Nuevo Testamento

Predicación del evangelio en Samaria

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Predicación del evangelio en Samaria (44:8:4 - 44:8:25)

Entonces, los que fueron esparcidos anduvieron anunciando la palabra.

Y Felipe descendió a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo.

Cuando la gente oía y veía las señales que hacía, escuchaba atentamente y de común acuerdo lo que Felipe decía.

Porque de muchas personas salían espíritus inmundos, dando grandes gritos, y muchos paralíticos y cojos eran sanados;

de modo que había gran regocijo en aquella ciudad.

Hacía tiempo había en la ciudad cierto hombre llamado Simón, que practicaba la magia y engañaba a la gente de Samaria, diciendo ser alguien grande.

Todos estaban atentos a él, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: “¡Este sí que es el Poder de Dios, llamado Grande!”

Le prestaban atención, porque con sus artes mágicas les había asombrado por mucho tiempo.

Pero cuando creyeron a Felipe mientras anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.

Aun Simón mismo creyó, y una vez bautizado él acompañaba a Felipe; y viendo las señales y grandes maravillas que se hacían, estaba atónito.

Los apóstoles que estaban en Jerusalén, al oír que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan,

los cuales descendieron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo.

Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos el Espíritu Santo; solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.

Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo.

Cuando Simón vio que por medio de la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,

diciendo: —Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo.

Entonces Pedro le dijo: —¡Tu dinero perezca contigo, porque has pensado obtener por dinero el don de Dios!

Tú no tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.

Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón;

porque veo que estás destinado a hiel de amargura y a cadenas de maldad.

Entonces respondiendo Simón dijo: —Rogad vosotros por mí ante el Señor, para que ninguna cosa de las que habéis dicho venga sobre mí.

Ellos, después de haber testificado y hablado la palabra de Dios, regresaron a Jerusalén y anunciaban el evangelio en muchos pueblos de los samaritanos.

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Felipe y el etíope

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Felipe y el etíope (44:8:26 - 44:8:40)

Un ángel del Señor habló a Felipe diciendo: “Levántate y vé hacia el sur por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto.”

El se levantó y fue. Y he aquí un eunuco etíope, un alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, quien estaba a cargo de todos sus tesoros y que había venido a Jerusalén para adorar,

regresaba sentado en su carro leyendo el profeta Isaías.

El Espíritu dijo a Felipe: “Acércate y júntate a ese carro.”

Y Felipe corriendo le alcanzó y le oyó que leía el profeta Isaías. Entonces le dijo: —¿Acaso entiendes lo que lees?

Y él le dijo: —¿Pues cómo podré yo, a menos que alguien me guíe? Y rogó a Felipe que subiese y se sentase junto a él.

La porción de las Escrituras que leía era ésta: Como oveja, al matadero fue llevado, y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca.

En su humillación, se le negó justicia; pero su generación, ¿quién la contará? Porque su vida es quitada de la tierra.

Respondió el eunuco a Felipe y dijo: —Te ruego, ¿de quién dice esto el profeta? ¿Lo dice de sí mismo o de algún otro?

Entonces Felipe abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús.

Mientras iban por el camino, llegaron a donde había agua, y el eunuco dijo: —He aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?

Felipe dijo: —Si crees con todo tu corazón, es posible. Y respondiendo, dijo: —Creo que Jesús, el Cristo, es el Hijo de Dios.

Y mandó parar el carro. Felipe y el eunuco descendieron ambos al agua, y él le bautizó.

Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. Y el eunuco no le vio más, pues seguía su camino gozoso.

Pero Felipe se encontró en Azoto, y pasando por allí, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.

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Conversión de Saulo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Conversión de Saulo (44:9:1 - 44:9:19)

Entonces Saulo, respirando aún amenazas y homicidio contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote

y le pidió cartas para las sinagogas en Damasco, con el fin de llevar preso a Jerusalén a cualquiera que hallase del Camino, fuera hombre o mujer.

Mientras iba de viaje, llegando cerca de Damasco, aconteció de repente que le rodeó un resplandor de luz desde el cielo.

El cayó en tierra y oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

Y él dijo: —¿Quién eres, Señor? Y él respondió: —Yo soy Jesús, a quien tú persigues.

Pero levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que te es preciso hacer.

Los hombres que iban con Saulo habían quedado de pie, enmudecidos. A la verdad, oían la voz, pero no veían a nadie.

Entonces Saulo fue levantado del suelo, y aun con los ojos abiertos no veía nada. Así que, guiándole de la mano, le condujeron a Damasco.

Por tres días estuvo sin ver, y no comió ni bebió.

Había cierto discípulo en Damasco llamado Ananías, y el Señor le dijo en visión: —Ananías. El respondió: —Heme aquí, Señor.

El Señor le dijo: —Levántate, vé a la calle que se llama La Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he aquí él está orando,

y en una visión ha visto a un hombre llamado Ananías que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista.

Entonces Ananías respondió: —Señor, he oído a muchos hablar acerca de este hombre, y de cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén.

Aun aquí tiene autoridad de parte de los principales sacerdotes para tomar presos a todos los que invocan tu nombre.

Y le dijo el Señor: —Vé, porque este hombre me es un instrumento escogido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel.

Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.

Entonces Ananías fue y entró en la casa; le puso las manos encima y dijo: —Saulo, hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo.

De inmediato le cayó de los ojos algo como escamas, y volvió a ver. Se levantó y fue bautizado;

y habiendo comido, recuperó las fuerzas. Saulo estuvo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.

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Saulo predica en Damasco

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Saulo predica en Damasco (44:9:20 - 44:9:22)

Y en seguida predicaba a Jesús en las sinagogas, diciendo: —Este es el Hijo de Dios.

Todos los que le oían estaban atónitos y decían: —¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre? ¿Y no ha venido acá para eso mismo, para llevarles presos ante los principales sacerdotes?

Pero Saulo se fortalecía aun más y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo.

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Saulo escapa de los judíos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Saulo escapa de los judíos (44:9:23 - 44:9:25)

Pasados muchos días, los judíos consultaron entre sí para matarle;

pero sus asechanzas fueron conocidas por Saulo. Y guardaban aun las puertas de la ciudad de día y de noche para matarle.

Entonces sus discípulos tomaron a Saulo de noche y le bajaron por el muro en una canasta.

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