Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Lamentaciones > Oración del pueblo afligido (25:5:1 - 26:34:31)
Acuérdate, oh Jehovah, de lo que nos ha sucedido. Mira y ve nuestro oprobio.
Nuestra heredad ha pasado a los extraños, nuestras casas a los extranjeros.
Estamos huérfanos; no tenemos padre; nuestras madres han quedado viudas.
Nuestra agua bebemos por dinero; nuestra leña nos viene por precio.
Sobre nuestros cuellos están los que nos persiguen. Nos fatigamos, y para nosotros no hay reposo.
Hacia Egipto extendimos las manos; y hacia Asiria, para saciarnos de pan.
Nuestros padres pecaron y ya no están; nosotros cargamos con su castigo.
Aun los esclavos se han enseñoreado de nosotros; no hubo quien nos librara de su mano.
Con riesgo de nuestras vidas traemos nuestro pan, ante la espada del desierto.
Nuestra piel se ha ennegrecido como un horno, a causa de los ardores del hambre.
A las mujeres violaron en Sion, y a las vírgenes en las ciudades de Judá.
Los príncipes fueron colgados de sus manos; no fue respetada la persona de los ancianos.
Los jóvenes cargaron piedras de molino; los muchachos desfallecieron bajo la carga de la leña.
Los ancianos han dejado de acudir a las puertas de la ciudad; los jóvenes han dejado sus canciones.
Ha cesado el regocijo de nuestro corazón; nuestra danza se ha convertido en duelo.
Cayó la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, porque hemos pecado!
Por esto está enfermo nuestro corazón; por esto se han ensombrecido nuestros ojos.
Por el monte Sion, que ha quedado desolado, se pasean las zorras.
Pero tú, oh Jehovah, reinarás para siempre; tu trono es de generación en generación.
¿Por qué te olvidarás de nosotros para siempre y nos dejarás a lo largo de los días?
Haz que volvamos a ti, oh Jehovah, y volveremos. Renueva nuestros días como en los tiempos pasados,
aunque nos hayas desechado y te hayas airado en gran manera contra nosotros.
A ellos y a los alrededores de mi colina daré bendición. Haré descender la lluvia a su tiempo; serán lluvias de bendición.
Los árboles del campo darán su fruto, y la tierra entregará sus productos. Estarán seguros en su propio suelo, y sabrán que soy Jehovah cuando yo rompa las coyundas de su yugo y los libre de mano de los que se sirven de ellos.
Ya no serán más una presa para las naciones, ni los devorarán las fieras de la tierra. Habitarán seguros, y no habrá quien los espante.
Levantaré para ellos un vergel de paz, y nunca más serán consumidos de hambre en la tierra, ni cargarán más con la afrenta de las naciones.
Sabrán que yo, su Dios Jehovah, estoy con ellos; y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo, dice el Señor Jehovah.
Vosotras, ovejas mías, ovejas de mi prado, hombres sois, y yo soy vuestro Dios,” dice el Señor Jehovah.
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