Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > David huye de Saúl (9:21:1 - 9:22:5)
Entonces David fue a Nob, al sacerdote Ajimelec. Este se sorprendió al encontrar a David y le preguntó: —¿Por qué estás tú solo, sin que haya nadie contigo?
David respondió al sacerdote Ajimelec: —El rey me ha encomendado un asunto y me ha dicho: “Nadie sepa nada de este asunto al cual te envío y que te encomiendo.” Y en cuanto a los jóvenes, acordamos reunirnos en cierto lugar.
Ahora pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes, o lo que haya.
El sacerdote respondió a David y dijo: —No tengo a mano pan común. Solamente tengo pan sagrado, si es que los jóvenes se han abstenido, al menos, de mujeres.
David respondió al sacerdote y le dijo: —A la verdad, las mujeres nos han sido vedadas como antes, al salir; y los cuerpos de los jóvenes están purificados, aun cuando el camino es profano. Con mayor razón hoy, ellos tienen sus cuerpos purificados.
Así el sacerdote le dio el pan sagrado, porque allí no había más pan que los panes de la Presencia, los cuales habían sido retirados de la presencia de Jehovah y reemplazados por panes calientes el día en que fueron quitados.
Aquel día estaba presente allí, detenido delante de Jehovah, uno de los servidores de Saúl, cuyo nombre era Doeg el edomita, el principal de los pastores de Saúl.
David preguntó a Ajimelec: —¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Como las órdenes del rey eran apremiantes, no tomé en mi mano ni mi espada ni mis otras armas.
El sacerdote respondió: —La espada de Goliat el filisteo, a quien tú venciste en el valle de Ela, está aquí envuelta en un lienzo, detrás del efod. Si quieres tomarla, tómala, porque aquí no hay otra sino ésa. Y David dijo: —¡Ninguna hay como ésa! ¡Dámela!
Aquel día David se levantó y huyó de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis, rey de Gat.
Los servidores de Aquis le dijeron: —¿No es éste David, el rey de la tierra? ¿No es éste aquel a quien cantaban con danzas, diciendo: “Saúl derrotó a sus miles, y David a sus diez miles”?
David tomó a pecho estas palabras y tuvo gran temor de Aquis, rey de Gat.
Así que cambió su conducta delante de ellos, fingiéndose loco cuando estaba con ellos. Hacía marcas en las puertas de la ciudad y dejaba caer su saliva sobre su barba.
Entonces Aquis dijo a sus servidores: —¡He aquí, veis que éste es un hombre demente! ¿Por qué me lo habéis traído?
¿Acaso me faltan locos a mí, para que me traigan a éste, a fin de que haga locuras en mi presencia? ¿Había éste de entrar en mi casa?
De allí se fue David y huyó a la cueva de Adulam. Cuando sus hermanos y toda la casa de su padre oyeron esto, fueron allá a él.
También se juntaron con él todos los oprimidos, todos los endeudados y todos los amargados de espíritu. David fue hecho jefe de ellos, y tenía consigo unos 400 hombres.
De allí David fue a Mizpa, en Moab, y dijo al rey de Moab: —Permite que mi padre y mi madre habiten con vosotros hasta que yo sepa lo que Dios hará de mí.
Los dejó, pues, con el rey de Moab, y vivieron allí todo el tiempo que David estuvo en la fortaleza.
Entonces el profeta Gad dijo a David: —No te quedes en la fortaleza. Vé y entra en la tierra de Judá. Y David partió y se fue al bosque de Haret.
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