Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Jesús acusa a fariseos y a intérpretes de la ley (42:11:37 - 42:11:54)
Cuando Jesús acabó de hablar, un fariseo le rogó que comiese con él; y habiendo entrado Jesús en su casa, se sentó a la mesa.
Y el fariseo se asombró al ver que no se lavó antes de comer.
Entonces el Señor le dijo: —Vosotros los fariseos limpiáis el exterior de la copa o del plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad.
Necios, ¿el que hizo lo de fuera no hizo también lo de dentro?
Pero dad con misericordia de las cosas que están dentro, y he aquí, todas las cosas os serán limpias.
¡Ay de vosotros, fariseos! Porque diezmáis la menta, la ruda y toda hortaliza, pero pasáis por alto el juicio y el amor de Dios. Es necesario hacer estas cosas, sin pasar por alto aquéllas.
¡Ay de vosotros, fariseos! Porque amáis los primeros asientos en las sinagogas y las salutaciones en las plazas.
¡Ay de vosotros! Porque sois como sepulcros ocultos, y los hombres que andan por encima no lo saben.
Respondió uno de los maestros de la ley y le dijo: —Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
Y él le dijo: —¡Ay de vosotros también, maestros de la ley! Porque imponéis a los hombres cargas que no pueden llevar, pero vosotros mismos no las tocáis ni aun con uno de vuestros dedos.
¡Ay de vosotros! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, pero vuestros padres los mataron.
Con eso, sois testigos y consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, pero vosotros edificáis sus sepulcros.
Por esto, la sabiduría de Dios también dijo: “Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán;”
para que de esta generación sea demandada la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo;
desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, quien pereció entre el altar y el santuario. Así os digo, la sangre de ellos será demandada de esta generación.
¡Ay de vosotros, maestros de la ley! Porque habéis quitado la llave del conocimiento. Vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo habéis impedido.
Cuando salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a presionarle mucho y a provocarle a que hablase de muchas cosas,
acechándole para cazar algo de su boca.
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