Jesús ora por sus discípulos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Jesús ora por sus discípulos (43:17:1 - 43:17:26)

Jesús habló de estas cosas, y levantando los ojos al cielo, dijo: “Padre, la hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti,

así como le diste autoridad sobre todo hombre, para que dé vida eterna a todos los que le has dado.

Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado.

Yo te he glorificado en la tierra, habiendo acabado la obra que me has dado que hiciera.

Ahora pues, Padre, glorifícame tú en tu misma presencia, con la gloria que yo tenía en tu presencia antes que existiera el mundo.

“He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste. Tuyos eran, y me los diste; y han guardado tu palabra.

Ahora han conocido que todo lo que me has dado procede de ti;

porque les he dado las palabras que me diste, y ellos las recibieron; y conocieron verdaderamente que provengo de ti, y creyeron que tú me enviaste.

“Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me has dado; porque tuyos son.

Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos.

Ya no estoy más en el mundo; pero ellos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre que me has dado, para que sean una cosa, así como nosotros lo somos.

Cuando yo estaba con ellos, yo los guardaba en tu nombre que me has dado. Y los cuidé, y ninguno de ellos se perdió excepto el hijo de perdición, para que se cumpliese la Escritura.

Pero ahora voy a ti y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos.

“Yo les he dado tu palabra, y el mundo los aborreció; porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno.

No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad.

Así como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo.

Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.

“Pero no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos;

para que todos sean una cosa, así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.

Yo les he dado la gloria que tú me has dado, para que sean una cosa, así como también nosotros somos una cosa.

Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente unidos; para que el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado, como también a mí me has amado.

“Padre, quiero que donde yo esté, también estén conmigo aquellos que me has dado, para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.

Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer todavía, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos.”




Arresto de Jesús

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Arresto de Jesús (43:18:1 - 43:18:11)

Habiendo dicho estas cosas, Jesús salió con sus discípulos para el otro lado del arroyo de Quedron, donde había un huerto en el cual entró Jesús con sus discípulos.

También Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque Jesús solía reunirse allí con sus discípulos.

Entonces Judas, tomando una compañía de soldados romanos y guardias de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con antorchas, lámparas y armas.

Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de acontecer, se adelantó y les dijo: —¿A quién buscáis?

Le contestaron: —A Jesús de Nazaret. Les dijo Jesús: —Yo soy. Estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.

Cuando les dijo, “Yo soy,” volvieron atrás y cayeron a tierra.

Les preguntó, pues, de nuevo: —¿A quién buscáis? Ellos dijeron: —A Jesús de Nazaret.

Jesús respondió: —Os dije que yo soy. Pues si a mí me buscáis, dejad ir a éstos.

Esto hizo para que se cumpliese la palabra que él dijo: “De los que me diste, ninguno de ellos perdí.”

Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.

Entonces Jesús dijo a Pedro: —Mete tu espada en la vaina. ¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado?




Jesús ante el sumo sacerdote

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Jesús ante el sumo sacerdote (43:18:12 - 43:18:14)

Entonces la compañía de soldados, el comandante y los guardias de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.

Luego le llevaron primero ante Anás, porque era el suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año.

Caifás era el que había dado consejo a los judíos de que convenía que un hombre muriese por el pueblo.




Pedro en el patio de Anás

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Pedro en el patio de Anás (43:18:15 - 43:18:18)

Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;

pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Y salió el otro discípulo que era conocido del sumo sacerdote, habló a la portera y llevó a Pedro adentro.

Entonces la criada portera dijo a Pedro: —¿Tú no serás también de los discípulos de ese hombre? El dijo: —No lo soy.

Y los siervos y los guardias estaban de pie, pues habían encendido unas brasas porque hacía frío; y se calentaban. Pedro también estaba de pie con ellos, calentándose.




Anás interroga a Jesús

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Anás interroga a Jesús (43:18:19 - 43:18:24)

El sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.

Jesús le respondió: —Yo he hablado abiertamente al mundo. Siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos. Nada he hablado en secreto.

¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que han oído lo que yo les he hablado. He aquí, ellos saben lo que yo dije.

Cuando dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: —¿Así respondes al sumo sacerdote?

Jesús le contestó: —Si he hablado mal, da testimonio del mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas?

Entonces Anás le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.