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: —He aquí vuestro rey.
Pero ellos gritaron diciendo: —¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: —¿He de crucificar a vuestro rey? Respondieron los principales sacerdotes: —¡No tenemos más rey que el César!
Y con esto entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron pues a Jesús,