Jehová traerá salvación

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > Jehová traerá salvación (23:33:1 - 23:33:24)

¡Ay de ti, que destruyes, y nunca fuiste destruido; que traicionas, y a ti no te han traicionado! Cuando acabes de destruir, tú serás destruido; y cuando acabes de traicionar, te traicionarán.

¡Oh Jehovah, ten misericordia de nosotros, porque en ti hemos confiado! Sé tú nuestro brazo cada mañana; sé también nuestra salvación en el tiempo de angustia.

Los pueblos huyen ante el estruendo del tumulto; cuando tú te levantas, se dispersan las naciones.

El botín fue amontonado como se amontonan las orugas; como se lanzan las langostas, se lanzan sobre él.

¡Exaltado sea Jehovah, porque mora en las alturas! El ha llenado a Sion de derecho y de justicia.

Y él será la seguridad de tus tiempos, un depósito de salvación, de sabiduría y de conocimiento. El temor de Jehovah será su tesoro.

He aquí que sus héroes claman en las calles; los embajadores de la paz lloran amargamente.

Los caminos nos han quedado desolados; los caminantes han dejado de pasar. El ha violado la alianza y ha rechazado a los testigos. No ha tenido respeto a los hombres.

La tierra se ha secado y languidece. El Líbano se ha avergonzado y se ha marchitado. Sarón se ha convertido en Arabá; Basán y el Carmelo se han sacudido.

“Ahora me levantaré,” dice Jehovah. “Ahora seré exaltado; ahora seré ensalzado.

Concebisteis paja, y disteis a luz rastrojo. Vuestro aliento será un fuego que os consuma.

Los pueblos serán completamente calcinados; como espinas cortadas serán quemados en el fuego.

Vosotros que estáis lejos, oíd lo que he hecho; y vosotros que estáis cerca, conoced mi poder.”

Los pecadores en Sion tienen temor; el estremecimiento se ha apoderado de los impíos. ¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas?”

El que camina en justicia y habla con rectitud, el que aborrece el lucro de la opresión, el que sacude sus manos para no recibir soborno, el que tapa sus oídos para no oír de hechos de sangre, el que cierra sus ojos para no ver la iniquidad,

él vivirá en las alturas, y una fortaleza de roca será su alto refugio. Su pan le será provisto, y su agua no faltará.

Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán una tierra que se extiende a la distancia.

Tu corazón reflexionará acerca del horror y dirá: “¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que pesaba el tributo? ¿Dónde está el que pasaba revista a las torres?”

Pero no verás más a aquel pueblo insolente, aquel pueblo de lengua difícil de entender, que balbucea una lengua incomprensible.

Contempla a Sion, la ciudad de nuestras solemnidades. Tus ojos verán a Jerusalén, una morada tranquila, una tienda que nunca será desarmada. Nunca serán arrancadas sus estacas, ni será rota ninguna de sus cuerdas.

Porque ciertamente allí Jehovah será poderoso para con nosotros, un lugar de ríos y anchas corrientes, por donde no irá ninguna embarcación de remos, ni una nave poderosa pasará por él.

Porque Jehovah es nuestro Juez; Jehovah es nuestro Legislador. Jehovah es nuestro Rey; él mismo nos salvará.

Tus cuerdas se han aflojado; no pueden sostener el soporte de su mástil ni desplegar la vela. Pero entonces repartirán la presa, un cuantioso botín, y hasta los cojos arrebatarán la presa.

Ningún morador dirá: “Estoy enfermo.” Al pueblo que habite en ella le será perdonada su iniquidad.




La ira de Jehová contra las naciones

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > La ira de Jehová contra las naciones (23:34:1 - 23:34:17)

¡Acercaos, oh naciones, para oír; escuchad, oh pueblos! Oiga la tierra y su plenitud, el mundo y todo lo que produce.

Porque Jehovah tiene furor contra todas las naciones, e ira contra todo el ejército de ellas. El las destruirá por completo; las entregará a la matanza.

Sus muertos serán arrojados, y de sus cadáveres se levantará el hedor. Los montes se disolverán con la sangre de ellos.

Todo el ejército de los cielos se corromperá, y los cielos se plegarán como un rollo de pergamino. Todo su ejército caerá como caen las hojas de la parra, o como caen los frutos secos de la higuera.

“Porque en los cielos aparecerá mi espada. He aquí que descenderá sobre Edom; para juicio, sobre el pueblo de mi anatema.”

Llena está de sangre la espada de Jehovah; está engrasada con el sebo, con la sangre de corderos y de machos cabríos, y con el sebo de los riñones de carneros. Porque Jehovah tiene sacrificios en Bosra, y una gran matanza en la tierra de Edom.

