Nehemías anima al pueblo a reedificar los muros

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Nehemías anima al pueblo a reedificar los muros (16:2:11 - 16:2:20)

Llegué, pues, a Jerusalén; y después de estar allí tres días,

me levanté de noche, yo y unos cuantos hombres conmigo, sin declarar a nadie lo que mi Dios había puesto en mi corazón que hiciese por Jerusalén. No llevé conmigo animales, excepto aquel en que yo cabalgaba.

Salí de noche por la puerta del Valle hacia el manantial del Dragón y la puerta del Muladar, y examiné los muros de Jerusalén, que estaban derribados, y sus puertas, que estaban consumidas por el fuego.

Luego pasé hacia la puerta de la Fuente y el estanque del Rey, pero no había lugar por donde pasase el animal en que cabalgaba.

Subí de noche por el arroyo y examiné la muralla. Y de nuevo entré por la puerta del Valle, y regresé.

Los oficiales no sabían a dónde me había ido, ni qué había hecho, pues hasta entonces yo no lo había declarado a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los nobles, ni a los oficiales, ni a los demás que habían de hacer la obra.

Luego les dije: —Vosotros veis el mal estado en que nos encontramos: Jerusalén está destruida, y sus puertas están consumidas por el fuego. ¡Venid, reedifiquemos la muralla de Jerusalén, y no seamos más una afrenta!

Les declaré cómo la mano de mi Dios estaba conmigo para bien, y también las palabras que el rey me había dicho. Y ellos dijeron: —¡Levantémonos y edifiquemos! Entonces esforzaron sus manos para bien.

Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, Tobías el siervo amonita y Gesem el árabe, se burlaron de nosotros y nos menospreciaron. Preguntaron: —¿Qué es esto que estáis haciendo? ¿Os rebeláis contra el rey?

Les respondí diciendo: —El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y reedificaremos. Pero vosotros no tenéis ni parte, ni derecho, ni memoria en Jerusalén.




Reparto del trabajo de reedificación

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Reparto del trabajo de reedificación (16:3:1 - 16:3:32)

Se levantó el sumo sacerdote Eliasib con sus hermanos los sacerdotes, y edificaron la puerta de las Ovejas. Ellos la dedicaron y colocaron sus puertas. Dedicaron la muralla hasta la torre de la Centena y hasta la torre de Hananeel.

A su lado edificaron los hombres de Jericó, y a su lado edificó Zacur hijo de Imri.

Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado. Le pusieron sus vigas y colocaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos.

A su lado restauró Meremot hijo de Urías, hijo de Cos. A su lado restauró Mesulam hijo de Berequías, hijo de Mesezabeel. A su lado restauró Sadoc hijo de Baaná.

A su lado restauraron los de Tecoa, aunque sus hombres importantes no se presentaron para participar en el servicio de su Señor.

La puerta Antigua fue restaurada por Joyada hijo de Paséaj y Mesulam hijo de Besodías. Ellos le pusieron sus vigas y colocaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos.

A su lado restauraron Melatías de Gabaón y Jadón de Meronot, con los hombres de Gabaón y de Mizpa, que estaban bajo el dominio del gobernador de Más Allá del Río.

A su lado restauró Uziel hijo de Harhaías, de los plateros. A su lado restauró Ananías, uno de los perfumistas, y dejaron restaurada Jerusalén hasta el muro ancho.

A su lado restauró Refaías hijo de Hur, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén.

A su lado restauró Jedaías hijo de Harumaf, delante de su casa. A su lado restauró Hatús hijo de Hasabnías.

Malquías hijo de Harim y Hasub hijo de Pajat-moab restauraron otro tramo, y también la torre de los Hornos.

A su lado restauró Salum hijo de Halojes, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén, acompañado de sus hijas.

La puerta del Valle la restauró Hanún, con los habitantes de Zanóaj. Ellos la reedificaron y colocaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos, y 1.000 codos de la muralla, hasta la puerta del Muladar.

La puerta del Muladar la restauró Malquías hijo de Recab, jefe del distrito de Bet-haquérem. El reedificó y colocó sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos.

