Profecía contra Gog

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Profecía contra Gog (26:38:1 - 26:28:19)

Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia la tierra de Magog, contra Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal. Profetiza contra él,

y di que así ha dicho el Señor Jehovah: He aquí, yo estoy contra ti, oh Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal.

Te haré dar vuelta y pondré ganchos en tus quijadas. Te sacaré a ti y a todo tu ejército—caballos y jinetes, todos vestidos a la perfección—, una gran multitud con escudos y defensas, llevando todos ellos espadas.

Persia, Etiopía y Libia estarán con ellos; todos ellos con escudos y cascos.

Estarán contigo Gomer y todas sus tropas; Bet-togarma, de los confines del norte, con todas sus tropas, y muchos otros pueblos.

Alístate y prepárate, tú con toda la multitud que se te ha congregado, y sé tú su guarda.

De aquí a muchos días serás convocado. Al cabo de años vendrás a la tierra restaurada de la espada y recogida de entre muchos pueblos, contra los montes de Israel, que continuamente han sido objeto de destrucción. Sus habitantes han sido sacados de entre las naciones, y todos ellos habitan confiadamente.

Tú subirás; vendrás como una tempestad y serás como una nube que cubre la tierra, tú con todas tus tropas, y muchos pueblos contigo.”

Así ha dicho el Señor Jehovah: “En aquel día sucederá que subirán palabras a tu corazón, y concebirás un plan malvado.

Dirás: Subiré contra una tierra indefensa; iré a un pueblo tranquilo que habita confiadamente. Todos ellos habitan sin murallas, y no tienen cerrojos ni puertas.

Esto será para tomar botín y para hacer saqueo, para volver tu mano contra las ruinas que han vuelto a ser habitadas, contra el pueblo que ha sido recogido de entre las naciones, el cual se hace de ganado y de posesiones, y habita en el centro de la tierra.

Saba, Dedán, los mercaderes de Tarsis y todas sus aldeas te preguntarán: ¿Has venido para tomar botín? ¿Has reunido tu multitud para hacer saqueo, para llevarte la plata y el oro, para tomar el ganado y las posesiones, para tomar un gran botín?

“Por tanto, oh hijo de hombre, profetiza y di a Gog que así ha dicho el Señor Jehovah: En aquel día, cuando mi pueblo Israel habite confiadamente, ¿no lo sabrás tú?

Vendrás de tu lugar, de los confines del norte, tú y muchos pueblos contigo, todos a caballo, una gran multitud, un numeroso ejército.

Y subirás contra mi pueblo Israel como nube para cubrir la tierra. Ocurrirá en los postreros días. Yo te traeré contra mi tierra para que las naciones me conozcan cuando yo muestre mi santidad en ti, oh Gog, ante su vista.”

Así ha dicho el Señor Jehovah: “¿Eres tú aquel de quien hablé en los días del pasado por medio de mis siervos los profetas de Israel, quienes en aquellos días y años profetizaron que yo te habría de traer contra ellos?

“Ocurrirá en aquel día, cuando Gog venga contra la tierra de Israel, dice el Señor Jehovah, que estallará mi ira en mi rostro.

Porque en mi celo y en el fuego de mi indignación digo que en aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel.

Y temblarán ante mi presencia los peces del mar, las aves del cielo, los animales del campo, todo reptil que se desplaza sobre la tierra y todos los hombres que están sobre la faz de la tierra. Los montes serán destruidos, y caerán los declives; toda muralla caerá a tierra.

En todos mis montes llamaré a la espada contra Gog, dice el Señor Jehovah. Y la espada de cada uno estará contra su hermano.

Con peste y con sangre entraré en juicio contra él. Sobre él, sobre sus tropas y sobre los muchos pueblos que están con él haré caer lluvia torrencial, piedras de granizo, fuego y azufre.

Mostraré mi grandeza y mi santidad. Así me daré a conocer ante los ojos de muchas naciones. Y sabrán que yo soy Jehovah.

“Tú, pues, oh hijo de hombre, profetiza contra Gog y di que así ha dicho el Señor Jehovah: He aquí, yo estoy contra ti, oh Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal.

