Nuevo Testamento

Muerte de Juan el Bautista

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > Muerte de Juan el Bautista (41:6:14 - 41:6:29)

El rey Herodes oyó de Jesús, porque su nombre había llegado a ser muy conocido. Unos decían: “Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por esta razón operan estos poderes en él.”

Otros decían: “Es Elías.” Mientras otros decían: “Es profeta como uno de los profetas.”

Pero cuando Herodes oyó esto, dijo: “¡Juan, a quien yo decapité, ha resucitado!”

Porque Herodes mismo había mandado prender a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodía, la mujer de su hermano Felipe; porque se había casado con ella.

Pues Juan le decía a Herodes: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano.”

Pero Herodía le acechaba y deseaba matarle, aunque no podía;

porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía. Y al escucharle quedaba muy perplejo, pero le oía de buena gana.

Llegó un día oportuno cuando Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, dio una cena para sus altos oficiales, los tribunos y las personas principales de Galilea.

Entonces la hija de Herodía entró y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey le dijo a la muchacha: —Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.

Y le juró mucho: —Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.

Ella salió y dijo a su madre: —¿Qué pediré? Y ésta dijo: —La cabeza de Juan el Bautista.

En seguida ella entró con prisa al rey y le pidió diciendo: —Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban a la mesa, no quiso rechazarla.

Inmediatamente el rey envió a uno de la guardia y mandó que fuese traída su cabeza. Este fue, le decapitó en la cárcel

y llevó su cabeza en un plato; la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.

Cuando sus discípulos oyeron esto, fueron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.

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Alimentación de los cinco mil

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > Alimentación de los cinco mil (41:6:30 - 41:6:44)

Los apóstoles se reunieron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.

El les dijo: —Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían oportunidad para comer.

Y se fueron solos en la barca a un lugar desierto.

Pero muchos les vieron ir y les reconocieron. Y corrieron allá a pie de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.

Cuando Jesús salió, vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor. Entonces comenzó a enseñarles muchas cosas.

Como la hora era ya muy avanzada, sus discípulos se acercaron a él y le dijeron: —El lugar es desierto, y la hora avanzada.

Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor y compren para sí algo que comer.

El les respondió y dijo: —Dadles vosotros de comer. Le dijeron: —¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?

El les dijo: —¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Al enterarse, le dijeron: —Cinco, y dos pescados.

El les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.

Se recostaron por grupos, de cien en cien y de cincuenta en cincuenta.

Y él tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes. Luego iba dando a sus discípulos para que los pusiesen delante de los hombres, y también repartió los dos pescados entre todos.

Todos comieron y se saciaron,

y recogieron doce canastas llenas de los pedazos de pan y de los pescados.

Y los que comieron los panes eran como cinco mil hombres.

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Jesús anda sobre el mar

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > Jesús anda sobre el mar (41:6:45 - 41:6:52)

En seguida obligó a sus discípulos a subir en la barca para ir delante de él a Betsaida, en la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.

Y habiéndose despedido de ellos, se fue al monte a orar.

Al caer la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.

Viendo que ellos se fatigaban remando, porque el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche, él fue a ellos caminando sobre el mar, y quería pasarlos de largo.

Pero cuando ellos vieron que él caminaba sobre el mar, pensaron que era un fantasma y clamaron a gritos;

porque todos le vieron y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos y les dijo: “¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis!”

Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento. Ellos estaban sumamente perplejos,

pues aún no habían comprendido lo de los panes; más bien, sus corazones estaban endurecidos.

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Jesús sana a los enfermos en Genesaret

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > Jesús sana a los enfermos en Genesaret (41:6:53 - 41:6:56)

Y cuando cruzaron a la otra orilla, llegaron a la tierra de Genesaret y amarraron la barca.

Pero cuando ellos salieron de la barca, en seguida le reconocieron.

Recorrieron toda aquella región, y comenzaron a traer en camillas a los que estaban enfermos a donde oían que él estaba.

Dondequiera que entraba, ya sea en aldeas o ciudades o campos, ponían en las plazas a los que estaban enfermos, y le rogaban que sólo pudiesen tocar el borde de su manto. Y todos los que le tocaban quedaban sanos.

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Lo que contamina al hombre

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Marcos > Lo que contamina al hombre (41:7:1 - 41:7:23)

Se juntaron a Jesús los fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén.

Ellos vieron que algunos discípulos de él estaban comiendo pan con las manos impuras, es decir, sin lavar.

Pues los fariseos y todos los judíos, si no se lavan las manos hasta la muñeca, no comen, porque se aferran a la tradición de los ancianos.

Cuando vuelven del mercado, si no se lavan, no comen. Y hay muchas otras cosas que aceptaron para guardar, como los lavamientos de las copas, de los jarros y de los utensilios de bronce y de los divanes.

Le preguntaron los fariseos y los escribas: —¿Por qué no andan tus discípulos de acuerdo con la tradición de los ancianos, sino que comen pan con las manos impuras?

Y les respondió diciendo: —Bien profetizó Isaías acerca de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí.

Y en vano me rinden culto, enseñando como doctrina los mandamientos de hombres.

Porque dejando los mandamientos de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.

Les decía también: —¡Bien desecháis el mandamiento de Dios para establecer vuestra tradición!

Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldice a su padre o a su madre muera irremisiblemente.

Pero vosotros decís que si alguien dice a su padre o madre: “Aquello con que hubieras sido beneficiado de parte mía es Corbán” —es decir, una ofrenda a Dios—,

ya no le permitís hacer nada por su padre o su madre.

Así invalidáis la palabra de Dios mediante vuestra tradición que habéis trasmitido, y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.

Llamando a sí otra vez a toda la multitud, les decía: —Oídme todos y entended.

No hay nada fuera del hombre que por entrar en él le pueda contaminar. Pero lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre.

Si alguno tiene oídos para oír, oiga.

Cuando entró en casa, aparte de la multitud, sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola.

Y les dijo: —¿Así que también vosotros carecéis de entendimiento? ¿No comprendéis que nada de lo que entra en el hombre desde fuera le puede contaminar?

Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y sale a la letrina. Así declaró limpias todas las comidas.

Y decía: —Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre.

Porque desde adentro, del corazón del hombre, salen los malos pensamientos, las inmoralidades sexuales, los robos, los homicidios,

los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la sensualidad, la envidia, la blasfemia, la insolencia y la insensatez.

Todas estas maldades salen de adentro y contaminan al hombre.

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