La puerta del Manantial la restauró Salum hijo de Coljoze, jefe del distrito de Mizpa. El la reedificó, la proveyó de cubierta y colocó sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos; también el muro del estanque de Siloé, hacia el jardín del Rey y hasta las escalinatas que descienden de la Ciudad de David.

Después de él restauró Nehemías hijo de Azbuc, jefe de la mitad del distrito de Betsur, hasta frente a los sepulcros de David, hasta el estanque artificial y hasta la casa de los Valientes.

Después de él restauraron los levitas: Rejum hijo de Bani. A su lado restauró Asabías, jefe de la mitad del distrito de Queila, a nombre de su distrito.

Después de él restauraron sus hermanos: Bavai hijo de Henadad, jefe de la mitad del distrito de Queila.

A su lado Ezer hijo de Jesúa, jefe de Mizpa, restauró otro tramo frente a la cuesta de la armería de la esquina.

Después de él Baruc hijo de Zacai restauró con gran entusiasmo otro tramo, desde la esquina hasta la puerta de la casa del sumo sacerdote Eliasib.

Después de él Meremot hijo de Urías, hijo de Cos, restauró otro tramo, desde la entrada de la casa de Eliasib hasta el extremo de la casa de Eliasib.

Después de él restauraron los sacerdotes procedentes de la llanura.

Después de ellos restauraron Benjamín y Hasub, frente a su casa. Después de ellos restauró Azarías hijo de Maasías, hijo de Ananías, cerca de su casa.

Después de él Binúi hijo de Henadad restauró otro tramo, desde la casa de Azarías hasta el ángulo y hasta la esquina.

Después de él Palal hijo de Uzai restauró frente a la esquina y la torre alta que sobresale de la casa del rey y que está junto al patio de la guardia. Después de él restauró Pedaías hijo de Paros,

con los servidores del templo que vivían en el Ofel, hasta el frente de la puerta de las Aguas, al oriente, y hasta la torre que sobresalía.

Después de él los de Tecoa restauraron otro tramo, frente a la torre grande que sobresale, hasta el muro del Ofel.

Desde la puerta de los Caballos los sacerdotes restauraron, cada uno frente a su casa.

Después de ellos restauró Sadoc hijo de Imer frente a su casa. Después de él restauró Semaías hijo de Secanías, guardia de la puerta oriental.

Después de él restauraron otro tramo Ananías hijo de Selemías y Hanún, el sexto hijo de Salaf. Después de ellos Mesulam hijo de Berequías restauró frente a su almacén.

Después de él Malquías, uno de los plateros, restauró hasta la casa de los servidores del templo y de los comerciantes, frente a la puerta de la Inspección y hasta la sala alta de la esquina.

Y los fundidores y los comerciantes restauraron entre la sala alta de la esquina y la puerta de las Ovejas.




Precauciones contra los enemigos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Precauciones contra los enemigos (16:4:1 - 16:4:23)

Sucedió que cuando Sanbalat oyó que nosotros edificábamos la muralla, se enfureció y se encolerizó muchísimo, e hizo burla de los judíos.

Entonces habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: —¿Qué hacen estos miserables judíos? ¿La han de dejar restaurada para sí? ¿Han de volver a ofrecer sacrificios? ¿Han de acabar en un día? ¿Han de hacer revivir las piedras de entre los montones de escombros, estando éstas quemadas?

Junto a él estaba Tobías el amonita, quien dijo: —Lo que ellos edifican, si sube una zorra, derribará su muro de piedra.

¡Escucha, oh Dios nuestro, porque somos objeto de desprecio! Devuelve su afrenta sobre sus cabezas, y entrégalos como presa en una tierra de cautividad.

No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado de delante de ti, porque provocaron a los que edificaban.

Así reedificamos la muralla, y fueron unidos todos los tramos de la muralla hasta la mitad de su altura; porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar.

Pero sucedió que cuando Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de Asdod oyeron que proseguía la reconstrucción de los muros de Jerusalén y que las brechas habían comenzado a ser cerradas, se encolerizaron mucho.

Conspiraron todos juntos para venir a combatir contra Jerusalén y causarle daño.

Entonces oramos a nuestro Dios, y a causa de ellos pusimos guardia contra ellos de día y de noche.

Pero los de Judá dijeron: —Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y los escombros son muchos. Nosotros no podremos reedificar la muralla.