Te haré dar vuelta y te conduciré. Te haré subir desde los confines del norte y te traeré a los montes de Israel.

Romperé tu arco en tu mano izquierda y haré que caigan las flechas de tu mano derecha.

Sobre los montes de Israel caerás tú con todas tus tropas y los pueblos que están contigo. Te he dado por comida a las aves de rapiña, a las aves de toda especie y a los animales del campo.

Sobre la superficie del campo caerás, porque yo he hablado, dice el Señor Jehovah.

“Enviaré fuego sobre Magog y sobre los que habitan con seguridad en las costas. Y sabrán que yo soy Jehovah.

Daré a conocer mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, y nunca más permitiré que mi santo nombre sea profanado. Y sabrán las naciones que yo soy Jehovah, el Santo de Israel

“¡He aquí que viene y se cumplirá!, dice el Señor Jehovah. Este es el día del cual he hablado.

Entonces saldrán los habitantes de las ciudades de Israel, y encenderán fuego y harán arder las armas: los escudos y las defensas, los arcos y las flechas, las jabalinas y las lanzas. Y con ellas harán fuego durante siete años;

no recogerán leña del campo ni la cortarán de los bosques, sino que prenderán el fuego con las armas. Así despojarán a los que los despojaron, y saquearán a los que los saquearon, dice el Señor Jehovah.

“Sucederá en aquel día que yo daré a Gog un lugar para sepultura allí en Israel, en el valle de los viajeros, al oriente del mar, y obstruirán el paso de los viajeros. Allí sepultarán a Gog y a su multitud, y lo llamarán valle de Hamón-gog.

Y la casa de Israel los estará enterrando durante siete meses, para purificar la tierra.

Todo el pueblo de la tierra los enterrará; para ellos será célebre el día en que yo me glorifique, dice el Señor Jehovah.

he aquí yo traigo contra ti extranjeros, los más crueles de las naciones. Desenvainarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría y profanarán tu esplendor.

Te harán descender a la fosa, y morirás como los que son muertos en el corazón de los mares.

¿Osarás decir delante de tu verdugo, a pesar de ser hombre y no Dios: Yo soy un dios? En mano de quienes te atraviesen

morirás a la manera de los incircuncisos, en mano de los extranjeros; porque yo he hablado,” dice el Señor Jehovah.

Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, entona un lamento por el rey de Tiro, y dile que así ha dicho el Señor Jehovah: “¡Tú eras un modelo perfecto, lleno de sabiduría y de completa hermosura!

Estabas en el Edén, el jardín de Dios. Tu vestidura era de toda clase de piedras preciosas: rubí, topacio, diamante, crisólito, ónice, jaspe, zafiro, turquesa y berilo. Y de oro era la hechura de tus encajes y de tus engastes. En el día que fuiste creado fueron preparadas.

Cuando fuiste ungido, yo te puse junto con los querubines protectores. Estabas en el santo monte de Dios, y andabas en medio de piedras de fuego.

Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado hasta que se halló en ti maldad.

“A causa de tu gran comercio te llenaron de violencia, y pecaste. Por eso, te expulsé del monte de Dios, y un querubín protector hizo que desaparecieras de en medio de las piedras de fuego.

Tu corazón se enalteció debido a tu hermosura; a causa de tu esplendor se corrompió tu sabiduría. “Yo te he arrojado en tierra; te he puesto como espectáculo ante los reyes.

Por tus muchos pecados y por la iniquidad de tu comercio, profanaste tu santuario. Yo, pues, hice que en medio de ti se desatara y te devorase el fuego. Te convertí en cenizas sobre la tierra ante los ojos de cuantos te observaban.

Todos los que te conocen entre los pueblos se horrorizan a causa de ti. Eres objeto de espanto, y dejarás de ser para siempre.”




Profecía contra Sidón

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Profecía contra Sidón (26:28:20 - 26:28:26)

Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia Sidón y profetiza contra ella.

Dirás que así ha dicho el Señor Jehovah: Oh Sidón, he aquí que yo estoy contra ti y seré glorificado en medio de ti. Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando ejecute actos justicieros en medio de ella, y en ella yo muestre mi santidad.

