El paralítico de Betesda

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > El paralítico de Betesda (43:5:1 - 43:5:18)

Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

En Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, hay un estanque con cinco pórticos que en hebreo se llama Betesda.

En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua.

Porque un ángel del Señor descendía en ciertos tiempos en el estanque y agitaba el agua. Por tanto, el primero que entró después del movimiento del agua fue sanado de cualquier enfermedad que tuviera.

Se encontraba allí cierto hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años.

Cuando Jesús lo vio tendido y supo que ya había pasado tanto tiempo así, le preguntó: —¿Quieres ser sano?

Le respondió el enfermo: —Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras me muevo yo, otro desciende antes que yo.

Jesús le dijo: —Levántate, toma tu cama y anda.

Y en seguida el hombre fue sanado, tomó su cama y anduvo. Y aquel día era sábado.

Entonces los judíos le decían a aquel que había sido sanado: —Es sábado, y no te es lícito llevar tu cama.

Pero él les respondió: —El que me sanó, él mismo me dijo: “Toma tu cama y anda.”

Entonces le preguntaron: —¿Quién es el hombre que te dijo: “Toma tu cama y anda”?

Pero el que había sido sanado no sabía quién había sido, porque Jesús se había apartado, pues había mucha gente en el lugar.

Después Jesús le halló en el templo y le dijo: —He aquí, has sido sanado; no peques más, para que no te ocurra algo peor.

El hombre se fue y declaró a los judíos que Jesús era el que le había sanado.

Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

Pero Jesús les respondió: —Mi Padre hasta ahora trabaja; también yo trabajo.

Por esta razón los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.




La autoridad del Hijo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > La autoridad del Hijo (43:5:19 - 43:5:29)

Por esto, respondió Jesús y les decía: —De cierto, de cierto os digo que el Hijo no puede hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Porque todo lo que él hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera.

Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él mismo hace. Y mayores obras que éstas le mostrará, de modo que vosotros os asombréis.

Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

Porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio lo dio al Hijo,

para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.

De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.

De cierto, de cierto os digo que viene la hora y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oyen vivirán.

Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo.

Y también le dio autoridad para hacer juicio, porque él es el Hijo del Hombre.

No os asombréis de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz

y saldrán, los que hicieron el bien para la resurrección de vida, pero los que practicaron el mal para la resurrección de condenación.




Testigos de Cristo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Testigos de Cristo (43:5:30 - 43:5:47)

Yo no puedo hacer nada de mí mismo. Como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco la voluntad mía, sino la voluntad del que me envió.

Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.

El que da testimonio de mí es otro, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.

Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.

Pero yo no recibo el testimonio de parte del hombre; más bien, digo esto para que vosotros seáis salvos.

El era antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un poco en su luz.

Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha dado para cumplirlas, las mismas obras que hago dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.

Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Pero nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su apariencia,

ni tenéis su palabra permaneciendo en vosotros; porque vosotros no creéis a quien él envió.

Escudriñad las Escrituras, porque os parece que en ellas tenéis vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí.

Y vosotros no queréis venir a mí para que tengáis vida.

No recibo gloria de parte de los hombres.

Al contrario, yo os conozco que no tenéis el amor de Dios en vosotros.

Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís. Si otro viene en su propio nombre, a aquél recibiréis.

¿Cómo podéis vosotros creer? Pues recibiendo la gloria los unos de los otros, no buscáis la gloria que viene de parte del único Dios.

No penséis que yo os acusaré delante del Padre. Hay quien os acusa: Moisés, en quien habéis puesto la esperanza.

Porque si vosotros creyeseis a Moisés, me creeríais a mí; pues él escribió de mí.

Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?




Alimentación de los cinco mil

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Alimentación de los cinco mil (43:6:1 - 43:6:15)

Después de esto fue Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, o sea de Tiberias,

y le seguía una gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.

Jesús subió a un monte y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.

Cuando Jesús alzó los ojos y vio que se le acercaba una gran multitud, dijo a Felipe: —¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?

Pero decía esto para probarle, porque Jesús sabía lo que iba a hacer.

Felipe le respondió: —Doscientos denarios de pan no bastan, para que cada uno de ellos reciba un poco.

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:

—Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescaditos. Pero, ¿qué es esto para tantos?

Entonces Jesús dijo: —Haced recostar a la gente. Había mucha hierba en aquel lugar. Se recostaron, pues, como cinco mil hombres.

Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban recostados. De igual manera repartió de los pescados, cuanto querían.

Cuando fueron saciados, dijo a sus discípulos: —Recoged los pedazos que han quedado, para que no se pierda nada.

Recogieron, pues, y llenaron doce canastas de pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

Entonces, cuando los hombres vieron la señal que Jesús había hecho, decían: —¡Verdaderamente, éste es el profeta que ha de venir al mundo!

Como Jesús entendió que iban a venir para tomarle por la fuerza y hacerle rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.




Jesús anda sobre el mar

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Jesús anda sobre el mar (43:6:16 - 43:6:21)

Cuando anochecía, sus discípulos descendieron al mar,

y entrando en una barca iban cruzando el mar hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús todavía no había venido a ellos.

Y se agitaba el mar porque soplaba un gran viento.

Entonces, cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca, y tuvieron miedo.

Pero él les dijo: —¡Yo soy; no temáis!

Entonces ellos quisieron recibirle en la barca, y de inmediato la barca llegó a la tierra a donde iban.