Y nuestros enemigos dijeron: —Que no sepan, ni vean, hasta que entremos en medio de ellos y los matemos, y hagamos cesar la obra.

Pero sucedió que cuando vinieron los judíos que habitaban cerca de ellos, nos dijeron diez veces: “De todos los lugares a donde os volváis, vendrán contra nosotros.”

Entonces distribuí al pueblo por familias, detrás de la muralla en sus partes más bajas y en sus partes desprotegidas, con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.

Después que inspeccioné, me levanté y dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: —¡No temáis delante de ellos! Acordaos del Señor grande y temible, y combatid por vuestros hermanos, por vuestros hijos, por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.

Sucedió que cuando nuestros enemigos oyeron que nos habíamos enterado y que Dios había desbaratado su plan, volvimos todos al muro, cada uno a su trabajo.

Pero desde aquel día la mitad de mis hombres trabajaba en la obra, y la otra mitad empuñaba las lanzas, los escudos, los arcos y las corazas. Y los oficiales estaban detrás de toda la casa de Judá.

Tanto los que reedificaban el muro como los que llevaban cargas estaban armados; con una mano trabajaban en la obra y con la otra empuñaban la jabalina.

Los que edificaban llevaban cada uno su espada ceñida al cinto; así edificaban. Y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí.

Entonces dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: —La obra es grande y amplia, y nosotros estamos distanciados en la muralla, lejos los unos de los otros.

En el lugar donde oigáis el sonido de la corneta, allí reuníos con nosotros. Y nuestro Dios combatirá por nosotros.

Así trabajábamos nosotros en la obra, y la mitad de ellos empuñaban las lanzas, desde la aurora hasta la aparición de las estrellas.

En aquel tiempo también dije al pueblo: —Cada uno quédese con su criado a pasar la noche dentro de Jerusalén, de modo que nos sirvan de noche como centinelas, y de día como obreros.

Ni yo, ni mis compañeros, ni mis hombres, ni la guardia que me acompañaba, ninguno de nosotros nos quitamos nuestra ropa; y cada uno tenía su jabalina a su derecha.




Abolición de la usura

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Abolición de la usura (16:5:1 - 16:5:19)

Entonces hubo un gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos.

Unos decían: —Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas somos muchos, y necesitamos grano para comer y vivir.

Otros decían: —Por causa del hambre hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas para comprar grano.

Y otros decían: —Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, empeñando nuestras tierras y viñas.

Y ahora, a pesar de ser nuestra carne como la de nuestros hermanos y nuestros hijos como sus hijos, he aquí que nosotros estamos sometiendo a nuestros hijos y a nuestras hijas a ser esclavos. Algunas de nuestras hijas han sido sometidas a servidumbre, y no tenemos posibilidad de rescatarlas; porque nuestras tierras y viñas están en poder de otros.

Yo me enojé muchísimo cuando escuché su clamor y estas palabras.

Lo medité y reprendí a los principales y a los magistrados, diciéndoles: —Practicáis la usura, cada uno contra su hermano. Luego congregué contra ellos una gran asamblea,

y les dije: —Nosotros, conforme a nuestras posibilidades, hemos rescatado a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a los gentiles. Pero vosotros, ¡hasta vendéis a vuestros hermanos, para que ellos vuelvan a ser vendidos a nosotros! Ellos callaron, pues no supieron qué responder.

Y yo dije: —No está bien lo que hacéis. ¿No debéis andar en el temor de nuestro Dios, para no ser motivo de afrenta ante las naciones que son nuestras enemigas?

También yo, mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y granos. Renunciemos, por favor, a esta usura.

Por favor, restituidles en este día sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y renunciad a la usura que les demandáis por el dinero, por el grano, por el vino y por el aceite.

Ellos respondieron: —Se lo restituiremos y nada les demandaremos. Haremos como tú dices. Entonces convoqué a los sacerdotes y les hice jurar que harían conforme a esta promesa.

Además, sacudí mi ropa y dije: —Así sacuda Dios de su casa y de su propiedad a todo hombre que no cumpla esta promesa, y que se quede sacudido y vacío. Y toda la congregación respondió: —¡Amén! Alabaron a Jehovah, y el pueblo hizo conforme a esta promesa.