Le enviaré peste y sangre por sus plazas. Los cadáveres caerán en medio de ella, y la espada estará alrededor de ella. Y sabrán que yo soy Jehovah.

“Nunca más habrá para la casa de Israel espina que hiera ni aguijón que cause dolor, de parte de todos los que los rodean y los desprecian. Y sabrán que yo soy Jehovah.”

Así ha dicho el Señor Jehovah: “Cuando yo reúna a los de la casa de Israel de entre las naciones donde están dispersados, entonces en medio de ellos seré tratado como santo a la vista de las naciones. Y habitarán en su tierra, la cual di a mi siervo Jacob.

Habitarán seguros en ella; edificarán casas y plantarán viñas. Habitarán seguros, cuando yo haya ejecutado actos justicieros alrededor de ellos, en medio de todos los que los desprecian. Y sabrán que yo soy Jehovah su Dios.”




Profecías contra Egipto

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Profecías contra Egipto (26:29:1 - 26:31:8)

En el día 12 del mes décimo del año 10 vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia el faraón, rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto.

Habla y di que así ha dicho el Señor Jehovah: He aquí yo estoy contra ti, oh faraón, rey de Egipto, gran monstruo que estás tendido en medio de sus canales, y que dices: Míos son los canales del Nilo, pues yo los hice.

“Yo pondré ganchos en tus quijadas, y haré que los peces de los canales se peguen sobre tus escamas. Te sacaré de en medio de tus canales, y todos los peces de tus canales saldrán pegados a tus escamas.

Te arrojaré al desierto, a ti y a todos los peces de tus canales. Caerás sobre la superficie del campo; no serás recogido ni sepultado. Te he dado por comida a los animales de la tierra y a las aves del cielo.

Y sabrán todos los habitantes de Egipto que yo soy Jehovah, por cuanto fuiste como un bastón de caña para la casa de Israel.

Cuando ellos te tomaron con la mano, te quebraste y les rompiste todo el hombro. Cuando se apoyaron sobre ti, te quebraste y les estremeciste todos sus lomos.

Por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo traigo la espada contra ti, y exterminaré en ti a los hombres y a los animales.

La tierra de Egipto será convertida en desolación y ruinas. Y sabrán que yo soy Jehovah. “Por cuanto has dicho: ¡Mío es el Nilo, pues yo lo hice!,

he aquí que por eso yo estoy contra ti y contra tus canales. Convertiré la tierra de Egipto en una ruina completa, una desolación desde Migdol y Asuán hasta la frontera con Etiopía.

No pasará por ella pie de hombre, ni pata de animal pasará por ella. No será habitada durante cuarenta años.

Pues convertiré la tierra de Egipto en una desolación en medio de las tierras desoladas, y sus ciudades estarán arruinadas durante cuarenta años. Dispersaré a los egipcios entre las naciones, y los esparciré por los países.”

Porque así ha dicho el Señor Jehovah: “Al final de los cuarenta años reuniré a los egipcios de entre los pueblos donde habrán sido dispersados,

y restauraré de la cautividad a Egipto. Los haré volver a la tierra de Patros, la tierra de su origen. Allí formarán un reino modesto;

será modesto en comparación con los otros reinos. Nunca más se enaltecerán sobre las naciones; porque los reduciré, para que no se enseñoreen de las naciones.

Nunca más serán objeto de confianza para la casa de Israel, que les haga recordar el pecado de volverse hacia ellos. Y sabrán que yo soy el Señor Jehovah.”

Aconteció en el primer día del mes primero del año 27 que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre: Nabucodonosor, rey de Babilonia, sometió a su ejército a una labor grande contra Tiro: Toda cabeza fue rapada, y todo hombro despellejado; pero ni para él, ni para su ejército hubo recompensa en Tiro por la labor que realizaron contra ella.

Por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo doy a Nabucodonosor, rey de Babilonia, la tierra de Egipto. El se llevará sus riquezas, tomará botín y la saqueará; y habrá recompensa para su ejército.