Junto con ellos caerán los toros salvajes, y los novillos junto con los toros. Su tierra se saciará de sangre, y su suelo se saturará con el sebo.

Porque es día de venganza de Jehovah, año de retribución por la causa de Sion.

Sus arroyos se convertirán en brea, y su polvo en azufre. Su tierra llegará a ser brea ardiente.

No se apagará ni de noche ni de día; perpetuamente subirá su humo. De generación en generación quedará en ruinas; nunca jamás pasará nadie por ella.

La poseerán el búho y el erizo; la lechuza y el cuervo habitarán en ella. Sobre ella se extenderán el cordel del caos y la plomada del vacío.

Sus nobles no tendrán nada allí que pueda llamarse reino, y todos sus gobernantes serán como nada.

Sobre sus palacios crecerán espinos; y sobre sus fortalezas, ortigas y cardos. Serán guarida de chacales y campo de avestruces.

Las fieras del desierto se encontrarán con las hienas. El chivo salvaje gritará a su compañero. La lechuza también hallará allí sosiego, y hallará reposo para sí.

Allí anidará y ovará el búho; empollará y los cubrirá bajo su sombra. También se reunirán allí los buitres, cada cual con su pareja.

Buscad en el libro de Jehovah y leed: “Ninguno de éstos faltará; no faltará ninguno con su respectiva pareja. Porque la boca de Jehovah lo ha mandado, y su mismo Espíritu los reunirá.

El realizó el sorteo para ellos, y su mano les repartió a cordel. Para siempre la tendrán como heredad, y habitarán allí de generación en generación.”




Futuro glorioso de Sion

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > Futuro glorioso de Sion (23:35:1 - 23:35:10)

Se alegrarán el desierto y el sequedal. Se regocijará el Arabá y florecerá como la rosa.

Florecerá profusamente; se regocijará en gran manera, y cantará con júbilo. Le será dada la gloria del Líbano, la majestad del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehovah, la majestad de nuestro Dios.

Fortaleced las manos débiles; afirmad las rodillas vacilantes.

Decid a los de corazón apocado: “¡Fortaleceos; no temáis! He aquí que vuestro Dios viene con venganza y retribución divina. El mismo vendrá y os salvará.”

Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se destaparán.

Entonces el cojo saltará como un venado, y cantará la lengua del mudo; porque aguas irrumpirán en el desierto, y torrentes en el Arabá.

La arena candente se convertirá en laguna; y el sequedal, en manantiales de agua. En la morada de los chacales habrá pastizales y área de cañaverales y de juncos.

Y habrá allí una calzada a la cual se llamará Camino de Santidad. No pasará por ella ningún impuro. Será para los que siguen el camino, y los simples no se desviarán.

Allí no habrá leones; no subirán por ella fieras voraces, ni se encontrarán allí. Pero caminarán por allí los redimidos.

Los rescatados de Jehovah volverán y entrarán en Sion con cánticos. Y sobre sus cabezas habrá alegría perpetua. Alcanzarán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.




La invasión de Senaquerib

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > La invasión de Senaquerib (23:36:1 - 23:36:22)

Aconteció que en el año 14 del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó.

Después el rey de Asiria envió al Rabsaces, desde Laquis hasta Jerusalén, al rey Ezequías, con un poderoso ejército. El Rabsaces se detuvo junto al acueducto del estanque de arriba, que está en el camino del Campo del Lavador.

Luego salieron hacia él Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista.

Entonces les dijo el Rabsaces: —Decid a Ezequías que así ha dicho el gran rey, el rey de Asiria: “¿Qué confianza es esa en que confías?

Tú has dicho tener plan y poderío para la guerra, pero sólo son palabras de labios. Pero ahora, ¿en quién confías para que te hayas rebelado contra mí?

He aquí que tú confías en Egipto, en ese bastón de caña cascada, que a cualquiera que se apoye sobre ella, le entrará por la mano y se la atravesará. Así es el faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.”

Pero si me dices: “Confiamos en Jehovah nuestro Dios,” ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos altares ha quitado Ezequías, y ha dicho a Judá y a Jerusalén: “Delante de este altar adoraréis”?

Ahora pues, comprométete con mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré 2.000 caballos, si acaso tú puedes proveer quienes cabalguen sobre ellos.

¿Cómo podrás resistir a un oficial de uno de los más insignificantes servidores de mi señor, confiando en Egipto por carros y jinetes?

Y ahora, ¿acaso he subido contra esta tierra para destruirla sin que haya intervenido Jehovah? Jehovah me ha dicho: “Sube a esa tierra y destrúyela.”

Entonces Eliaquim, Sebna y Jóaj dijeron al Rabsaces: —Por favor, habla a tus siervos en arameo, porque nosotros lo entendemos. No nos hables en hebreo, a oídos del pueblo que está sobre la muralla.