Además, desde el día en que el rey me comisionó para que fuese gobernador de ellos en la tierra de Judá, desde el año 20 del rey Artajerjes hasta el año 32, es decir, 12 años, ni yo ni mis compañeros comimos del pan del gobernador.

Los gobernadores que me antecedieron pusieron un pesado yugo sobre el pueblo, y de ellos tomaron

siclos de plata, además del pan y del vino. También sus criados se enseñoreaban del pueblo. Pero yo no hice así a causa del temor de Dios.

También participé en la obra de restauración de esta muralla. No compré campos, y todos mis criados estaban juntos allí en la obra.

Además, participaban de mi mesa 150 hombres de los judíos y de los magistrados, aparte de los que venían a nosotros de los pueblos que estaban en nuestros alrededores.

Lo que se preparaba para cada día era un toro y seis ovejas escogidas. También se preparaban aves para mí; y cada diez días, odres de vino en abundancia. No obstante, nunca exigí el pan del gobernador, porque la servidumbre de este pueblo era pesada.

¡Acuérdate de mí para bien, oh Dios mío, de todo lo que he hecho por este pueblo!




Maquinaciones de los adversarios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Maquinaciones de los adversarios (16:6:1 - 16:6:19)

Sucedió que habiendo oído Sanbalat, Tobías, Gesem el árabe y los demás enemigos nuestros que yo había reedificado la muralla y que no quedaban más brechas en ella (aunque hasta aquel tiempo no había colocado las hojas de las puertas),

Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: “Ven y reunámonos en alguna de las aldeas, en el valle de Ono.” Pero ellos habían pensado hacerme daño.

Entonces les envié mensajeros diciendo: “Estoy realizando una gran obra. No puedo ir, porque cesaría el trabajo si yo lo abandonase para ir a vosotros.”

Cuatro veces me enviaron mensajeros con respecto al mismo asunto, y yo les respondí de la misma manera.

Entonces Sanbalat envió a su criado para decirme lo mismo por quinta vez, trayendo en su mano una carta abierta

en la cual estaba escrito: Se ha oído entre los pueblos, y Gesem lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros, y que por eso tú reedificas la muralla. Según estos rumores, tú has llegado a ser su rey,

y has puesto profetas que te proclamen en Jerusalén diciendo: “¡Hay rey en Judá!” Ahora bien, tales palabras han de ser oídas por el rey. Ven, por tanto, y tomemos consejo juntos.

Entonces envié a decirle: “No han sucedido esas cosas que tú dices, sino que tú las inventas en tu corazón.”

Porque todos ellos nos intimidaban pensando: “Se debilitarán sus manos en la obra, y no será llevada a cabo.” ¡Pero, oh Dios, fortalece mis manos!

Después fui a la casa de Semaías hijo de Delaías, hijo de Mehetabel, porque él estaba encerrado allí. Y me dijo: —Reunámonos en la casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vendrán para matarte. ¡Sí, a la noche vendrán para matarte!

Entonces respondí: —¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Quién siendo como yo entraría en el templo para salvar su vida? ¡No entraré!

Así entendí que Dios no lo había enviado, sino que decía aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat le habían contratado.

El fue contratado para que yo fuera intimidado e hiciese eso, y así pecara, de modo que les sirviese de mal nombre para desacreditarme.

¡Acuérdate, oh Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas obras suyas, y también de la profetisa Noadía y de los otros profetas que trataban de intimidarme!

La muralla fue terminada el 25 del mes de Elul, en cincuenta y dos días.

Y sucedió que cuando nuestros enemigos oyeron esto, y lo vieron todos los pueblos de nuestros alrededores, se sintieron muy humillados ante sus propios ojos y se dieron cuenta de que esta obra había sido llevada a cabo por nuestro Dios.

Asimismo, en aquellos días iban muchas cartas de los principales de Judá a Tobías, y las de Tobías venían a ellos.

Porque muchos en Judá estaban asociados con él, ya que era yerno de Secanías hijo de Ara, y su hijo Johanán había tomado por mujer a la hija de Mesulam, hijo de Berequías.

Ellos contaban delante de mí las buenas obras de él, y le referían mis palabras. Y Tobías enviaba cartas para intimidarme.