Le he dado la tierra de Egipto por el trabajo que realizó en ella, porque lo hizo para mí, dice el Señor Jehovah.

“En aquel día haré surgir el poderío de la casa de Israel, y te permitiré abrir la boca en medio de ellos. Y sabrán que yo soy Jehovah.”

Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, profetiza y di que así ha dicho el Señor Jehovah: ¡Lamentad! ¡Ay de aquel día!

Porque cercano está aquel día; cercano está el día de Jehovah. Será día de nublado, la hora de las naciones.

La espada llegará a Egipto, y habrá estremecimiento en Etiopía cuando en Egipto caigan los heridos, y tomen sus riquezas, y sean destruidos sus cimientos.

Etiopía, Libia, Lidia, y toda Arabia, los de Cub y los hijos de la tierra del pacto caerán a espada juntamente con ellos.

Así ha dicho Jehovah: Así caerán los que apoyan a Egipto. Caerá el orgullo de su poderío, desde Migdol hasta Asuán; caerán en ella a espada, dice el Señor Jehovah.

Quedarán desolados en medio de las tierras desoladas, y sus ciudades estarán en medio de las ciudades arruinadas.

Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando yo prenda fuego a Egipto, y todos sus ayudadores sean quebrantados.

“En aquel tiempo saldrán de delante de mí mensajeros en naves, para hacer temblar a la confiada Etiopía. Habrá estremecimiento entre ellos, como en el día de Egipto, ¡porque he aquí que viene!

Así ha dicho el Señor Jehovah: Pondré fin a la multitud de Egipto por medio de Nabucodonosor, rey de Babilonia.

El y su pueblo junto con él, los más crueles de las naciones, serán traídos para destruir la tierra. Ellos desenvainarán sus espadas contra Egipto, y llenarán la tierra de muertos.

Convertiré en sequedad los canales, y abandonaré la tierra en mano de malvados. Destruiré la tierra y su plenitud por medio de extranjeros. Yo, Jehovah, he hablado.”

Así ha dicho el Señor Jehovah: “También destruiré los ídolos. Pondré fin a los dioses de Menfis, y ya no habrá príncipe en la tierra de Egipto. Y pondré temor en la tierra de Egipto:

Desolaré a Patros, prenderé fuego a Tanis y ejecutaré actos justicieros en Tebas.

Derramaré mi ira sobre Sin, la fortaleza de Egipto, y exterminaré la multitud de Tebas.

Prenderé fuego a Egipto: Sin tendrá grandes dolores de parto, Tebas será destrozada, y Menfis tendrá continuas angustias.

Los jóvenes de Heliópolis y de Bubastis caerán a espada; ellas irán en cautiverio.

En Tafnes se oscurecerá el día cuando yo rompa allí los yugos de Egipto, y en ella cesará la soberbia de su poderío. Una nube la cubrirá, y sus hijas irán en cautiverio.

Ejecutaré actos justicieros en Egipto. Y sabrán que yo soy Jehovah.”

Aconteció en el séptimo día del mes primero del año 11, que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, yo he roto un brazo del faraón, rey de Egipto, y he aquí que no se lo ha vendado poniéndole medicinas, ni se le ha puesto una venda para ser entablillado, a fin de fortalecerle para que pueda sostener la espada.

Por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo estoy contra el faraón, rey de Egipto, y romperé sus brazos, el fuerte y el fracturado; haré que la espada se caiga de su mano.

Dispersaré a los egipcios entre las naciones, y los esparciré por los países.

“Pero fortaleceré los brazos del rey de Babilonia y pondré mi espada en su mano. Romperé los brazos del faraón, y gemirá delante de aquél con gemidos de un herido de muerte.

Fortaleceré, pues, los brazos del rey de Babilonia, mientras que los brazos del faraón decaerán. Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando yo ponga mi espada en la mano del rey de Babilonia y él la extienda contra la tierra de Egipto.

Dispersaré a los egipcios entre las naciones, y los esparciré por los países. Y sabrán que yo soy Jehovah.”

Aconteció en el primer día del mes tercero del año 11 que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, di al faraón, rey de Egipto, y a su multitud: ¿A quién te has comparado en tu grandeza?

