La levadura de los fariseos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > La levadura de los fariseos (41:8:14 - 41:8:21)

Se habían olvidado de llevar pan, y no tenían consigo en la barca sino un solo pan.

Y él les mandó, diciendo: —Mirad; guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.

Ellos discutían los unos con los otros, porque no tenían pan.

Como Jesús lo entendió, les dijo: —¿Por qué discutís? ¿Porque no tenéis pan? ¿Todavía no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis endurecido vuestro corazón?

Teniendo ojos, ¿no veis? Teniendo oídos, ¿no oís? ¿No os acordáis?

Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogisteis? Ellos dijeron: —Doce.

—Y cuando repartí los siete panes entre los cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Ellos dijeron: —Siete.

El les preguntó: —¿Todavía no comprendéis?




Un ciego sanado en Betsaida

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > Un ciego sanado en Betsaida (41:8:22 - 41:8:26)

Jesús fue a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaban que lo tocase.

Entonces tomando al ciego de la mano, le sacó fuera de la aldea. Después de mojarle los ojos con saliva e imponerle las manos, le preguntó: —¿Ves algo?

Al mirar, él decía: —Veo a los hombres, pero los veo como árboles que andan.

Luego puso otra vez las manos sobre sus ojos, y miró intensamente. Y fue restaurada su vista, y veía todo de lejos y claramente.

Entonces Jesús le envió a su casa, diciéndole: —No entres en la aldea.




La confesión de Pedro

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > La confesión de Pedro (41:8:27 - 41:8:30)

Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó a sus discípulos diciendo: —¿Quién dice la gente que soy yo?

Ellos respondieron: —Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; otros, uno de los profetas.

Entonces él les preguntó: —Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro le dijo: —¡Tú eres el Cristo!

El les mandó enérgicamente que no hablasen a nadie acerca de él.




Jesús anuncia su muerte

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > Jesús anuncia su muerte (41:8:31 - 41:9:1)

Luego comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre padeciese mucho, que fuese desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitado después de tres días.

Les decía esto claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reprenderle.

Pero él se dio vuelta, y mirando a sus discípulos reprendió a Pedro diciéndole: —¡Quítate de delante de mí, Satanás! Porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

Y llamó a sí a la gente, juntamente con sus discípulos, y les dijo: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.

Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.

Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma?

Porque, ¿qué dará el hombre en rescate por su alma?

Pues el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

También les dijo: —De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que hayan visto que el reino de Dios ha venido con poder.




La transfiguración

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > La transfiguración (41:9:2 - 41:9:13)

Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y les hizo subir aparte, a solas, a un monte alto, y fue transfigurado delante de ellos.

Sus vestiduras se hicieron resplandecientes, muy blancas, tanto que ningún lavandero en la tierra las puede dejar tan blancas.

Y les apareció Elías con Moisés, y estaban hablando con Jesús.

Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: —Rabí, es bueno que nosotros estemos aquí. Levantemos, pues, tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pues él no sabía qué decir, porque tuvieron miedo.

Vino una nube haciéndoles sombra, y desde la nube una voz decía: “Este es mi hijo amado; a él oíd.”

Y de inmediato, mirando alrededor, ya no vieron a nadie más con ellos, sino sólo a Jesús.

Mientras descendían ellos del monte, Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos.

Y ellos guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué significaría aquello de resucitar de entre los muertos.

Le preguntaron diciendo: —¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?

El les dijo: —A la verdad, Elías viene primero y restaura todas las cosas. Y, ¿cómo está escrito acerca del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea menospreciado?

Sin embargo, os digo que Elías ya ha venido; e hicieron con él todo lo que quisieron, tal como está escrito de él.