Nuevo Testamento

El endemoniado gadareno

Imagen El endemoniado gadareno 1

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > El endemoniado gadareno (42:8:26 - 42:8:39)

Navegaron a la tierra de los gadarenos, que está frente a Galilea.

Al bajarse él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad, el cual tenía demonios. Desde hacía mucho tiempo no había llevado ropa, ni vivía en una casa, sino entre los sepulcros.

Pero cuando vio a Jesús, exclamó, se postró delante de él y dijo a gran voz: —¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!

Porque Jesús había mandado al espíritu inmundo que saliera del hombre, pues se había apoderado de él desde hacía mucho tiempo. Para guardarlo, lo ataban con cadenas y con grillos, pero rompiendo las ataduras era impelido por el demonio a los desiertos.

Jesús le preguntó, diciendo: —¿Cómo te llamas? Y él dijo: —Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él;

y le rogaban que no los mandase al abismo.

Había allí un hato de muchos cerdos que pacía en la montaña; y le rogaron que les dejase entrar en aquéllos, y él les dio permiso.

Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.

Los que apacentaban los cerdos, al ver lo que había acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos.

Y salieron a ver lo que había acontecido. Fueron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.

Los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado aquel endemoniado.

Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos le rogó que se apartara de ellos, porque tenían mucho temor. Jesús subió a la barca y regresó.

El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él. Pero Jesús le respondió diciendo:

—Vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios por ti. Y él se fue, proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús había hecho por él.

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La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús (42:8:40 - 42:8:56)

Al regresar Jesús, toda la gente le recibió gozosa, porque todos le esperaban.

Y he aquí vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Se postró a los pies de Jesús y le imploró que fuese a su casa,

porque tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Mientras él iba, las multitudes le apretujaban.

Y una mujer, que padecía de hemorragia desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado todo su patrimonio en médicos, no pudo ser sanada por nadie),

se le acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús. De inmediato se detuvo su hemorragia.

Entonces dijo Jesús: —¿Quién es el que me ha tocado? Y como todos negaban, Pedro le dijo: —Maestro, las multitudes te aprietan y presionan.

Jesús dijo: —Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí.

Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, fue temblando; y postrándose delante de él, declaró ante todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo había sido sanada al instante.

El le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.

Mientras él aún hablaba, vino uno de la casa del principal de la sinagoga para decirle: —Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.

Al oír esto, Jesús le respondió: —No temas; sólo cree, y ella será salva.

Cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a nadie, sino sólo a Pedro, a Juan, a Jacobo, y al padre y a la madre de la niña.

Todos lloraban y lamentaban por ella. Pero él dijo: —No lloréis. Ella no ha muerto, sino que duerme.

Ellos se burlaban de él, sabiendo que ella había muerto.

Pero él la tomó de la mano, y habló a gran voz diciendo: —Niña, levántate.

Entonces su espíritu volvió a ella, y al instante se levantó. Y él ordenó que le diesen de comer.

Sus padres quedaron atónitos, y él les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.

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Misión de los doce discípulos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Misión de los doce discípulos (42:9:1 - 42:9:6)

Reuniendo a los doce, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades.

Los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.

Y les dijo: —No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos túnicas.

En cualquier casa en que entréis, permaneced allí, y de allí salid.

Y dondequiera que no os reciban, al salir de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies como testimonio contra ellos.

Y saliendo, pasaban de aldea en aldea, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.

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Muerte de Juan el Bautista

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Muerte de Juan el Bautista (42:9:7 - 42:9:9)

El tetrarca Herodes oyó de todo lo que estaba pasando; y estaba perplejo, porque algunos decían que Juan había resucitado de los muertos.

Otros decían que Elías había aparecido, y otros que alguno de los antiguos profetas había resucitado.

Pero Herodes dijo: “A Juan yo lo decapité. ¿Quién, pues, es éste de quien escucho tales cosas?” Y procuraba verle.

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Alimentación de los cinco mil

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Alimentación de los cinco mil (42:9:10 - 42:9:17)

Cuando los apóstoles regresaron, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Y él los tomó consigo y se retiró aparte a la ciudad llamada Betsaida.

Pero al saberlo las multitudes, le siguieron; y él los recibió y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de ser sanados.

El día comenzó a declinar, y los doce se acercaron a él y le dijeron: —Despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los campos de alrededor, y se alojen y hallen comida, porque aquí estamos en un lugar desierto.

El les dijo: —Dadles vosotros de comer. Pero ellos dijeron: —No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros y compremos comida para todo este pueblo.

Porque eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: —Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno.

Y así lo hicieron, haciendo que todos se sentaran.

Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, los bendijo. Luego los partió e iba dando a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.

Todos comieron y se saciaron, y de lo que sobró recogieron doce canastas de pedazos.

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