He aquí que consideraré al cedro del Líbano, de ramas hermosas, que ensombrecía al bosque. Era de gran altura, y su copa estaba entre las nubes.

Las aguas lo hicieron crecer; lo enalteció el abismo, que dirigió sus ríos alrededor de su vergel, y envió sus canales a todos los árboles del campo.

Por tanto, superó en altura a todos los árboles del campo, y sus ramas se multiplicaron. A causa de la abundancia de agua, se extendió el ramaje que había echado.

En sus ramas hacían su nido todas las aves del cielo, debajo de su ramaje parían todos los animales del campo, y a su sombra habitaban todas las grandes naciones.

Se hizo hermoso por su grandeza y por la extensión de su follaje, pues su raíz estaba junto a muchas aguas.

En el jardín de Dios los demás cedros no lo igualaban, los cipreses no se le podían comparar en ramaje, ni los castaños tuvieron ramas semejantes a las suyas. Ningún árbol en el jardín de Dios era igual a él en hermosura.




La visión de la gloria divina

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > La visión de la gloria divina (26:1:1 - 26:1:28)

Sucedió en el quinto día del mes cuarto del año 30, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Quebar, que fueron abiertos los cielos, y vi visiones de Dios.

En el quinto día del mes (en el quinto año de la cautividad del rey Joaquín),

vino la palabra de Jehovah al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Allí vino sobre mí la mano de Jehovah.

Miré, y he aquí que venía del norte un viento huracanado y una gran nube con un fuego centelleante y un resplandor en torno de ella. En su interior había algo como metal resplandeciente, en medio del fuego.

De su interior aparecía una forma de cuatro seres vivientes. El aspecto de ellos tenía la forma de hombre,

pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.

Sus piernas eran rectas, y sus pezuñas eran como pezuñas de becerro que centelleaban como bronce bruñido.

Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre. Los cuatro tenían sus caras y sus alas.

Sus alas se juntaban unas con otras. Y cuando se desplazaban, no se volvían, sino que cada uno se desplazaba de frente hacia adelante.

La forma de sus caras era la de una cara de hombre, con una cara de león en el lado derecho de los cuatro, una cara de toro en el lado izquierdo de los cuatro, y una cara de águila en los cuatro.

Así eran sus caras. Sus alas estaban extendidas hacia arriba. Cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí, y otras dos que cubrían sus cuerpos.

Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. Iban adondequiera que el espíritu decidía ir, y no viraban cuando se desplazaban.

En medio de los seres vivientes había algo como carbones de fuego encendido que se desplazaban como antorchas entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del mismo salían relámpagos.

Y los seres iban y volvían, como si fueran relámpagos.

Mientras yo miraba a los seres vivientes, he aquí que había una rueda en la tierra, junto y al frente de cada uno de los cuatro seres vivientes.

La forma y el aspecto de las ruedas era como crisólito. Las cuatro ruedas tenían la misma forma y aspecto, y estaban hechas de manera que había una rueda dentro de otra rueda.

Cuando se desplazaban, lo hacían en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban.

Sus aros eran altos y aterradores, y los aros de las cuatro ruedas estaban llenos de ojos alrededor.

Cuando los seres vivientes se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los seres se elevaban de sobre la tierra, las ruedas también se elevaban.

Iban adondequiera que el espíritu fuese, y las ruedas también se elevaban junto con ellos, pues el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.

Cuando ellos se desplazaban, también ellas se desplazaban; cuando ellos se detenían, también ellas se detenían. Y cuando ellos se elevaban de la tierra, también las ruedas se elevaban junto con ellos, porque el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.

Sobre las cabezas de los seres vivientes había una bóveda semejante a un cristal impresionante, extendido por encima de sus cabezas.

Debajo de la bóveda, sus alas se extendían rectas, la una hacia la otra. Y cada ser tenía dos alas con que cubrían sus cuerpos.

Cuando se desplazaban, escuché el ruido de sus alas como el ruido de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso, como el bullicio de una muchedumbre, como el bullicio de un ejército. Y cuando se detenían, bajaban sus alas.