Pero el Rabsaces dijo: —¿Acaso me ha enviado mi señor para decir estas palabras sólo a tu señor y a ti? ¿No les concierne también a los hombres que están sobre la muralla, quienes, como vosotros, han de comer sus propios excrementos y beber su propia orina?

Entonces el Rabsaces se puso de pie y gritó a gran voz en hebreo, diciendo: —¡Oíd las palabras del gran rey, el rey de Asiria!

Así ha dicho el rey: “No os engañe Ezequías, porque él no os podrá librar.

Tampoco os haga confiar Ezequías en Jehovah, diciendo: Ciertamente Jehovah nos librará, y esta ciudad no será entregada en mano del rey de Asiria.”

¡No escuchéis a Ezequías! Porque así ha dicho el rey de Asiria: “Haced la paz conmigo y rendíos a mí. Y comerá cada uno de su vid y de su higuera, y beberá cada uno de las aguas de su pozo,

hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas.

No os engañe Ezequías, diciendo: Jehovah nos librará. ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones libró su tierra de la mano del rey de Asiria?

¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Acaso libraron éstos a Samaria de mi mano?

¿Cuáles de entre todos los dioses de estas tierras libraron sus tierras de mi mano, para que Jehovah libre a Jerusalén de mi mano?”

Pero ellos callaron y no respondieron ni una palabra, porque había una orden del rey que decía: “No le respondáis.”

Entonces Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista, fueron a Ezequías con sus vestiduras rasgadas y le declararon las palabras del Rabsaces.




Judá es librado de Senaquerib

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > Judá es librado de Senaquerib (23:37:1 - 23:42:17)

Aconteció que cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestiduras, y cubierto de cilicio entró en la casa de Jehovah.

Luego envió, cubiertos de cilicio, a Eliaquim el administrador del palacio, a Sebna el escriba y a los ancianos de los sacerdotes a donde estaba el profeta Isaías hijo de Amoz.

Y le dijeron: —Así ha dicho Ezequías: “Este día es día de angustia, de reprensión y de vergüenza; porque los hijos están a punto de nacer, pero no hay fuerzas para dar a luz.

Quizás Jehovah tu Dios habrá escuchado las palabras del Rabsaces, al cual ha enviado su señor, el rey de Asiria, para afrentar al Dios vivo; y le reprenderá a causa de las palabras que Jehovah tu Dios ha escuchado. Eleva, pues, una oración por el remanente que aún queda.”

Fueron, pues, a Isaías los servidores del rey Ezequías,

e Isaías les dijo: —Así diréis a vuestro señor: “Así ha dicho Jehovah: No temas por las palabras que has oído, con las que me han injuriado los criados del rey de Asiria.

He aquí, yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor y se volverá a su tierra. Y haré que en su tierra caiga a espada.”

Cuando el Rabsaces oyó que el rey de Asiria había partido de Laquis, regresó y halló al rey combatiendo contra Libna.

Luego el rey oyó hablar acerca de Tirhaca, rey de Etiopía: “He aquí que él ha salido para combatir contra ti.” Cuando lo oyó, envió mensajeros a Ezequías, diciendo:

“Así diréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu dios, en quien tú confías, al decirte que Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria.

He aquí, tú has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y serás librado tú?

¿Acaso los dioses de las naciones, que mis padres destruyeron, libraron a Gozán, a Harán, a Resef y a los hijos de Edén que estaban en Telasar?

¿Dónde están el rey de Hamat, el rey de Arfad y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Ivá?”

Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros, y la leyó. Luego Ezequías subió a la casa de Jehovah, y la extendió delante de Jehovah.

Y Ezequías oró a Jehovah diciendo:

“Oh Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu trono entre los querubines: Sólo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra; tú has hecho los cielos y la tierra.

Den gloria a Jehovah; proclamen en las costas su alabanza.

Jehovah saldrá como valiente, y como hombre de guerra despertará su celo. Gritará, ciertamente lanzará el grito; sobre sus enemigos prevalecerá.

“Por mucho tiempo he callado; he guardado silencio y me he contenido. Pero ahora gemiré como la que está de parto, jadeando y resoplando a la vez.

Devastaré montes y colinas, y haré secar toda su hierba. Los ríos convertiré en islotes, y haré secar las lagunas.

Conduciré a los ciegos por un camino que no han conocido, y por sendas que no han conocido les guiaré. Delante de ellos transformaré las tinieblas en luz, y los lugares escabrosos en llanuras. Estas cosas haré por ellos y no los desampararé.

Serán vueltos atrás y en extremo avergonzados los que confían en ídolos y dicen a las imágenes de fundición: Vosotros sois nuestros dioses.