Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > NehemÃas > Precauciones contra los enemigos (16:4:1 - 16:4:23)
Sucedió que cuando Sanbalat oyó que nosotros edificábamos la muralla, se enfureció y se encolerizó muchÃsimo, e hizo burla de los judÃos.
Entonces habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: —¿Qué hacen estos miserables judÃos? ¿La han de dejar restaurada para sÃ? ¿Han de volver a ofrecer sacrificios? ¿Han de acabar en un dÃa? ¿Han de hacer revivir las piedras de entre los montones de escombros, estando éstas quemadas?
Junto a él estaba TobÃas el amonita, quien dijo: —Lo que ellos edifican, si sube una zorra, derribará su muro de piedra.
¡Escucha, oh Dios nuestro, porque somos objeto de desprecio! Devuelve su afrenta sobre sus cabezas, y entrégalos como presa en una tierra de cautividad.
No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado de delante de ti, porque provocaron a los que edificaban.
Asà reedificamos la muralla, y fueron unidos todos los tramos de la muralla hasta la mitad de su altura; porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar.
Pero sucedió que cuando Sanbalat, TobÃas, los árabes, los amonitas y los de Asdod oyeron que proseguÃa la reconstrucción de los muros de Jerusalén y que las brechas habÃan comenzado a ser cerradas, se encolerizaron mucho.
Conspiraron todos juntos para venir a combatir contra Jerusalén y causarle daño.
Entonces oramos a nuestro Dios, y a causa de ellos pusimos guardia contra ellos de dÃa y de noche.
Pero los de Judá dijeron: —Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y los escombros son muchos. Nosotros no podremos reedificar la muralla.
Y nuestros enemigos dijeron: —Que no sepan, ni vean, hasta que entremos en medio de ellos y los matemos, y hagamos cesar la obra.
Pero sucedió que cuando vinieron los judÃos que habitaban cerca de ellos, nos dijeron diez veces: “De todos los lugares a donde os volváis, vendrán contra nosotros.”
Entonces distribuà al pueblo por familias, detrás de la muralla en sus partes más bajas y en sus partes desprotegidas, con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.
Después que inspeccioné, me levanté y dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: —¡No temáis delante de ellos! Acordaos del Señor grande y temible, y combatid por vuestros hermanos, por vuestros hijos, por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.
Sucedió que cuando nuestros enemigos oyeron que nos habÃamos enterado y que Dios habÃa desbaratado su plan, volvimos todos al muro, cada uno a su trabajo.
Pero desde aquel dÃa la mitad de mis hombres trabajaba en la obra, y la otra mitad empuñaba las lanzas, los escudos, los arcos y las corazas. Y los oficiales estaban detrás de toda la casa de Judá.
Tanto los que reedificaban el muro como los que llevaban cargas estaban armados; con una mano trabajaban en la obra y con la otra empuñaban la jabalina.
Los que edificaban llevaban cada uno su espada ceñida al cinto; asà edificaban. Y el que tocaba la trompeta estaba junto a mÃ.
Entonces dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: —La obra es grande y amplia, y nosotros estamos distanciados en la muralla, lejos los unos de los otros.
En el lugar donde oigáis el sonido de la corneta, allà reunÃos con nosotros. Y nuestro Dios combatirá por nosotros.
Asà trabajábamos nosotros en la obra, y la mitad de ellos empuñaban las lanzas, desde la aurora hasta la aparición de las estrellas.
En aquel tiempo también dije al pueblo: —Cada uno quédese con su criado a pasar la noche dentro de Jerusalén, de modo que nos sirvan de noche como centinelas, y de dÃa como obreros.
Ni yo, ni mis compañeros, ni mis hombres, ni la guardia que me acompañaba, ninguno de nosotros nos quitamos nuestra ropa; y cada uno tenÃa su jabalina a su derecha.
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