Entonces hubo un estruendo por encima de la bóveda que estaba sobre la cabeza de ellos. (Y cuando se detenían, bajaban sus alas.)

Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había la forma de un trono que parecía de piedra de zafiro. Y sobre dicha forma de trono estaba alguien semejante a un hombre.

Entonces vi algo semejante a metal que resplandecía con la apariencia del fuego que lo perfilaba alrededor. Desde su cintura hacia arriba, y desde su cintura hacia abajo, vi algo que parecía fuego y que tenía un resplandor alrededor de él.

Como el aspecto del arco iris que está en las nubes en un día de lluvia, así era el aspecto del resplandor alrededor. Este era el aspecto de la gloria de Jehovah. Y cuando la vi, caí postrado sobre mi rostro y oí la voz de uno que hablaba.




Llamamiento de Ezequiel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Llamamiento de Ezequiel (26:2:1 - 26:3:15)

Y me dijo: “Oh hijo de hombre, ponte en pie, y hablaré contigo.”

Mientras él me hablaba, entró en mí el Espíritu y me puso sobre mis pies, y oí al que me hablaba.

Y me dijo: “Oh hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a una nación de rebeldes que se ha rebelado contra mí. Tanto ellos como sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día.

Yo te envío a esta gente de rostro endurecido y de corazón empedernido. Y les dirás: Así ha dicho el Señor Jehovah.

Ya sea que ellos escuchen o que dejen de escuchar (porque son una casa rebelde), sabrán que ha habido un profeta entre ellos.

Pero tú, oh hijo de hombre, no temas; no temas de ellos ni de sus palabras. Aunque te halles entre zarzas y espinos, y habites entre escorpiones, no temas de sus palabras ni te atemorices ante ellos; porque son una casa rebelde.

Tú, pues, les hablarás mis palabras, ya sea que escuchen o dejen de escuchar, porque son una casa rebelde.

Pero tú, oh hijo de hombre, escucha lo que yo te hablo. No seas rebelde como esa casa rebelde; abre tu boca y come lo que yo te doy.”

Entonces miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de pergamino.

Lo extendió delante de mí, y he aquí que estaba escrito por el derecho y por el revés. En él estaban escritos lamentaciones, gemidos y ayes.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, come lo que has encontrado; come este rollo y vé, habla a la casa de Israel.”

Abrí mi boca, y me dio a comer ese rollo.

Luego me dijo: “Oh hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tu estómago con este rollo que yo te doy.” Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, vé, acércate a la casa de Israel y háblales mis palabras;

porque no eres enviado a un pueblo de habla misteriosa ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel;

no a muchos pueblos de habla misteriosa y de lengua difícil, cuyas palabras no entiendes. Si a ellos te enviara, ellos sí te escucharían.

Pero los de la casa de Israel no te querrán escuchar, porque no me quieren escuchar a mí. Pues todos los de la casa de Israel son de frente dura y tienen el corazón empedernido.

He aquí, yo hago tu rostro tan duro como el rostro de ellos, y hago tu frente tan dura como su frente.

Yo hago tu frente como el diamante, que es más duro que el pedernal. Tú no les temerás, ni te atemorizarás ante ellos, porque son una casa rebelde.”

Me dijo además: “Oh hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que te diga, y escucha con tus oídos.

Acércate a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales diciendo: Así ha dicho el Señor Jehovah, ya sea que escuchen o que dejen de escuchar.”

Entonces el Espíritu me levantó, y oí detrás de mí el ruido de un gran estruendo: “¡Bendita sea la gloria de Jehovah desde su lugar!”

Era el ruido de las alas de los seres vivientes, que se rozaban unas con otras, el ruido de las ruedas que estaban junto a ellos y el ruido de un gran estruendo.

Luego el Espíritu me levantó y me tomó. Yo iba con amargura y con mi espíritu enardecido, pero la mano de Jehovah era fuerte sobre mí.

Luego llegué a los cautivos de Tel Abib, pues ellos habitaban allí, junto al río Quebar, y permanecí allí entre ellos, atónito, durante siete días.