Jesús es sepultado

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Mateo > Jesús es sepultado (40:27:57 - 40:27:61)

Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea llamado José, quien también había sido discípulo de Jesús.

Este se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese.

José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia

y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña. Luego hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.

Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.




La guardia ante la tumba

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Mateo > La guardia ante la tumba (40:27:62 - 40:27:66)

Al día siguiente, esto es, después de la Preparación, los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato,

diciendo: —Señor, nos acordamos que mientras aún vivía, aquel engañador dijo: “Después de tres días resucitaré.”

Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que sus discípulos vengan y roben el cadáver, y digan al pueblo: “Ha resucitado de los muertos.” Y el último fraude será peor que el primero.

Pilato les dijo: —Tenéis tropas de guardia. Id y aseguradlo como sabéis hacerlo.

Ellos fueron, y habiendo sellado la piedra, aseguraron el sepulcro con la guardia.




La resurrección

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Mateo > La resurrección (40:28:1 - 40:28:10)

Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María para ver el sepulcro.

Y he aquí, hubo un gran terremoto; porque el ángel del Señor descendió del cielo, y al llegar removió la piedra y se sentó sobre ella.

Su aspecto era como un relámpago, y su vestidura era blanca como la nieve.

Los guardias temblaron por miedo de él y quedaron como muertos.

Y respondiendo el ángel dijo a las mujeres: —No temáis vosotras, porque sé que buscáis a Jesús, quien fue crucificado.

No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Venid, ved el lugar donde estaba puesto.

E id de prisa y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos. He aquí va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis. He aquí os lo he dicho.

Entonces ellas salieron a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, y corrieron a dar las nuevas a sus discípulos.

Y he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: —¡Os saludo! Y acercándose ellas, abrazaron sus pies y le adoraron.

Entonces Jesús les dijo: —No temáis. Id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea. Allí me verán.




El informe de la guardia

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Mateo > El informe de la guardia (40:28:11 - 40:28:15)

Entre tanto que ellas iban, he aquí algunos de la guardia fueron a la ciudad y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.

Ellos se reunieron en consejo con los ancianos, y tomando mucho dinero se lo dieron a los soldados,

diciendo: “Decid: Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos.

Y si esto llega a oídos del procurador, nosotros le persuadiremos y os evitaremos problemas.”

Ellos tomaron el dinero e hicieron como habían sido instruidos. Y este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.




La gran comisión

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Mateo > La gran comisión (40:28:16 - 41:15:20)

Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había mandado.

Cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaron.

Jesús se acercó a ellos y les habló diciendo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.

Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,

y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

Entonces Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.

Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, que es el Pretorio, y convocaron a toda la compañía.

Le vistieron de púrpura; y habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron

y comenzaron a aclamarle: —¡Viva, rey de los judíos!

También le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y puestos de rodillas le rendían homenaje.

Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron su propia ropa. Entonces le sacaron para crucificarle.